lunes, 20 de febrero de 2017

Chuponeo S.A. (Toledo-Benítez)



Alejandro Toledo: Aló, Heriberto. ¿Cómo va el tema judicial? ¿El peligro de ir a la cárcel es real?
Heriberto Benítez: No, para nada Alejandro. Afortunadamente el caso ya casi está olvidado.
AT: ¿Estás seguro?
HB: Totalmente.
AT: Pero entonces por qué tengo una orden de captura internacional y hasta han puesto una recompensa por mi paradero.
HB: Ah ya, tú hablas de tu caso. Yo pensé que hablabas de mí y el caso de la centralita.
AT: No, Heriberto, te hablo de mí.
HB: Ah ya, tú sí estás fregado.
AT: ¿Y qué sabes de Israel? ¿Sigue diciendo que no me dejará entrar?
HB: Sí, Alejandro, pero parece que es algo temporal nomás.
AT: Vaya, qué alivio, ¿y cuándo me quitarán la prohibición?
HB: Cuando ya no quieras ingresar.
AT: Por Dios, ¿y ahora qué hago?
HB: Hagas lo que hagas Alejandro, no vengas al Perú. No es un buen momento.
AT: Lo dices porque todo está en contra mía.
HB: No, lo digo por el calor. No sabes cómo está, el sol es una cosa terrible.
AT: Pero, entonces, ¿qué me aconsejas?
HB: Antes que nada. Ponte siempre bloqueador.
AT: Carajo, Heriberto. Te pregunto que qué me aconsejas como abogado. ¿Algo se te ocurrirá?
HB: Perdona, no te entiendo, te escucho entrecortado.
AT: ¿Así que no me escuchas? Qué vergüenza eso de hacerte el loco cuando no sabes qué decir.
HB: No es eso Alejandro, es que tu situación es bien complicada.
AT: Pero entonces para qué te contraté.
HB: A propósito, Alejandro, ¿cuándo vas a empezar a pagarme?
AT: Este…¿qué dices?...te escucho entrecortado.

Fuente: El Otorongo (17.02.2017)

viernes, 10 de febrero de 2017

EL DIARIO DEL OTO (Toledo en Paris)

Querido diario:

A ver te cuento que me fui a Paris  a ver a mi compadre Toledo. Lo encontré dando vueltas alrededor de la sala, como cuy en tómbola. No me aguanté y apenas lo saludé le dije: “Barata ha dicho que entregó 20 millones para usted”. Mi compadre me miró furioso. “Lo sé y estoy indignado”, me dijo, “yo solo recibí 11”. Entonces no supe qué decirle y solo moví mi cabeza a los lados. Toledo me miró y, casi al borde de las lágrimas, me dijo: ¿Acaso ya no se puede confiar en nadie? ¡Carajo!”.



De pronto apareció Eliane. “Alejandro, ya olvídate de eso. No seas angurriento”, le dijo, “ahora debes preocuparte de cómo librarte de la justicia”. Mi compadre se repuso casi en seguida y, por un momento, pareció tener el mismo temple de siempre, aunque en realidad lo que tenía era la misma casaca marrón de siempre. “No te preocupes, Ilián, todo está bajo control. Me voy a acoger a la prescripción”, dijo y, en el acto, Eliane le contestó: “Ah no, Alejandro, tú no te vas a coger a nadie”.  Varios gritos, arañazos y un par de bofetadas después, Eliane comprendió. Mi compadre solo quería hacer lo que hace todo político cuando la justicia lo empieza a acorralar: dejar que pase el tiempo hasta que ya no pueda ser juzgado.

Después de todo, mi compadre lo está haciendo por primera vez; otros, en cambio, ya están curtidos en esto y bien podrían dictar un taller sobre el tema. Por ejemplo, para Alan la prescripción ya no es un simple recurso legal, sino todo un estilo de vida.

“Compadre”, le dije, “aquí en confianza. Dígame, habiendo liderado la lucha contra la corrupción fujimorista, ¿no se sintió mal de recibir ese dinero y traicionar todo lo que hizo?”. En seguida vi que mi pregunta le llegó al alma. El hombre de Cabana, el autodenominado “error estadístico”, me miró verdaderamente conmovido y sacudido en su interior, y entonces, casi temblando, me respondió: “No”.

Ya está. No sigo más, es hora de comer, dormir e hincar como ninguno.

Don Oto. 


Fuente: El Otorongo (Peru21-10.02.2017)