domingo, 31 de julio de 2016

Palabras de despedida de Ollanta

Me pareció una buena idea que la persona que ha gobernado el país durante cinco años escriba unas líneas de despedida, el problema es que Nadine está empacando, ni modo, lo haré yo nomás.




Antes que nada, pongamos las cosas en su sitio, pese a lo que afirman mis enemigos, mi gobierno ha sido el mejor de los últimos cinco años. Desde el primer día en que Nadine empezó su mandato comprendió que debía dar el ejemplo respecto a la gran transformación y, en seguida, se transformó.  Yo no estaba tan seguro, pero Nadine me convenció que era mejor, más fácil y más rentable cambiar uno mismo que ponerse a cambiar el Estado, qué flojera.

Pero eso sí, nadie puede negar que hemos mejorado económicamente, me refiero a Nadine y a mí. Y si bien es cierto la economía nacional se ha enfriado un poco, esperamos que ello cambie ahora que se acabe el invierno.

Respecto a la pobreza en el país, es algo que Nadine no puede soportar, por eso es que ha viajado tanto al extranjero. Eso sí, estamos dejando diversos programas sociales que Nadine ha inaugurado cuando sus otras tareas –negar su letra de las agendas, comprar con tarjeta extendida y poner y sacar ministros- se lo permitían.

Un tema que ha tenido preocupada a la población ha sido la inseguridad ciudadana. Y nosotros no hemos sido ajenos a ello. Por eso apenas llegamos a Palacio de Gobierno tomamos medidas inmediatas contra la delincuencia: redoblamos nuestra seguridad y la de nuestra familia.

Antes de despedirme, quiero decir que Nadine es una persona muy valiosa, sobre todo cuando lleva joyas y vestidos de diseñador. En tal sentido, ella me ha ayudado mucho en la toma de decisiones. Eso sí, debo aclarar que Nadine nunca le dio ninguna orden a ningún funcionario, le bastaba con la mirada.

Como verán, no soy muy bueno para los balances, así que para redondear la idea le pregunté a Nadine. “¿Cómo crees que vamos a dejar al país?”. “Es obvio”, me dijo, “en avión”.


Fuente: El Otorongo (Peru21-29.07.2016)

lunes, 25 de julio de 2016

Un encuentro inesperado

No sé qué extraños sucesos me llevaron a pasar frente al histórico Bar Cordano, un sábado a las 9 de la mañana, pero ahí estaba yo. Como vi la puerta entreabierta, entré y quedé sorprendido al ver al presidente Humala en una de las mesas.

-Está cerrado –me dijo una voz del otro lado de local.

Entonces vi que la voz venía de un grupo de personas; rápidamente comprendí que eran policías.

-Déjenlo –dijo Humala y luego me miró-. Ven, siéntate aquí.



Humala arrimó una silla y me senté.

-¿Cómo te llamas? –me preguntó y antes de que pudiera responder agregó-. Mejor no, no me digas. Lo que quiero es saber la opinión de alguien como tú, un ciudadano de a pie, un cualquiera, un chauchilla, un pelagatos, un…
-Ya entendí.
-Mira –me dijo-. Me estaba yendo a un evento pero decidí parar aquí y pensar en mi gobierno. Es que sentí un nudo en la garganta.
-¿La ansiedad?
-No, la corbata. Me la ajusté demasiado. Dime, ¿cuál crees que ha sido el peor error de mi gobierno?
-Su esposa.
-Caramba, ni lo pensaste. Pero ella no es lo que la gente cree.
-¿Es peor?
-No, todo lo contrario. Es un amor de persona.
-Puede ser pero no basta con serlo. Usted ya sabe lo que se dice de la mujer del César…
-No sé, hace días no veo la tele. Lo que pasa es que ustedes son ingratos. A ver dime, ¿cómo hemos dejado la economía?
-Sigue creciendo pero a mucho menos velocidad que antes.
-¿Y qué me dices de la salud?
-Más o menos, hoy amanecí medio resfriado.
-Te pregunto de la salud en general.
-Bueno, la mayoría se queja de la atención.
-Ustedes creen que las cosas cambian de un día para otro.
-Pero ya pasaron cinco años.

Entonces Humala me miró. Dio un leve suspiro y dirigió su mirada hacia donde estaba su seguridad.

-Vamos, mejor cumplo con los compromisos.

Humala se puso de pie en el mismo momento que un mozo salió de la cocina trayendo un café y un pan con lechón.

-Déselo nomás al ciudadano de a pie –le dijo y se fue con su seguridad.

Mientras comía mi inesperado desayuno, pensaba en su gobierno. La verdad es que me dejó la imagen de un presidente que quiso, pero no pudo. Y, claro, también me dejó la cuenta. 

Publicado en revista Velaverde Nº173

lunes, 18 de julio de 2016

Una conversa con Chehade

Viernes, 6 y cuarto de la tarde. Acabo de llegar a una de las librerías más importantes de esta cuadra. Ingreso con dificultad porque hay varias personas que, sin querer, casi bloquean el ingreso. Recién adentro veo que se trata de una larga cola de entusiastas que pugnan por lograr una firma, un saludo, una dedicatoria del literato del momento: Omar Chehade.

El libro es “La Gran Usurpación”. En él Chehade cuenta con soltura –algunos dirían que con frescura- diversos pasajes al interior del gobierno, donde se muestra que quien llevaba la banda presidencial y ejercía el cargo de presidente era Nadine, dejando para Ollanta el cargo menos pomposo de “Cosito”.

Un rápido conteo me dice que hay cerca de 30 personas en la fila. Luego de hacer un breve sondeo descubro que hay 20 fujimoristas, 5 pepecistas, 4 apristas y un Daniel Abugattás. Este último había pasado inadvertido gracias a una gorra que llevaba. Sin embargo, se delató cuando un recién llegado quiso meterse en la cola y Abugattás lo acribilló a insultos irrepetibles, tan propios de él.



Chehade, elegido vicepresidente de la República, fue descubierto participando de una sospechosa cena que presumiblemente se había organizado para favorecer los intereses de una empresa. El famoso incidente en “Las Brujas de Cachiche” le costó, además de la cuenta, su cargo de vicepresidente y el favor de la pareja presidencial. Por esos días, la primera dama acuñó una de sus frases más conocidas: “Pago con tarjeta”, perdón, la frase es: “¿Tan difícil es caminar derecho?”.

Casi cinco años después, a Chehade se le ve feliz de la vida. Sin desdibujar su sonrisa, hace una dedicatoria y estampa su firma en cada libro.

-Lo veo feliz, realmente disfruta todo esto.
-Sí, es verdad, me siento más que feliz, satisfecho, contento conmigo mismo. Y creo que eso pasa porque he descubierto mi vocación.
-¿Escribir?
-No, firmar libros.

Saco de mi morral un ejemplar de su libro. Lo que quiero es comentarle algunas partes que he marcado, pero él se apresura en arrebatármelo de mis manos.

-¿Tienes un lapicero?
-¿Un lapicero?
-Sí, tenga.
-¿Qué quieres que te ponga en la dedicatoria?
-Nada, su firma nomás.

Chehade igual me pone unas palabras antes de firmar. Me lo entrega y leo: Con mucho aprecio, para Ollanta.

-Pero aquí me ha puesto Ollanta.
-¿Ollanta?
-Sí, mire.
-Es verdad. Perdona, no es la primera vez que me pasa. Más temprano a una chica le puse Nadine.
-¿Y eso por qué?
-No sé.
-Pero, ¿por qué cree? Digo no hay que ser muy perspicaz.
-¿A qué te refieres?
-Es que parece que fuera un cargo de conciencia.
-¿Conciencia? ¿Yo?
-Bueno, por algo le saltan los nombres de Ollanta y Nadine.
-Debe ser que llevo meses escribiendo sobre ellos.

El todavía congresista hace una mueca extraña, quizá de disgusto, o quizá de incomodidad. Ya no se le ve feliz.

-Mucha gente me ha criticado por escribir el libro.
-Me ha adivinado la pregunta que le iba a hacer. ¿No cree que es un error que ventile las intimidades de la pareja presidencial?
-Yo no he ventilado ninguna intimidad que no sea de interés político.
-Pero entonces, ¿qué este libro para usted? ¿Un ajuste de cuentas?
-No, para nada. Me han pagado todo mi sueldo.
-¿Entonces no hay…?
-Pensé que íbamos a hablar del libro, no de mí.
-Pero usted es el que ha escrito el libro.
-Sí, pero…
-Está bien, le pregunto del libro. ¿Cuánto tiempo se demoró en escribirlo?
-Casi medio año.
-¿Y qué técnica ha utilizado?
-La técnica de la venganza.
-Lo ve. Se trata entonces de un libro de revancha.
-Puede ser, pero todo lo que digo es cierto.

Chehade vuelve a sonreír.

-Como te digo, me siento contento. Creo que fue una buena decisión escribir todo, descargarme de todo lo que viví.
-El congresista Teófilo Gamarra lo ha calificado como traidor.
-Esos comentarios no me afectan.
-¿Entonces por qué está llorando?
-¿Llorando? No, solo me entro una pajita a los dos ojos.
-La palabra traidor es grave.
-No, más bien es aguda.

De pronto se queda en silencio y mira hacia un lado. Yo no quiero interrumpir su digresión y miro de reojo las partes que marqué en su libro.

-Perdona, me distraje. ¿En qué estábamos?
-Le quiero preguntar por Humala. En su libro parece que quiere ponerlo como una víctima de Nadine.
-Bueno, Ollanta se vio sobrepasado por su esposa.
-¿Y usted no le advirtió lo que estaba pasando?
-Claro, en el libro cuento que una vez le dije: “Ollanta, ¿no te parece que le das mucha importancia a las opiniones de Nadine?” Y me respondió: “No sé, déjame ver qué opina Nadine”.
-Quiero tocar otra vez el tema de las críticas. Además del congresista Gamarra otros nacionalistas han criticado fuertemente el libro.
-Entiendo, no les gusta mis revelaciones.
-No, lo que no les gusta es su estilo. Dicen que le falta un mejor manejo narrativo. También dicen que algunos de sus personajes están a medio construir, sobre todo Humala.
-Pero esto no es una novela.
-Igual lo critican porque dicen que hay cosas que no se deben contar.
-Pueden decir muchas cosas, pero lo importante es que yo me siento bien conmigo mismo.
-¿Y qué me dice de Nadine? Hace cinco años ella le puso la cruz. Hoy ella tiene impedimento de salida del país y usted está firmando libros.
-Es verdad. Cómo es la vida, ¿no? Ella perseguida por la justicia y yo por mis admiradores.

Chehade nos interrumpe porque ya se ha formado otro cola de incautos, perdón, de lectores que quieren la firma del congresista. Se despide sonriendo y, entonces, me doy cuenta que se está llevando mi libro, el que firmó y dedicó a Ollanta.

Ni modo, me voy. No vaya a ser que se le ocurra devolvérmelo.


Publicado en la revista Velaverde Nº172

lunes, 11 de julio de 2016

De despedidas, censuras y agendas

Ollanta Humala se encuentra en uno de los salones de Palacio de Gobierno. Está guardando cosas en una caja. Entonces ingresa su edecán.

-Oe te buscan.

Humala levanta la mirada y mueve la cabeza.

-¿Qué le pasa a usted? ¿Qué es eso de “oe”? Recuerde que todavía soy el presidente de este país.

El edecán asiente.

-Perdone señor presidente, es que le falta tan poco.
-A usted no le interesa cuánto me falta. Y pórtese bonito porque todavía puedo echarle a perder el legajo.
-No, no, eso sí que no, excelentísimo señor Presidente.
-Así me gusta. Ahora dígame, ¿quién me busca?
-Es Waikiki.
-¿Waikiki? ¿De la playa Waikiki?
-No, Waikiki pues.
-Óigame edecán. No estoy para adivinanzas, hágame el favor de ir y averiguar bien.

El edecán hace una venia y sale del salón, mientras Humala vuelve a ocuparse de la caja. A los poco segundos, el edecán vuelve.

-Señor excelentísi…
-Ya, no te gastes, ¿quién quiere verme? ¿No era Waikiki?
-No, señor presidente, era un tal Valakivi. ¿Lo conoce?
-Claro que lo conozco. Es el Ministro de Defensa. Hazlo pasar.



El edecán vuelve a hacer una venia aún más notoria y se va. En seguida, ingresa el ministro, cargado de folders y papeles.

-Jakke, ¿cómo estás? –dijo Humala estirándole la mano para saludarlo.
-Bien, señor presidente –respondió estrechando la mano de Humala, pero despacio, con miedo a que se le caigan los documentos que había llevado. Valakivi toma asiento y pone todo sobre la mesa central.
-Me disculpas Jakke que te reciba así en este desorden, pero estoy ya empacando algunas cosas. Tú sabes, el 28 soy fuga.
-¿Entonces es cierto que se va a escapar?
-No, Jake, no entiendes. Cuando dije soy fuga fue solo una expresión.
-Si usted lo dice.

Humala lo mira serio durante unos segundos, luego vuelve a guardar cosas en la caja.

-Mire, señor presidente, le cuento. Estamos en graves problemas.
-¿Qué pasa? –pregunta Humala, sin alarmarse, sin dejar de guardar cosas.
-En el Congreso me quieren censurar.
-¿Por qué?
-Porque tengo problemas con la inteligencia.
-¿Por eso? No te preocupes. Yo estoy peor que tú y nadie me ha dicho nada.
-Señor presidente, le estoy hablando de la inteligencia en el VRAEM.
-Ah sí, claro. ¿Cómo va  esa denuncia contra los periodistas?
-La denuncia ya la hicimos. Ahora depende del Poder Judicial. Pero el problema no es ese.
-Entiendo, estás preocupado por cómo se manejará ahora la inteligencia.
-No, señor presidente. El asunto es más grave todavía.

Humala deja la caja por un instante y observa a Waikiki, perdón, a Valakivi.

-¿Más grave? ¿No me digas que esto me involucra a mí?
-No, a usted no.
-¿A Nadine?
-No, señor presidente, el asunto me involucra a mí. No sabe lo grave que sería si me censuran.

El presidente esbozó una sonrisa y movió la cabeza a los lados.

-¿Por eso te haces tantos problemas?
-A mí nunca me han censurado.
-Hace un momento estábamos hablando que ya nos quedaba poco tiempo en el gobierno.
-Sí, lo sé.
-¿Y entonces? ¿Qué te puede importar que te censuren o no? Si es por la grati no te preocupes, yo hablo con el MEF y así te saquen del ministerio igual recibes tu grati completa.
-Vamos, señor presidente. No es justo que me pase esto y le voy a explicar por qué.

El Ministro de Defensa coge el primer folder de la ruma de cosas que puso en la mesa.

-Mire, señor presidente, de acuerdo a la ley de información clasificada…
-No, Jakke, no quiero me que leas nada. No es momento para eso.
-Pero solo le quiero leer la parte que…
-No, Jakke, olvídalo.
-Pero ¿y la censura?
-Te censurarán pues, nadie se ha muerto por eso.
-Es que no es justo. Por último yo ni quería denunciarlos, pero cuando hablé con Nadine…
-Ya no hablemos de ese tema.
-Pero si de eso he venido a hablar señor presidente. Todos dicen que en lugar de denunciar a los periodistas debería haberles agradecido por descubrir un caso de corrupción.

Humala saca de la caja una fotografía enmarcada. En ella se ve a un mucho más joven Ollanta, tomado de la mano de Nadine. Lo mira, sonríe y se lo muestra a Val Kilmer, perdón, a Valakivi.

-Mira Jakke, nos tomaron esa foto en Cusco, en plena campaña del 2006.

El Ministro de Defensa mira la foto y apenas fuerza una sonrisa. Luego vuelve a mostrarse preocupado.

-¿Y entonces señor presidente? ¿Me puede ayudar?
-¿Ayudar a qué? –dijo regresando la foto en la caja.
-A evitar la censura.
-Olvídate de la censura Jakke. A estas alturas qué importa eso.
-Pero señor presidente, quizá si habla con los congresistas del nacionalismo me puedan dar una mano.
-¿Con quién hablo? ¿Con Abugattás? ¿Con Chehade? Ya pues Jakke, lo que deberías preocuparte es dejar todo en regla en el ministerio.
-¿Qué insinúa señor presidente?
-Nada, no insinúo nada. Solo te digo que deberías pensar más en la transferencia que en otra cosa.

El Ministro de Defensa se pone de pie. Le estrecha la mano a Humala, recoge sus papeles de la mesa y camina hacia la salida del salón.

-Te deseo toda la suerte del mundo –le dijo Humala, sin verlo.
-Gracias –respondió Valakivi y volteó para agregar- A usted también le deseo toda la suerte del mundo con la agenda, señor presidente.
-¿Con qué agenda?
-Con la agenda que tiene que cumplir de aquí hasta el 28.
-Ah ya –dijo Humala, mirándolo serio- Pensé que me estabas insinuando algo.
-No, señor presidente, de ninguna manera.


Publicado en la revista Velaverde Nº171

sábado, 9 de julio de 2016

El diario del Oto (Pérez Guadalupe)

Querido diario:

A ver te cuento que me fui al Ministerio del Interior donde mi compadre Pérez Guadalupe me estaba esperando. Lo encontré en su despacho revisando las noticias en su laptop. Me extrañó ver cómo sus ventanas estaban reforzadas con grandes barrotes de fierro.

-Es por seguridad- me dijo-. Es que están robando mucho por esta zona.  

Luego me explicó que estaba indignado con el nuevo Contralor de la República.

-Imagínate -me dijo-. Qué se habrá creído. Ni bien llega y ya quiere luchar contra la corrupción. ¡Dónde se ha visto eso!
-Bueno –le dije-. No le hagas caso. Ya sabes lo que dicen: escobita nueva barre bien.
-Caramba, Oto, no sabes cómo extraño al anterior contralor. Ese Khoury sí era buena gente.  Con él uno podía hacer compras con total tranquilidad.
-Sí, pues, hay gente que le gusta poner trabas nomás.

Entonces, de pronto, su rostro se puso serio.

-Pero lo que más me molesta del nuevo contralor es que ni siquiera me ha devuelto la llamada.
-¿Estás seguro que era su número?
-Claro, y no solo lo llamé, también le mandé un whatsapp y un tuit.
-¿Y nada?
-Nada, ni siquiera me ha aceptado en el facebook.

De repente se puso de pie y me pidió que lo siga. Bajamos por el ascensor y llegamos a la explanada del ministerio. Ahí estaba una de las camionetas modificadas que se han comprado como patrulleros.

-Mira –me dijo- este es el patrullero. No entiendo por qué lo cuestionan tanto.
-En realidad te cuestionan a ti.
-Pero no tienen ningún motivo.                                                                       
-Dicen que has pagado mucho por los patrulleros.
-Falso, el que ha pagado es el Estado.
-También dicen que el espacio para el piloto es muy estrecho.
-Bueno, eso es verdad, pero ya lo solucionamos.
-¿Pusieron el asiento más atrás?
-No, le quitamos el volante. Ahora tiene más libertad de brazos.
-¿Y la gasolina? También dicen que van a consumir mucho.
-Falso. No van a consumir mucha gasolina, casi toda se la roban.
-¿Y qué hay del blindaje?
-De eso no te preocupes, ya mis abogados me han garantizado que no me va a pasar nada.
-Me refiero al blindaje del patrullero.
-Ah bueno, sí, sí tiene, solo falta probarlo. ¿Te animas?

Y bueno, no es que desconfíe de mi compadre, pero no me animé. Más bien ahora van a traer al nuevo contralor para probar, si quiere, el blindaje contra balas. Y, si no quiere, contra su voluntad.

Ya está. No sigo más, es hora de comer, dormir e hincar como ninguno.

Don Oto.


Publicado en "El Otorongo" (Peru21-08.07.2016) 

martes, 5 de julio de 2016

Contigo, Kouri

Pocas veces hemos presenciado un apanado mediático tan injusto como el que ha sufrido el exalcalde y expresidente regional del Callao, Alex Kouri. Caído en desgracia, ha sido puesto preso por un juez que, de pronto y sin previo aviso, se decidió tramposamente a hacer justicia; y aquí en el Perú todavía.

Es, asimismo, lamentable que Kouri haya tenido un juicio sumario que duró apenas 12 años, tiempo insuficiente siquiera para armar una buena coartada. Además, es más que evidente que la prensa ha tomado partido rápidamente en contra de él. Sin embargo, ello era previsible, a algunos medios les gusta dejarse arrastrar por los hechos y la verdad.

Pero, ¿de qué se acusa a Kouri? ¿De ser un visionario? ¿Un incomprendido de su tiempo?



Todo comenzó una mañana de 1999 en la que el entonces alcalde del Callao se despertó con una idea en la cabeza: hacer dinero, perdón, hacer un peaje. A diferencia de muchas autoridades que se quedan entrampadas en sus proyectos, Kouri pisó el acelerador a fondo. De esta forma, no perdió tiempo en absurdas e innecesarias licitaciones y contrató a una empresa vinculada a su familia política, es decir, de su más absoluta confianza.

A pesar suyo, recién el 2004 las magníficas casetas del peaje se incorporaron al colorido paisaje chalaco. Los encargados de cobrar el peaje se encontraban listos para llenar sus cajas, mientras los miembros de la empresa y Kouri salivaban, tanto que bien pudieron haber sido estudiados por Pávlov.

Entonces empezó el cobro del peaje a los miles de vehículos que pasaban por aquel lugar, muchos de los cuales iban y volvían del aeropuerto. De pronto, un día, alguien puso un “pero”; ya se sabe, nunca falta una persona negativa, pesimista, anclada al pasado que no quiere la modernidad. Este señor se preguntó: ¿Y cuál es la pista construida por la que se paga peaje? Rápidamente la pregunta saltó a la prensa que insistía en por qué se cobraba si no había ninguna obra que lo amerite.

En seguida, Kouri salió al frente y  dejó a todos callados cuando les mostró que habían construido una carretera afirmada y arreglada de 10 cuadras, pero cuadras largas. De esa manera se justificaba los 13 millones de dólares que se recaudaba cada año.

Si todo esto no es suficiente para demostrar la inocencia de Kouri, a continuación, le mostramos una prueba irrefutable. Se trata de un extracto de la transcripción que el propio exalcalde hizo de un vladivideo inédito.

Montesinos: Alex, ¿cómo estás?
Kouri: Bien, doc.
Montesinos: ¿Y a qué se debe su visita?
Kouri: He venido a decirle que no cuente conmigo para ningún negociado.
M: Me extraña Alex.
K: Sí, lo extraño, pero eso ¿qué tiene que ver?
M: Quiero decir que me extraña que me digas que no va a hacer negocios conmigo.
K: Lo que pasa es que soy un hombre decente y de principios.
M: Ya pues, Alex, ¿con quién crees que estás hablando?
K: En serio doc. Está usted viendo a otro hombre.
M: Será otro hombre pero con la misma billetera.
K: Se equivoca doc, ya no quiero andar por el mal camino.
M: ¿Ah sí? ¿Entonces no quiere que hagamos negocios?
K: No, negociados nomás.
M: Ya decía yo.
K: Perdone doc, me ganó la costumbre, pero la verdad es que de ahora en adelante quiero llevar una vida de servicio a los demás.
M: ¿Y qué pasará con el peaje?
K: ¿Qué peaje?
M: El peaje pues, no te me hagas el loco.
K: No sé de qué me habla.
M: Entonces no te acuerdas que en el peaje está el negocio.
K: No, no me acuerdo. Ni siquiera sé qué es un peaje.

En el extracto que acabamos de ver se muestra claramente que el exalcalde del Callao desconoce cualquier irregularidad en el robo, perdón, el cobro del peaje. Es más, Kouri se muestra como un hombre de bien, honesto, preocupado por la sociedad, carente de malicia, casi un santo.

Kouri es, sin duda, un perseguido político, o ¿acaso no es política del Poder Judicial perseguir a los corruptos? 

Finalmente, nos unimos a todos los hermanos chalacos que muestran su dolor  y pesar al enterarse que Kouri ha sido abusivamente enmarrocado y llevado a Piedras Gordas de Ancón. “Es injusto. Deberían haberlo traído aquí al Callao, a Sarita Colonia”, dijo, afligido, uno de sus allegados.


Publicado en la revista Velaverde Nº170