sábado, 29 de noviembre de 2014

Chuponeo S.A. (Fujimori - Keiko)


Alberto Fujimori: Aló Keiko.  

Keiko Fujimori: Hola padre, ¿de dónde me llamas?

AF: ¿Acaso no sabes dónde estoy?

KF: Sí, claro, pero ¿no te habían quitado el acceso al teléfono de la Diroes?

AF: Sí, pero me dejaron el satelital.

KF: Ah bueno, ¿qué ocurre?

AF: Mira, hija, quiero recordarte que yo soy el fundador y líder del fujimorismo.

KF: De eso no hay duda, padre. Tu opinión ya no cuenta, pero siempre serás nuestro líder.

AF: Parece que quieres distanciarte de mí y mandarme al olvido.

KF: Eso es mentira. Bueno, es verdad que he propuesto cambiar el nombre de “fujimorismo” por el de “keikismo”, pero eso nada más.

AF: Y pensar que mi abogado ya me lo había advertido. Al menos sé que Kenyi sí sería incapaz de hacerme eso.

KF: Es cierto, Kenyi es incapaz.

AF: Ahora solo pudo confiar en él y en mi abogado. 

KF: Ese abogado tuyo no me gusta nada.  Es increíble que te dejes sacar provecho por un desconocido, al menos yo soy tu hija.

AF: Mi abogado siempre se ha mostrado fiel conmigo. Además, solo él va a poder librarme de esta celda de 800 metros cuadrados.

KF: Pero padre, si gano el 2016 te indulto enseguida. Solo debes dejar que Mark y yo manejemos el partido.

AF: ¿Mark? Por favor Keiko, para tal caso mejor dejamos el partido en manos de Kenyi.

KF: No pues, tampoco tampoco.

Publicado en El Otorongo (Peru21 - 28.11.2014)

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Keiko en Palacio

En el dormitorio principal de su residencia, Keiko y Mark están viendo las noticias. En la televisión aparece Humala en medio de un mitin.

-Keikito –dijo Mark, con marcado acento extranjero- cambia canal.
-Espérate, quiero ver qué dice este.

Entonces la locución en off del reportaje calla y se muestra a Humala vociferando, hablándole a la gente agolpada, como en tiempos de campaña electoral.

-Así es señores –dijo- el fujimorismo nació de la cloaca.

Los horizontales ojos de Keiko se agrandaron de golpe.  En seguida apagó el televisor con el control remoto.

-¡Pero qué le pasa a este! –dijo Keiko- No lo entiendo.
-Yo tampoco –dijo Mark-.  ¿Qué cosa siendo cloaca?
-Ya pues Mark, ¿todavía no entiendes el español?

Keiko cogió el teléfono inalámbrico de la mesa de noche y digitó un número.

-Aló Kenyi. ¿Viste a Humala? ¿No? ¿Qué canal estás viendo? Ya pues Kenyi, ¿otra vez Animal Planet? Sí, ya sé que a tu perro le gusta ver eso.  Mira, presta atención,  Humala ha insultado a nuestro partido. No,  a Cambio 90 no, tampoco a Nueva Mayoría ni a Vamos Vecinos ni a Sí Cumple ni a Perú 2000. Tampoco ha hablado de Alianza por el Futuro ni de Fuerza 2011. En realidad solo ha dicho el fujimorismo, pero es todo pues. Ya, habla con la bancada y diles que debemos exigir disculpas por nuestro honor. ¿Como que qué es eso? Honor pues, es como dignidad. ¿Tampoco sabes? Bueno, fíjate en un diccionario y después hablamos.

Días después, luego de acaloradas declaraciones de los fujimoristas contra Humala, se acuerda una reunión secreta en Palacio de Gobierno. Por la puerta lateral de la sede del Ejecutivo, Keiko y Mark ingresan en un vehículo de lunas polarizadas. Un edecán los conduce a un salón donde el presidente Humala y la primera Dama los está esperando.



-Bienvenidos – dijo Nadine.

Ambas parejas se saludaron dándose las manos. En el saludo, Keiko apenas si sonrió y, en cambio, le dirigió una fría mirada a Humala.

-Señor Presidente…

-No hay necesidad de ponernos tan ceremoniosos –dijo Humala-. Puede decirme Presidente nomás.

Keiko trató de sonreír, pero no pudo. Una vez sentados, las dos parejas se observaban, sopesándose mientras el silencio se instaló en el salón.

-Bueno –dijo Humala- quiero agradecerles a los dos por venir.

Keiko y Mark asintieron.

-Mira, Keiko –dijo Humala- si yo he criticado a tu partido no es porque me caigas mal, es decir, me caes mal, pero por eso no he criticado a tu partido.

Mark le pone una mano sobre el hombro de Keiko.

-Déjeme decirle una cosa Presidente –dijo Keiko-. Decir que el fujimorismo nació de las cloacas no es criticar al partido…

-¿Es describirlo? –preguntó Nadine.

-Decir eso –dijo Keiko, como si no hubiera escuchado nada- no es una crítica, es un insulto, y no solo un insulto al fujimorismo sino, sobre todo, a mi padre. Y no voy a permitir que se insulte de esa forma a mi padre.

-¿Y de qué forma vas a permitir que se le insulte? –preguntó Nadine.

Mark volvió a poner su mano sobre el hombro de Keiko.

-Decir que el fujimorismo nació de las cloacas no es una opinión, es una realidad –dijo Humala-. Nació de un golpe de estado, de la destrucción de la democracia, de la corrupción que manejó junto con Montesinos.
-No me hable de Montesinos –dijo Keiko-. Usted parece olvidar el caso del yate Karisma. Qué coincidencia que el mismo día que usted juega a la guerrita en Locumba, Montesinos se escapa del país. ¿O no es una coincidencia?
-Dime una cosa –intervino Nadine -¿No te da vergüenza hablar de Montesinos? ¿Ya no te acuerdas que el mismo te pagaba tus tarjetas de crédito? Tú hablas de coincidencias, pero yo hablo de milagros. Porque es un verdadero milagro que, con el sueldo de 2 mil soles que Fujimori decía ganar, haya podido pagarles los estudios universitarios en el extranjero a todos sus hijos. ¿O no fue un milagro?

Keiko achinó, si cabe, sus ojos. Mientras sus sienes latían, dio un gran suspiro.

-¿Me estás hablando de dinero? –dijo mirando a Nadine- ¿Tú eres la misma Nadine a quien le pagaron 50 mil dólares por un informe de Palma Aceitera? Eres tú, ¿verdad? Qué raro que esa empresa en realidad nunca haya funcionado, ¿no? ¿De dónde habrá salido ese dinero?
-Del Estado te aseguro que no.
-Del Estado peruano no, ¿pero del venezolano?

Humala le puso la mano sobre el hombro a Nadine.

-Ah pero qué tonta –dijo Keiko- Verdad que esa empresa era del padre de Belaúnde Lossio, ¿no?
-Por Dios, dime tú eres la misma Keiko que fue primera dama cuando Fujimori y Montesinos se levantaron en peso al país. En nuestro gobierno se habla apenas de sospechas, pero el gobierno de tu padre fue una organización criminal que copó todas las instituciones del Estado como no se había visto antes.
-Mi padre era inocente. Todo lo hizo Montesinos.
-Ah ya, claro, Montesinos hizo todo eso a espaldas de Fujimori. Qué extraño, ¿no? Yo recuerdo que tu padre decía que él estaba involucrado en todo lo que se hacía en su gobierno. ¿Y ahora dice que no sabía nada? Y dime una cosa, si Montesinos engañó a tu padre como dices, ¿por qué le pago 15 millones de dólares por “compensación de tiempo de servicios”?



Keiko se sonrojó. Mark le puso otra vez la mano sobre el hombro, pero esta vez Keiko la sacó al momento. Luego Mark le puso su hombro sobre la mano de Keiko, lo que resultó bastante extraño. Entonces, de golpe, Keiko se puso de pie.

-Y ustedes –dijo mirando a la pareja presidencial- ¿cuándo van a explicar lo de López Meneses?

Nadine se puso de pie también.

-¿López Meneses? ¿El operador de Montesinos y asesor de tu bancada en el  Congreso?

Keiko y Nadine no se bajaban la mirada. Ambas tenían el rostro levantado, los ojos inyectados y el ceño fruncido. Entonces Humala miró a Mark y este se alzó de hombros.

-Por favor –dijo Humala-siéntense.

Nadine miró a Humala y luego se sentó. Keiko hizo lo propio.

-Pero yo de pie me pondré –dijo Mark sorpresivamente-. Usted siendo presidente de Perú, you can´t talk like that about fujimorismo ni sobre suegro mío. Que Fujimori destrozó el país, está bueno, lo destrozó. Que Fujimori sabía todo lo que hizo Montesinos, ok, lo sabía. Pero ¿qué teniendo que ver Fujimori y la cloaca? By the way,  ¿qué siendo cloaca?
-Mejor siéntate  y en la casa te explico –dijo Keiko y luego dirigiéndose a Humala-. Mi esposo tiene razón. Usted como presidente no puede estar insultando a un partido político legítimamente constituido. No deshonre su investidura.
-Entiendo –dijo Humala-. O sea con mi investidura presidencial no puedo criticar, pero Fujimori con su investidura sí pudo saquear el país,  corromper funcionarios y violar los derechos humanos.

Keiko miró a Mark. Luego volteó y volvió a ver a la pareja presidencial.

-De haber sabido que iba a tener este trato, no hubiera venido. Pese a nuestras diferencias pensé que eran gente de palabra. Se supone que nos invitaron para pedirnos disculpas.

Luego miró a su esposo.

-Mark, nos vamos.
-Esperen un momento. ¿Que nosotros le íbamos a pedir disculpas? –preguntó Humala-.  A mí me dijeron todo lo contrario.

Ambas parejas se miraron consternadas, buscando respuesta en los otros. De pronto, Keiko mira a Mark.

-Mark –dijo Keiko tomándose la cabeza- tú recibiste la llamada de Palacio, ¿no?
-Sí, dijeron que nosotros teniendo que pedirles disculpas.
-¿Eso te dijeron? Pero tú me dijiste otra cosa.
-Yo decirte que nos esperaban para pedirles que nos den unas disculpas. ¿Que no siendo lo mismo?

Publicado en la revista Velaverde N°91

viernes, 21 de noviembre de 2014

Chuponeo S.A. (O. Humala - D. Urresti)



Daniel Urresti: Aló señor Presidente, me dicen que quiere verme.

Ollanta Humala: Sí, Daniel, quería hablarte sobre algo importante.

DU: Debe ser sobre mí entonces. Yo encantado pero la verdad estoy bien ocupado. ¿Como a qué hora pensaba venir a verme?

OH: No, tú tienes que venir a Palacio.

DU: Ah no, no voy a poder.

OH: ¿No quieres venir a Palacio?

DU: Claro que quiero ir a Palacio, pero todo a su tiempo. Todavía ni sé quiénes me acompañarán en la plancha.

OH: Caramba, Daniel, ya te crees candidato presidencial.

DU: ¿Usted cree que es muy prematuro? Tiene razón, primero que pasen las fiestas de fin de año.

OH: ¿Y ahorita no puedes venir?

DU: No, me estoy yendo a una conferencia de prensa.

OH: ¿Y con qué motivo?

DU: No sé, ya se me ocurrirá algo. Quizá solo critique a Burga. Eso no tiene pierde.

OH: Mira, lo que quería decirte es que no te vayas a marear con las encuestas, pero creo que ya es demasiado tarde.                                                                                                                       
DU: Ni tanto, apenas son las diez. Más bien aprovecho para decirle que ya ubicamos donde Belaúnde Lossio tomaba micro todos los días y ya cubrimos el lugar para que nadie lo vea.

OH: No entiendo, ¿y eso para qué?

DU: ¿Cómo? ¿No quería ocultar su paradero?

Publicado en El Otorongo (Peru21 - 21.11.2014) 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

De Cali para Lima

Sin duda la captura de Rodolfo Orellana en Colombia es una buena noticia para el país, aunque quizá no tan buena para Heriberto Benítez. Es, además, un respiro para este gobierno que injustamente está siendo objeto de sospechas por el solo hecho de actuar de modo sospechoso.
   
Pero, ¿cómo ocurrió la captura? ¿Cuáles son los detalles que se dieron alrededor de ella? ¿Por qué la DEA intervino en la operación? ¿Por qué Juan Manuel Santos felicitó solo a la policía colombiana? ¿Por qué Urresti se felicitó a sí mismo?


El siguiente relato de los hechos busca resolver estas y otras cuestiones, aunque, desde luego, no resuelve nada.


Cansados de que Orellana se siga burlando de la justicia, decidimos establecer nuestra propia búsqueda. Para ello recurrimos a una conocida técnica. Esta consiste en hacer un listado con todas las personas conocidas del prófugo, luego conseguir todos sus números de teléfonos fijos y celulares y revisar con cuidado los lugares a los que se haya llamado con más frecuencia. Sin embargo, cuando mi propio nombre apareció en la lista de sospechosos, decidí detener la búsqueda porque, después de todo, no teníamos por qué afanarnos tanto.

Quiso el destino que, esa misma tarde, una persona llamara a la revista para solicitar una suscripción y, además, para ofrecernos información sobre Orellana. Según nuestro informante, Orellana se encontraba en un departamento en Cali (Colombia). Incluso nos dijo  que en ese momento el prófugo –que se encontraba solo-, vestía un short negro, polo blanco y estaba jugando jenga. Pero había algo en la información que no nos terminaba de convencer: por lo general el  jenga no se juega solo.

Entonces le preguntamos a nuestro informante cómo sabía esa información, pero no quiso responder. Tampoco nos quiso dar su nombre, pese a que ello lo dejaba sin posibilidad alguna de suscribirse. Pero, pese a todas sus reticencias, al final aceptó reunirse con nosotros en un desconocido café de Miraflores.

Luego de cinco minutos de lo acordado llegó.

-Hola –le dije.
-Hola –me dijo, sentándose en la mesa- perdona la demora, pero no encontraba este café. Bueno, me llamo Inocencio Torrejón.
-Entiendo, no quieres decirme tu verdadero nombre por seguridad.
-No, ese es mi verdadero nombre.
-Entiendo, me dices que ese es tu verdadero nombre por seguridad.
-No –me dijo, apenas alterado- así me llamo. Inocencio Torrejón.
-Ah bueno, lo siento mucho, pero vayamos a lo importante. ¿Cómo sabes el paradero de Orellana?

Torrejón agachó entonces la cabeza y se pasó la mano por la frente.

-Yo trabajé para su revista Juez Justo.
-¿Entonces tú eras parte de la mafia?
-No, te aseguro que nunca aproveché mi cercanía a Orellana. Yo hago honor a mi nombre.
-Lo dices por lo de Inocencio.
-Más bien por lo de Torrejón.

El mozo llegó y pedimos un par de cafés.

-Está bien, trabajaste para la revista, pero cómo sabes dónde está ahora.

Torrejón miró a ambos lados del local, como asegurándose que nadie tenía los ojos puestos en él.

-Es que yo lo ayudé a salir del país. Fuimos primero a Chimbote, después a Piura y luego cruzamos la frontera.
-¿Y por qué lo hiciste?
-Es que le tenía aprecio.
-¿Pero acaso no te pagó nada?
-Claro, por eso le tenía aprecio.
-Por eso te digo, lo ayudaste por dinero.

Torrejón se reacomodó en la silla.

-Mira, yo nunca le pedí nada y él insistió. Y la verdad justo tenía que hacer unos pagos, pero ahora quiero hacer las cosas bien.

Entonces sacó de su bolsillo un papel, lo puso sobre la mesa y lo empujó hacia mí.

A la mañana siguiente, muy temprano, llegué a Cali después de tres horas de vuelo. Torrejón me había dado la dirección exacta donde se estaba ocultando Orellana. Primero tomé un taxi y dejé mis cosas en un hotel ubicado en el centro de la ciudad. El mismo taxista me llevó luego al lugar que indicaba la dirección.

En el trayecto, diseñé claramente mi plan y enumeré mis objetivos: encontrar a Urresti, entrevistar a la Policía y avisar a Orellana. Bueno, más o menos la idea era esa.

Me bajé del auto y me detuve a contemplar la casa. De pronto, lo vi. Orellana salía a comprar pan como un caleño más. Yo lo seguí, entré a la panadería y me puse en la fila detrás de él. Compró tres panes, 100 gramos de jamón y un tarro de leche. Luego regresó raudo hasta su departamento.

No había ninguna duda de la identidad de Orellana. Era el momento de actuar. Caminé hasta la puerta principal del edificio. Tenía pensado ya que le diría al portero para que me deje entrar, pero no pude ni tocar el timbre. Un hombre apareció no sé de dónde y me dijo en voz baja: “somos de la Policía, por favor retírese”.

-¿Somos? –le dije- Pero usted está solo.

El policía hizo un gesto de fastidio.

-¿Tú eres peruano? –me dijo, con rostro adusto- ¿A quién venías a ver?

No sé por qué en ese momento no se me ocurrió decir la verdad, quizá haya sido la falta de costumbre. Lo cierto es que dudé y en seguida aparecieron otros dos policías que me detuvieron y me metieron en un patrullero que estaba escondido a pocos metros de ahí. En el interior del vehículo, además del policía que iba al volante había un efectivo más y una persona tenía una casaca grabada con las letras: DEA. Recién entonces me decidí a contarles todo desde el principio. Unos minutos después, el agente de la DEA me dijo que no era necesario que cuente toda mi vida. “Who cares your prom dance”, me dijo.


Entonces se hizo un alboroto, las sirenas sonaron y más policías aparecieron. De pronto, abrieron la puerta del patrullero y vi cómo hicieron ingresar a Orellana hasta dejarlo sentado junto a mí. Esposado, con varios kilos menos, no se parecía en nada a la imagen del empresario poderoso y mafioso que se había ganado en el Perú.

-Sr. Orellana.
-¿Quién eres tú?
-Escribo en una revista.
-¿En Juez Justo? ¿Vienes por los sueldos atrasados? Mira, apenas pueda voy a regularizar ese tema.

Entonces uno de los policías nos pidió que nos callemos y así estuvimos durante todo el trayecto hasta llegar a una sede judicial.

Minutos después, en Roma, el presidente Ollanta Humala fue informado que se había capturado a uno de los más buscados prófugos de la justicia. De golpe, sufrió una baja de presión, pero luego se recuperó cuando le informaron que no se trataba de Belaúnde Lossio. 

En Lima, el ministro del Interior, Daniel Urresti, felicitó a la Policía, al gobierno colombiano y a sí mismo. Urresti también aprovechó la oportunidad para quejarse,  con toda razón, de quienes critican a la Policía y la desmoralizan. Sin embargo, no quedó claro si se refería a él mismo cuando, hace un par de semanas, llamó la atención en público a un efectivo policial.

Finalmente, me trajeron de regreso al país en el mismo avión que Orellana. Recién en el viaje de Cali a Lima pude explicar todo al propio Urresti, quien había viajado a Colombia para ver el tema del traslado. Urresti me creyó y me dijo que leía las columnas que escribo y en las que a veces lo menciono. Para mí sorpresa, mostró gran tolerancia y me dijo que ya no estaba detenido; sin embargo, pese a su reiterada y vehemente insistencia, preferí mantenerme en el avión. Pasado el susto, la verdad era que estaba emocionado: había obtenido una primicia, regresaba gratis a Lima y, sobre todo, con ese viaje seguía acumulando kilómetros LANPASS. ¿O no?

Publicado en la revista Velaverde Nº90


viernes, 14 de noviembre de 2014

Chuponeo S.A. (Humala - Gutiérrez)



Josué Gutiérrez: Aló señor Presidente

Ollanta Humala: Hola Josué, ¿cómo estás? ¿Todo bien?

JG: Todo  mal. Me preocupa mucho Belaúnde Lossio.

OH: Es verdad que ha bajado un poco de peso, pero está bien.

JG: Lo que me preocupa es que lo atrapen y siga hablando.

OH: Pero qué problema hay. Recuerda que el que no la debe…

JG: ¿…no está en Infocorp?

OH: Bueno, sí, también, pero la idea es que no tenemos nada que ocultar.

JG: ¿Nada?

OH: No, ya ocultamos todo.

JG: Igual la prensa está investigando mucho y nos hace entrar en contradicciones.  

OH: Es muy importante que no se muestren inseguros, bueno, al menos eso creo. Además, tú  como vocero de la bancada debes coordinar lo que se dice en las declaraciones.  

JG: Pero es difícil hacerlo. Todos los días aparece una nueva denuncia contra Belaúnde.

OH: No es cierto, ayer aparecieron dos.

JG: Y encima toda la atención está puesta en él.

OH: ¿Acaso me estás sugiriendo que saquemos a Paul Olórtiga para que la gente se distraiga un poco?

JG: Yo no he dicho eso. Además, ¿qué hay de la división de poderes?

OH: Los problemas que yo tenga con Nadine son cosas mías.

JG: Lo veo demasiado tranquilo señor Presidente.

OH: Es que Belaúnde está bien escondido.

JG: Pero Urresti ha dicho que pondrá toda su capacidad para encontrarlo.

OH: Ya ves,  no hay de qué preocuparse.


Publicado en El Otorongo (Peru21 - 14.11.2014)

martes, 11 de noviembre de 2014

Con Belaúnde Lossio en Churín

Luego de una frenética semana de trabajo, decidí desconectarme un par de días para recuperar fuerzas.

El viernes por la noche llegué hasta Churín para disfrutar de sus famosos baños termales. Al llegar me dirigí a un modesto hospedaje que me habían recomendado. En la recepción me saludó un hombre de mediana edad. Llevaba largas patillas, camisa de mangas cortas y una cadena de plata alrededor del cuello.

-Buenas –me dijo-. ¿Por cuánto tiempo se queda?
-Hasta el domingo.
-¿Quiere la habitación económica o la de lujo? La económica cuesta 30 soles  y la de lujo 50.
-¿Y cuál es la diferencia? Y no me diga que la diferencia es 20 soles.
-No, no le iba a decir eso. Las de lujo tienen un pequeño televisor.
-No –le dije-. Yo quiero desconectarme de todo.
-¿Está seguro? Siempre es bueno ver al menos las noticias.
-No, señor, estoy seguro.

En ese momento, pude ver que un hombre entró con premura y siguió rumbo a las habitaciones. Llevaba puesta una gorra y, no sé por qué, se me hacía conocido.

-Dígame –le dije al señor- esa persona que acaba de entrar es un huésped, ¿no?
-Sí, claro.
-¿Tiene mucho tiempo aquí?
-La verdad yo prefiero no hablar de mis clientes. Usted sabe, política de la empresa.
- ¿Y si le pido la habitación de lujo?
-Bueno en ese caso la política de la empresa es otra. Ese señor tiene dos semanas aquí, pero es una persona extraña. Casi no sale y  habla poco. Cojea levemente de la pierna derecha, pero solo fueron los primeros días. Ahora ya no. Me dijo que se llamaba Alberto Pérez pero estoy seguro que no es su nombre real, porque una vez lo llamé Alberto y nunca volteó. A veces parece tímido, a veces no, debe ser Acuario.
-¿Y alguna otra curiosidad?
-Bueno, me dijo que por favor no quería que entremos a limpiar su habitación.
-Ya veo. Eso es raro también.
-Sí, sobre todo porque nosotros no limpiamos las habitaciones.
-Y entonces usted diría que se está escondiendo.
-Pues no sé. ¿Por qué pregunta? ¿Lo conoce?
-No, no. Creo que no.

Dejé mis cosas en la  habitación y luego salí para cenar. Solo llevaba mi libreta de notas y el lapicero que siempre llevo conmigo. Cuando llegué al comedor volví a ver la misteriosa persona. Desde mi mesa, pude ver que sí era quien pensaba. Caminé el par de pasos que me separaba de su mesa y lo encaré.



-Tú eres Martín Belaúnde, ¿no?

Vi que de golpe su rostro se descomponía. Luego dio rápido vistazo a los alrededores y volvió a mirarme.

-¿Ya perdí? –me preguntó, con voz casi apagada.

Su evidente temor me dio la tranquilidad de sentarme  y enfrentarlo.

-No soy de la Policía, si a eso te refieres.
-Ya decía yo –me dijo-. Los policías suelen ser más atléticos.

Ahora el rostro que se descomponía era el mío.

-No creo que estés en situación de hacer bromas.
-Lo sé, son los nervios. Pero no entiendo, si no eres policía qué eres, ¿por qué has venido a buscarme?
-Yo no he venido a buscarte, lo que pasa es que...
-¿Eres periodista?
-Escribo una columna semanal en una revista.
-Ah ya, entonces tampoco eres periodista. ¿No serás un emisario de Palacio?
-Estás admitiendo que tienes una relación con Palacio de Gobierno.
-Eso nunca lo he negado, ni lo he afirmado tampoco.
-¿Tú sabes que nada me cuesta llamar a la Policía para que te capture?
-Eso depende, ¿qué tienes? ¿RPC o RPM?
-No entiendo –le dije-. Te asustó pensar que yo era policía y ahora bromeas cuando te digo que voy a llamar para que te capturen.
-Es que una cosa es que un policía me encuentre y quiera chantajearme, y otra cosa es que la Policía en verdad quiera capturarme.
-¿Estás diciendo que Urresti no quiere capturarte?

Belaúnde levantó el rostro y, con la mano, alzó la visera de su gorra.

-¿Qué quieres? ¿Chantajearme? ¿Con 10 mil dólares compraré tu silencio? ¿Para eso has venido?
- No, claro que no. ¿Cuánto dijiste?

En ese momento llegó el señor de recepción. Por uno segundos enmudeció, sorprendido de vernos sentados en la misma mesa.

-Tenemos patasca. ¿Dos platos?

Ambos asentimos y el señor se fue. Como se entenderá, en ese momento yo no estaba pensando en la comida, bueno, sí, un poco; pero en realidad lo importante era que se me había presentado la oportunidad de sacarle declaraciones exclusivas a un prófugo de la justicia. Después  de todo, Belaúnde es uno de los personajes más buscados del país, o al menos eso es lo que nos dicen.

-¿Sabes a cuánto está el plato de patasca? –me preguntó.
-Sí vi cuánto estaba, pero no recuerdo –le respondí sorprendido por la pregunta.
-Ahora que lo pienso –me dijo-. ¿No habrás venido a buscarme porque han dado una recompensa por mí? ¿Eso es? ¿Cuánto están dando por mí?
-10 soles.
-¡Cómo dices!
-El plato, ya me acordé. Está 10 soles.

Belaúnde me miro fijo y achinó los ojos.

-Dime, ¿te puedo entrevistar?

Belaúnde sonrió.

-¿Y acaso no has venido para eso? 
-No, yo no vine para eso, lo que ocurre es que…
-¿Me vas a entrevistar o no?

Abrí entonces mi cuaderno de notas y empecé a escribir: “Churín. 07.11.2014. Belaúnde. Patasca”.

-Te acepto la entrevista solo porque no me gusta comer solo y llevo días sin hablar con nadie.
-Dime, ¿Humala dice que no tiene ninguna relación contigo?
-Mira, yo he apoyado por lo menos con 300 mil soles en la campaña de Humala del 2006; también lo apoyé en algunos mítines en la última campaña. Una de las empresas que tenía con mi padre le pagó 50 mil dólares a Nadine por un estudio sobre la palma aceitera. ¿Puedes creerlo? ¿Quién es experto en palma aceitera?
-Espera, espera –le dije- hablas muy rápido.

Belaúnde tamborileaba la mesa con sus dedos, mientras iba escribiendo.
-Aceitada de 50 mil dólares dijiste, ¿no?

De pronto, los dedos de Belaúnde se detuvieron. Se inclinó hacia adelante, se volvió a acomodar la gorra y carraspeó.

-¿Dónde dices que se va a publicar esto? ¿No decías que solo escribes columnas?
-Sí, pero no también escribo otras cosas. Mira, te cuento, desde muy niño siempre me han gustado las…
-Lo he pensado mejor y  prefiero no decirte nada más.
-Pero ¿por qué?
-Creo que no es el mejor momento para hablar. Estoy bastante fastidiado. Acabo de ver en el televisor que ahora en el gobierno nadie parece conocerme.
-Por eso mismo, te conviene hablar. Además, mi columna es de ficción. Nadie va a creer que es cierto.
-Olvídalo, pero igual gracias por venir hasta aquí para entrevistarme.
-Pero yo no he venido para eso. Como te digo…
-Es el colmo en verdad que ahora me quieran ignorar –dijo, como hablándole al aire-. Pero se fregaron, si me hundo yo, todos se van a hundir conmigo. Conmigo no van a jugar.

En ese momento, llegó el señor con los platos humeantes y los pone en la mesa.

-Dime una cosa –le dije a Belaúnde, mientras lo veía limpiar la cuchara con  una servilleta-. ¿Acaso no es verdad que has estado traficando influencias desde que Humala llegó al poder?
-Perdona, pero no voy a decir nada más. Además, yo no hablo de negocios cuando estoy comiendo.

En efecto, empezó a tomar la patasca y de pronto pareció aislado del mundo. Yo también tomé un par de cucharadas, pero luego me detuve al comprender que se me imponía una misión patriótica e impostergable. Debía ayudar a que Belaúnde sea capturado. Pensé entonces en levantarme de la mesa, salir corriendo y llamar a la Policía. Sin embargo, comprendí que de momento no podía hacerlo: la patasca estaba buenaza.

Publicado en la revista Velaverde Nº89