lunes, 30 de marzo de 2015

DINI: listo para la lista



¿Qué significa ser alguien en la vida? Bajo el mural de una iglesia alguien podría decir que uno ya es alguien desde que es concebido, otros menos religiosos dirán que recién al nacer. Los más pragmáticos reducirán la disyuntiva a si se tiene o no un DNI, de preferencia vigente. La mayoría, en cambio, coincidirá en que ser alguien en la vida se relaciona con ser alguien importante, de cierta relevancia económica y/o social. Desde ese punto de vista, me pregunto, ¿habré llegado a ser alguien? ¿Habré alcanzado el éxito? ¿Alguien sabe qué es el éxito? ¿Otra vez estoy hablando solo?

Todas estas cavilaciones –y otras menos profundas- surgieron en mi cabeza cuando leí un tuit que revelaba que la DINI había investigado a cientos de personas, entre ellas, políticos, periodistas y empresarios. La noticia adjuntaba un archivo Excel con la lista de todos los involucrados. La descargué y antes de abrirla, como un ramalazo, comprendí en forma clara e inequívoca cuál era la naturaleza de esa lista: solo quien estaba en ella era alguien importante en la vida. De modo que la respuesta a mi pregunta inicial llegaba en forma de cuadro de Excel; cientos de filas y algunas columnas albergaban a los peruanos dignos, dignos ser tomados en cuenta. Fuera de la lista acechaba la oscuridad, la no existencia, un océano de oprobioso anonimato.

Entonces respiré hondo. Las pulsaciones se aceleraron y mi garganta pareció secarse de pronto. ¿Sería posible que yo figure en esa lista? Con ansiedad, con el alma en vilo, como cuando me buscaba en la relación de los ingresantes a la universidad, así, traté de encontrar mi nombre. Fueron dos minutos de la más terrible incertidumbre; una dolorosa experiencia que no se la deseo a nadie, bueno, quizá a uno que otro congresista. Al final, todo fue en vano. La dura realidad me golpeó y ratificó mi condición de ciudadano de a pie, de poblador inexistente; de ser, en buena cuenta, un peruano más.

Comprobar que una entelequia es más real que uno, no sucede todos los días. El haber sido concebido, haber nacido y tener DNI ya no eran suficientes. Y, a decir verdad, que la DINI no me haya considerado en sus investigaciones era tremenda injusticia. Desde hace más de un año me he esforzado mucho en ser una amenaza al presidente Humala y a su gobierno. ¿Acaso en vano he ideado e hilvanado frases y críticas contra el nacionalismo? ¿En verdad he perdido mi tiempo pensando en cómo revestir de humor mis ácidas y punzantes opiniones? ¿Acaso uno se puede burlar del gobierno sin ser censurado, perseguido o investigado? ¿Qué es esto? ¿Democracia? ¿Libertad de expresión?

Esta semana una luz de esperanza iluminó la nube gris de mi camino. Una segunda lista de investigados por la DINI apareció. Sin embargo, la realidad insistió en la afrenta y me volvió a pagar mal.

Desde este espacio solicito humildemente ser investigado por la DINI. Me interesa sobre todo que hurguen en registros públicos para ver cuántas propiedades tengo, quizá tenga suerte y encuentren alguna. En todo caso, si el gobierno considera inútil movilizar recursos y personal para investigarme, me bastaría con ser incluido en la lista de la DINI, al menos nominalmente, y así, por fin, ser alguien en la vida. Después de todo, ¿este no era el gobierno de la inclusión?

A cambio me comprometo a seguir comentando en forma risueña las mil y un aventuras del presidente Humala y de sus allegados palaciegos. Prometería dar lo mejor de mí, pero la idea es hacer bien las cosas. De todas formas, me esforzaré en la ironía y me entregaré al sarcasmo, lo necesario para estar a la altura de las circunstancias y merecer estar en la mira de la DINI, una institución tan noble, tan incomprendida y, según dicen, tan desactivada.

Publicado en la revista Velaverde Nº108

viernes, 27 de marzo de 2015

Chuponeo S.A. (Humala-Gutiérrez)




Ollanta Humala: Aló Josué.
Josué Gutiérrez: Excelentísimo señor presidente.
OH: Vamos Josué, entre nosotros hay confianza. Dime señor presidente nomás. A ver, ¿cómo va la censura contra Anita?
JG: Bueno, estoy convenciendo uno por uno a los congresistas para que voten en contra. Ya solo me faltan cinco.
OH: ¿Cinco congresistas?
JG: No, cinco bancadas.
OH: ¿Tan mal estamos? Pero entonces, ¿quién nos apoya?
JG: Bueno, no fue fácil, pero ya conseguí el apoyo de nuestra bancada.
OH: ¿Y mi socio no va a apoyarnos?
JG: No sé, no sabía que Belaúnde Lossio podría sernos útil.    
OH: Me refiero a Toledo. Seguro qué su gente estará con nosotros.
JG: Sí, eso sí. El problema es que los congresistas que aparecen en la lista de la DINI están indignados.
OH: ¿Y los demás?
JG: Están indignados porque no aparecen en la lista.
OH: ¿Tanto así?
JG: Sí, algunos han entrado en depresión.
OH: ¿Y si le pedimos a la DINI que los investigue?
JG: ¿Pero la DINI no se está desactivando?
OH: El que se está desactivando es el gobierno.
JG: Le prometo que seguiré buscando más votos.
OH: No esperaba menos de ti, Josué. Esperaba más. ¿Y el libro que te di sobre cómo negociar en Política?
JG: No he podido terminarlo. Lo leo y me detengo, lo leo y me vuelvo a detener.
OH: ¿Y por qué haces eso?
JG: ¿No me dijo que lo lea detenidamente?
OH: Vaya, me decepcionas. Pensé que serías un mejor operador político.
JG: Pero señor presidente, yo hice lo que usted hubiera hecho en mi lugar.
OH: Nos fregamos entonces.


Publicado en El Otorongo (27.03.2014)

lunes, 23 de marzo de 2015

Entendiendo a Castañeda

Pese a las duras y constantes críticas que viene recibiendo, el alcalde Castañeda no se amilana. Al contrario, ciñéndose  a la máxima popular: “lo que no te mata, te hace más fuerte”, ha creado alrededor de sí una gruesa coraza que lo mantiene alejado de los insultos, los agravios y el sentido común. Y aunque cualquier otra persona, menos bondadosa, habría querido devolver los golpes e imponer la Ley del Talión, Castañeda, en cambio, ha respondido con proyectos, obras y varios baldes de pintura amarilla.

Prueba de su febril trabajo son las medidas que ha tomado en menos de tres meses de gestión.  Sin embargo, algunos limeños, basándose en aspectos tan sobrevalorados como la razón y el buen juicio, las han cuestionado con inusitada dureza.



El problema, creo, es que no se han explicado con la debida claridad. Aquí un rápida revisión de algunas de ellas:

Despidos en masa: El origen del repentino desempleo de miles de trabajadores ediles no está en nuestras tierras. Hace más de 100 años, Henry Ford le mostraba al mundo las bondades de la producción en masa. Nuestro alcalde, en una interpolación genial, ha utilizado similar concepto para agilizar la engorrosa –y penosa- tarea de despedir uno a uno a los miles de empleados de la gestión anterior. “Es una venganza contra Susana”, dijeron algunos cuando se dio la noticia. Castañeda descartó de plano esta acusación y luego mostró, documentos en mano, que ninguna de las mujeres despedidas se llamaba Susana. Ello echó por tierra la denuncia y, de paso, la ciencia de las probabilidades.

El correteo de Orión: De forma similar como Castañeda ha sido blanco de un ataque sistematizado, la empresa Orión también ha recibido mala publicidad sin merecerla. A fin de poner las cosas en su sitio, el alcalde le dio a Orión la luz verde –o luz roja, a ellos le da igual- para seguir con el correteo, es decir, le ha dado la oportunidad para que los conductores de cada unidad compitan entre sí por obtener más pasajeros. Ahora bien, que los choferes de Orión suelan confundir el freno con el acelerador no debería ser motivo de alarma, salvo, claro, si ello ocurre cuando uno está de pasajero. Los críticos de nuestro alcalde no entienden que la visión del Municipio es que estos esforzados choferes avancen en sus vidas; que prefieran hacerlo a más de 100 kilómetros por hora es solo un tema de libre albedrío. De manera que afortunadamente quedó descartada la idea de la anterior gestión municipal, según la cual había que formalizar el transporte y eliminar el correteo. ¿Qué estaba pensando la gestión anterior? ¿Qué éramos una  sociedad civilizada? ¿En serio? 
        
Los murales: Iniciada su gestión, Castañeda y su iluminado equipo de colaboradores notaron que diversas paredes de nuestra Lima habían sido intervenidas en el peor sentido artístico de la palabra. Murales coloridos daban vida y alegría a una ciudad cuya tristeza es proverbial, acaso histórica.  No en vano el escritor Herman Melville, a raíz de su paso por la ciudad en el S. XVIII, la calificó como la ciudad más triste que había conocido.  O sino basta recodar el mediodía gris de Zavalita cuando mira la avenida Tacna sin amor y bien podría preguntarse ¿En qué momento se entristeció Lima?  Entonces, sincerémonos, ¿una Lima feliz?, ¿festiva? ¿En verdad queremos ir contra nuestra historia? Castañeda ha sabido ver más allá de lo evidente y ha rescatado, de ese mundo colorido, la real condición tristona de la ciudad. Una actitud valiente sin duda.

Queda entonces demostrado que estamos ante una autoridad que sufre críticas interesadas de parte de gente que –nunca faltan- solo se interesan por  el bienestar de Lima. Castañeda es un hombre pragmático, de acción. Una persona así no tiene por qué sustraerse de la practicidad del cemento para hundirse en conceptos tan banales y etéreos como la transparencia, la tolerancia y la cultura.

Dejémoslo entonces que gobierne…pero no tanto.


Publicado en la revista Velaverde Nº107

viernes, 20 de marzo de 2015

Chuponeo (Castañeda - Juárez)




Luis Castañeda: Aló, Patricia, ¿cómo va el tema de los murales?
Patricia Juárez: La cosa no pinta bien.
LC: ¿Y si cambian de brocha?
PJ: No, me refiero a las críticas que nos hacen todos.
LC: Olvídate de eso Patricia. ¡Cuándo nos ha preocupado lo que diga la gente!
PJ: A decir verdad, sí tenemos problemas con el pintado de los murales.
LC: ¿Les falta pintura?
PJ: No, nos faltan murales.
LC: ¿Cómo dices?
PJ: Ya acabamos con todos los que nos dijiste y nos queda pintura de sobra.
LC: Ya sé qué mural pueden pintar.
PJ: Lucho, quedamos en que no tocarías al Señor de los Milagros.
LC: Está bien. Dime, ¿y si aprovechamos para pintar el local del partido?
PJ: Yo creo que sí, después de todo no sería pecado, ¿no?
LC: No, pero sería peculado. Mejor vemos eso después. Ahora quiero contarte que he tomado una importante decisión en beneficio de Lima.
PJ: ¿Vas a renunciar?
LC: No, al contrario. He decidido no postular a la presidencia e ir a la reelección como alcalde. ¿Cuántos periodos seguidos gobernaré? ¿Dos? ¿Tres? ¿Cuatro?
PJ: Uno.
LC: ¿Por qué?
PJ: Porque el Congreso ha prohibido la reelección inmediata de presidentes regionales, presidentes de Apafas y alcaldes.
LC: ¡Qué bajeza! Esto es una jugada política. Pero te aseguro que el Congreso se va a arrepentir.
PJ: ¿Lo pintamos de amarillo?
LC: Qué terrible sentirse atropellado por una autoridad y no poder hacer nada para defenderse.
PJ: Cierto, Lucho. Ahora te dejo porque tengo que reunirme con unas personas que rechazan el regreso de las combis asesinas.
LC: Nunca faltan los quejosos. Seguro que son del Movadef.

Publicado el 20.03.15 (El Otorongo - Peru21)

jueves, 19 de marzo de 2015

Castañeda y la venganza amarilla



Sentado en su amplio sillón municipal, Castañeda revisa en su computadora las cuentas del municipio.  El sonido del teléfono lo sacó de sus cavilaciones.

-Señor alcalde, lo busca la señora Juárez –dijo la voz a través del hilo telefónico.

La teniente alcaldesa ingresa y, de pronto, Castañeda la nota extraña. Del andar seguro y altivo quedaba poco y ahora la veía atravesar la oficina con pasos casi arrastrados, como si le pesara los pies. Su rostro, además, parecía apagado.

-Lucho, ¿cómo estás? –dijo mientras se sentaba.
-Bien, bien, más bien dime qué te ocurre. No me gusta tu aspecto.
-Bueno, Lucho, tú tampoco eres un adonis.
-Vamos, Patricia, yo me refiero a tu semblante. Parece como si algo te preocupara.

Juárez carraspea. Se pasa la manó por su frente, como peinando un cerquillo inexistente.

-Mejor dime primero para qué me mandaste llamar –dijo.

Castañeda se reacomoda en su asiento y da un suspiro.

-A ver, Patricia, mira, he estado viendo las cuentas del municipio. Yo creo que podemos hacer varios negociados.
-¿Negociados? Querrás decir negocios.
-Claro, eso quiero decir: negocios. Y fíjate que aquí tenemos para dos o tres periodos más. La verdad prefiero asegurarme aquí en lugar de  lanzarme a la presidencia. Aquí sin que nadie nos moleste podemos dedicarnos a desfalcar…
-¿A desfalcar? Querrás decir a gobernar.
-Eso mismo: gobernar. Tú sabes que a veces me confundo con las palabras.

Juárez se puso de pie y empezó a caminar de un lado a otro de la oficina.

-¿Qué pasa Patricia?
-Lucho, tengo que darte una mala noticia.
-A ver, dime.

La teniente alcaldesa se detuvo de pronto en medio del lugar y desde ahí miró a Castañeda.

-Lucho, esta mañana se puso a votación una norma que prohíbe la reelección de los alcaldes.
-¿De los alcaldes?
-Sí –dijo volviendo a sentarse-. Felizmente nuestros congresistas estuvieron en la votación.
-¡Qué bueno! Entonces lograron que la ley no se apruebe.
-No, la ley se aprobó.
-¿Y entonces por qué me dices que felizmente estuvieron en la votación?
-Porque si no hubieran estado le habrían puesto falta.
Uno, dos, tres segundos de silencio y de pronto, furibundo, Castañeda golpea el escritorio. La madera de roble resuena y Juárez casi se cae del asiento del susto.

-No sé por qué pero creo que Susana está detrás de esto.
-Pero esto es decisión del Congreso.
-Lo sé, pero es igual. Esto tiene que ser culpa de ella.
-Estás obsesionado con ella.
-¿Yo? ¿Obsesionado con ella? Estás completamente equivocada Susana.

Juárez alza las cejas y el alcalde refunfuña. Achina los ojos, se encorva y cierra los puños.

-Tenemos que vengarnos. Despide a todos los miles que trabajaron con ella.
-Eso ya lo hicimos Lucho.
-¿Ah sí? Entonces hay que parar la reforma del transporte y que regrese Orión y los correteos.
-Eso también ya lo hicimos.
-Caramba, ¿y entonces qué más podemos hacer?
-No se me ocurre.

Entonces una sonrisa siniestra se dibuja en el rostro del alcalde.

-Dime, ¿has visto esos murales que hay por el centro?
-Sí, claro. Están bien bonitos, llenos de colores, con diseños modernos y bien pensados.
-No me gustan para nada.
-En realidad son de lo peor.
-Qué bueno que coincidas conmigo. Vamos a borrar toda huella de la gestión de Susana.
-¿Otra vez con Susana?
-Escúchame. Vamos a borrar todos los murales. Eso les va a doler a Susana y su gente.
-Pero Lucho, ¿no estarás exagerando?
-No, diles a los de asesoría legal que me den una excusa para borrar todos los murales.
-Dicen que uno de los que los pintó es simpatizante del Movadef.
-Excelente. Voy a decir que los murales no quedan con la ciudad y…
-¿Qué los murales no quedan con la ciudad? ¿Eso qué significa?
-No sé, diles a los de la dirección de Cultura que le encuentren significado. También voy a decir que Susana le pagó a uno del Movadef para que haga apología del terrorismo.
-¿Y tú crees que la gente se crea todo eso?
-Claro, aquí la gente se cree todo.
-Pero Lucho, algunos de esos murales están muy bien hechos. En uno de ellos incluso está Chabuca Granda.
-No me importa. Nunca me gustó mucho “La Flor de la Canela”. Todos serán destruidos y los pintamos de amarillo.
-Lucho, cálmate y escúchame. Es mejor no meterse con Chabuca.

Castañeda juga con sus dedos sobre el escritorio.

-Está bien, dejémosle a Chabuca. Todo lo demás hay que pintarlo de amarillo.
-¿No es mucho ya Lucho? El amarillo es el color de nuestro partido.
- Vaya, qué feliz coincidencia.
-¿Estás más tranquilo ya?
-Lo estaré cuando todo esté pintado.
-¿Y después Lucho? ¿Después ya empezaremos a trabajar?
-Claro, Patricia, ahora hay que esforzarse más. Solo tenemos cuatro años para asaltar la ciudad.
-¿Para asaltar? Querrás decir para administrar.
-Claro, claro, Patricia, para eso.


viernes, 13 de marzo de 2015

Chuponeo S.A. (Del Castillo - Alan)



Jorge Del Castillo: Aló Alán.

Alan García Pérez: Hola Jorge. Dime, ¿qué hay de nuevo?

JDC: Bueno, acaban de inventar el primer avión solar. Claro que todavía falta que lo prueben de noche, pero…

AGP: No, Jorge, te pregunto para qué me llamas.

JDC: Ah bueno, te llamo porque estamos preocupados. Te hemos visto decir  que no sabes si serás candidato o no. 

AGP: ¿Por eso?

JDC: Claro, Alan, en el partido dábamos por hecho que lo serías. ¿Y ahora? ¿Qué vamos a hacer? ¿Desempolvar al tío Bigote?

AGP: ¿Y ese quién es?
       
JDC: Cornejo pues Alan. Ojalá nomás que no se haya afeitado porque si no…

AGP: Tranquilo Jorge.

JDC: ¿Sigue con el bigote entonces?

AGP: Eso no lo sé, pero no te preocupes que yo sí seré candidato.

JDC: Qué bueno Alan. Me tranquilizas. Solo contigo podremos meter varios parlamentarios. Estaba temiendo que nos ocurra la misma desgracia de las últimas elecciones.

AGP: ¿Que volvamos a tener solo cuatro congresistas?

JDC: No, que me vuelva a quedar fuera del Congreso.

AGP: Estoy seguro que ganaremos Jorge. Tú sabes que quiero hacer historia y ser el presidente que ha dado más por este país.  

JDC: ¿Que ha dado más indultos?

AGP: Tú solo sigue preparando todo para mi campaña.

JDC: Muy bien Alan. Te cuento que seguimos buscando un buen lema para tu candidatura.

AGP: ¿Un lema que pueda mostrarle a la gente realmente quién soy?

JDC: No, Alan, jamás te haría algo así.

AGP: Basta con que el lema sea mejor que el de la campaña anterior. ¿Lo recuerdas?

JDC: Claro.

AGP: Era: “el cambio responsable”.

JDC: ¿Ah sí? ¿Que no era: “la plata llega sola”?



Publicado en El Otorongo (Peru21 - 13.03.2015)

lunes, 9 de marzo de 2015

Desde Chile con amor


Sentado frente a la computadora, dos preocupaciones me asaltaron: cómo abordar el controvertido tema del espionaje chileno y, de lejos la más importante, cómo abordar a la nueva vecina que acaba de mudarse a mi cuadra. Una lucha encarnizada se inició entre ambas ideas y pronto mi mente se convirtió en un polvorín.  De pronto se me ocurría que debía hablar sobre los lazos que unen a Chile y Perú, pero, en seguida, recordaba que en la mañana había visto a mi vecina comprar apenas 3 panes, lo que podría significar que vivía sola. ¿Qué tal si escribo sobre cómo pese a los años todavía pervive el rencor en ambos lados de la frontera? ¿O, qué tal mejor si mañana me voy a la panadería a la misma hora a ver si la encuentro? Semejantes idas y venidas me  mareaban. Para cuando  la  icónica imagen de Bolognesi quemando su último cartucho se me entreveró con la visión de mi vecina convertida en una corajuda rabona, comprendí que había tocado fondo.



A la mañana siguiente, decidí hacer una cosa a la vez. A la hora indicada, llegué hasta la panadería, recién bañado, perfumado, peinado y  si no fui de impecable frac fue porque ya era demasiado y porque –la verdad sea dicha- no tengo frac. Apenas entré vi que mi vecina no estaba, es más solo habían dos personas, las cuales fueron atendidas con rapidez y se fueron del local.  Yo, entonces,  quedé como único cliente. De pronto,  el cajero y las dos chicas que atendían me miraban, me sopesaban y seguro se preguntaban por qué no compraba el pan de una vez por todas. 

Yo me había quedado de pie en medio de la panadería y al principio no atinaba a nada. Luego caminé hacia el mostrador y miré, contemplé y hasta casi estudié cada uno de los panes. Después pasé a observar los embutidos, con tal atención que parecía que estaba memorizando sus formas, colores, texturas y  precios. Sin saber qué más hacer para hacer tiempo, comprendí que ella no vendría. Desmoralizado, me acerqué a la caja a comprar los panes de siempre.

-¿Qué opinas del espionaje que nos ha hecho Chile? –le solté sorpresivamente al cajero.

El cajero alzó los hombros y movió la cabeza hacia un lado.

De regreso a casa, decidí olvidarme de mi vecina y concentrarme en el tema Perú-Chile. La actitud del cajero era, después de todo, significativa. A una parte de la población el tema no les generaba ningún comentario, sea porque estaban pensando más en cómo estirar -al máximo-  el sueldo mínimo; o, sea porque les resultaban más interesantes las riñas faranduleras. Para otros, llamados antichilenos, la frase: “El Perú y Chile son países hermanos” no solo era una frase exenta de realidad, sino abiertamente provocadora. En tal sentido, si Perú y Chile eran hermanos serían más bien como los bíblicos Caín y Abel. Asimismo, desde esta visión, asuntos tan dispares como el recuerdo de la ignominiosa ocupación chilena, la apropiación del origen del pisco y hasta los nada fraternos intereses de las tarjetas de Ripley y Saga –cuidado con el próximo cierrapuertas-, son motivos suficientes para mantener un cariño especial por los chilenos.

Del otro lado del espectro, otros peruanos que podrían llamarse prochilenos, piensan que Perú y Chile deben unirse frente al mundo. Y una forma de lograr esta filiación es a través de la cocina. Nuestra gastronomía sería la encargada de lograr la integración con los comensales chilenos y así evitar –a fuerza del calor de las hornillas- el enfriamiento en la relación bilateral. Pensar en ello, sin embargo, me sacó del tema y me hizo recordar que ya era hora de comer. De pronto, la imagen de mi vecina volvió a irrumpir en mi mente. ¿Qué tal si la espero en el restaurante más cercano por si decide salir a almorzar?

Menos de 15 minutos después, ya estaba apostado en la puerta del local. Recién bañado otra vez, perfumado, peinado y debidamente acicalado, esperé la eventual llegada de mi vecina. El tiempo pasaba, pero la ansiedad no. Casi tres cuartos de hora después, la terrible sensación de haber vuelto a esperar en vano me invadió.  Con la ilusión y la mirada por el suelo, salí del local. Arrastrando mis pasos, caminé algunos metros hasta que me tropecé justamente con ella.

-Perdona –me dijo-. No me fijé.

No pude abstraerme del peculiar sonido de su voz; ese aire que atravesaba sus cuerdas vocales venía de lejos y venía, de paso, a complicarlo todo.

-¿Tú no eres de aquí no?
-No, soy de Chile.

Abrí  los ojos más de lo normal.

-¿Qué pasa no te gustan los chilenos?
-Prefiero las chilenas -dije haciéndome el gracioso, pero el rostro inamovible de ella me demostraba lo contrario. Luego agregué-. ¿Y cómo te llamas?
-Lucía. ¿Y tú?
-No, yo no.

Tras dos segundos eternos, esta vez ella sonrió. Y entonces, cuando pensé que su rostro no podía verse mejor, aparecieron unos hermosos hoyuelos en sus mejillas. Contra todo pronóstico, terminamos almorzando juntos. Y mientras más conversaba con ella más me acostumbraba a su tono de voz y más me confundía sobre qué debía decir en mi texto sobre los problemas entre Perú y Chile.

Más tarde, sentado frente a la computadora y mirando la luna por la ventana, me asaltó el recuerdo de Lucía: de su mirada, su sonrisa y su voz. Más dispuesto a la poesía que a la coyuntura bilateral, de pronto Chile ya no era Bachelet sino Neruda; y aunque no podría escribir un texto políticamente equilibrado, quizá sí podría escribir los versos más tristes esa noche. Chile entonces no parecía ser más nuestro enemigo, sino el país que le había obsequiado al mundo –y a mi cuadra- la belleza sin par de Lucía. Cuánta razón tenía  John Lennon con aquello de que es mejor hacer el amor que la guerra.

Por cierto, Lucía dice que Chile no espió al Perú y yo, pese a sus hoyuelos sureños, no le creo.
  

viernes, 6 de marzo de 2015

Chuponeo S.A. (Humala-Bachelet)




Ollanta Humala: Aló presidenta Bachelet. Le habla Ollanta Humala.

Michelle Bachelet: Presidente, qué gusto escucharlo.

OH: Lo lamento pero no es una llamada fraterna. La llamo por el problema del espionaje.

MB: Ya veo.

OH: Me disculpa que se lo diga así, pero francamente es vergonzoso.

MB: No se disculpe presidente. Tiene usted razón. Eso de estar espiando a la propia vicepresidenta es una vergüenza.

OH: No me refiero a ese espionaje.

MB: ¿Entonces? ¿Al que le hicieron a la oposición?

OH: No, tampoco. Le hablo del espionaje que su país le ha estado haciendo al mío.

MB: Pero eso no puede ser. Si nosotros queremos a los peruanos casi como si fueran nuestros iguales.

OH: Vamos, presidenta, sabemos que han comprado marinos peruanos.

MB: ¿Nosotros?

OH: Sí, y ni siquiera han pagado el IGV.

MB: Rechazo rotundamente tamaña acusación. Nosotros nunca evadimos impuestos.

OH: ¿Entonces lo admite?

MB: Oficialmente no admito nada.

OH: ¿Y extraoficialmente?

MB: Tampoco.

OH: Es inútil que lo niegue. Tenemos las pruebas.

MB: En ese caso, me siento muy apenada.

OH: ¿Por habernos espiado?

MB: No, porque encontraron las pruebas.

OH: Bueno presidenta, como comprenderá, el Perú tiene que demandarle a Chile  unas disculpas públicas.

MB: ¿Otra vez con las demandas? Créame, no sabemos nada de espionaje.

OH: Le creo. Ya los atrapamos dos veces.


Publicado en El Otorongo (Peru21-06.03.2015)