A
veces uno no sabe bien adónde va en la vida, incluso cuando uno está viajando en
un taxi. Así de extraño me sentí cuando, hace dos semanas, conocí de forma
sorpresiva a una persona que por estos días viene siendo muy cuestionada. El
destino quiso ponerme de testigo también de los preparativos de su defensa.
Esta es la historia.
A
instancias de una amiga, llegué a un conocido restaurant para conocer a la
desconocida que me estaría esperando. A ver, no era una desconocida del todo.
Mi amiga me había dado algunas nociones generales sobre sus gustos, sus metas,
sus ideales.
-¿Es
bonita? –le pregunté.
-Sí,
claro –me dijo.
-¿Y
qué le has dicho de mí?
-No
te preocupes – me dijo- Ella no es superficial.
Era
mi primera cita a ciegas, si es que hay que llamarla de algún modo. Además, que
quede constancia que solo estaba yendo por la increíble insistencia de mi
amiga, lo que ya debió haber sido para mí un anuncio de que algo raro estaba
pasando.
Ingresé
al restaurant con unas ínfulas que no sé de dónde vinieron pero que,
claramente, estaban inspiradas en aquello de que la primera impresión es lo que
cuenta, o algo así. Recorrí entonces con la mirada el local. Pronto mi vista se
detuvo en la única mesa ocupada por una sola persona. Era una chica, una chica
bonita como había dicho mi amiga.
Entusiasmado e intrigado a la
vez, me acerqué a la mesa. Unos metros antes de llegar comprobé, no sin
sorpresa, que la chica que estaba sentada era la blonda y aprista parlamentaria
León.
-Hola
soy Luciana –me dijo cuando terminé de acercarme.
-Hola
yo soy Yuri –le dije recuperando el
aplomo.
Después
del saludo me senté frente a ella. Varias dudas de pronto me vinieron a la
mente mientras me acomodaba en mi lugar. ¿Luciana León en un cita a ciegas?
¿Por qué mi amiga nunca me dijo de quién se trataba? ¿Aquí podré pagar con mi
tarjeta bonus?
-Te
confieso que para mí es una sorpresa. No sabía que eras tú con quién me
encontraría.
-¿Ah
no? ¡Qué extraño! Yo sí sabía que me encontraría contigo.
Sonreí
con una sonrisa del tipo acabo de hacerme una profilaxis. Achiné un poco los
ojos porque alguna vez una chica me dijo que se me veía bastante bien cuando lo
hacía. Mmm, ¿o lo había dicho de broma?
-¿Te
pasa algo en los ojos?
-No,
¿por qué?
-Es
que están medios chinos.
-Ah
no –dije llevándome la mano a los ojos -. Creo que me ha entrado algo.
Ella
se sonrió y yo igual. Entonces se me vino a la mente preguntarle cómo es que se
le había ocurrido involucrarse en una cita a ciegas, pero no encontraba la
forma adecuada de decírselo. Entonces apareció el mozo y, como dándome una
señal, puso las cartas sobre la mesa.
Luego de hacer nuestros pedidos, me reacomodé en el asiento y la miré.
-¿Y
cómo así te animaste? –le pregunté.
-¿A
qué te refieres?
-Digo,
a venir a una cita a ciegas.
-¿Cita
a ciegas? –me preguntó y su rostro se agravó de pronto-. ¿Cuál cita a ciegas?
Yo
abrí mis manos instintivamente y dibujé una sonrisa del tipo me acaban de hacer
la profilaxis, pero yo venía por una endodoncia.
-Mi
amiga me dijo que me ibas a ofrecer tus servicios de relacionista público.
Entonces
abrí mis manos del todo y recordé enseguida que mi amiga era una bromista de lo
peor, pero nunca pensé que llegara a tanto.
-Mira
Luciana –le dije-. La verdad es que…
De
pronto el celular de Luciana empezó a sonar y me hizo un gesto para que no
siguiera hablando. El rostro de la congresista, mi ex cita a ciegas, se puso
lívido. Escuchó la llamada unos segundos más y colgó.
-Vamos
–me dijo.
-¿Vamos?
¿A dónde?
Entonces
se puso de pie y se colgó la cartera al hombro.
-Vamos
a mi casa.
Por
un momento pensé que aquello de los ojos achinados había rendido sus frutos,
pero no. Algo estaba ocurriendo y, sin saber cómo, yo me estaba involucrando en
ello.
Llegamos
a la casa de Luciana. En el camino me contó
que un semanario iba a publicar una denuncia en su contra. El medio afirmaba
que había pagado en poco menos de dos años,
más de un millón de soles para amortizar una deuda inmobiliaria. Y, como
se suponía que yo le iba a ofrecer mis servicios de relacionista público, era
el momento justo para demostrar mis conocimientos, o para salir corriendo.
Entramos
a la residencia y en la sala nos estaba esperando su padre, el mismísimo Rómulo
León. Me saludó y nos dimos la mano.
Luego llamó a Luciana a un lado y claramente le reclamaba por mi
presencia allí. Sin embargo, Luciana lo
convenció de que yo era un tipo experimentado y conocedor del tema. Creo que
Luciana era más bromista que mi amiga.
-Bueno
–dijo Rómulo- creo que tienes que salir a defenderte apenas se publique la
nota.
-Claro
papá.
Luego
los dos me miraron, esperando que les dé el consejo del año, el tip genial.
-Hay
que ganar la interpretación de los hechos –les dije.
Ambos
se miraron entre sí y luego Rómulo me señaló.
-Exacto.
Eso suena bien.
-¿Y
si decimos que todo ese dinero lo he ahorrado porque cuando salgo nunca pago y
todos me invitan?
Rómulo
me miró y yo lo miré. Entonces comprendí que Luciana no tenía idea de cómo defenderse y que las cejas de Rómulo son disparejas.
-No
pues Lucianita –dijo Rómulo-. Si dices eso la gente se va a reír.
Luciana
me miró esperando un apoyo de mi parte.
-Bueno,
eso puede servir. Es decir no exactamente eso pero sí la idea de que eres alguien
que ahorra mucho.
Por
las expresiones de Luciana y Rómulo, parecían estar de acuerdo. Entonces se me
ocurrió hacerles la pregunta que debí de haber hecho desde un inicio, la
pregunta del millón.
-A
todo esto Luciana –dije y me puse la
mano sobre el pecho-. ¿Todo ese dinero es tuyo o de tu padre? Quiero decir, ¿el
más de un millón de soles que pagaste de pronto es dinero lícito?
En
la calle, mientras me alejaba de la residencia de los León, me preguntaba por
qué en lugar de responderme decidieron que era mucho mejor echarme. ¿Mi
pregunta había sido una falta de respeto o había dado en el blanco? Decidí volver a casa y tomé el primer taxi
que encontré. Quería llegar lo antes posible para pensar bien en todo lo que
había pasado y para almorzar de una buena vez.
A
veces uno no sabe bien adónde va en la vida y, por las vueltas que está dando el
taxista, parece qué él tampoco.
Publicado en la revista Velaverde Nº84
Que lindo relato amigo
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