martes, 21 de octubre de 2014

Un día con Urresti

En un local de Azángaro, el ministro Urresti camina de un lado a otro, mientras agentes de la Policía Nacional rebuscan por todos los rincones del lugar.

-Esto es un atropello –dijo el dueño del local-. Nosotros solo nos dedicamos al negocio de copiado.

-Claro, copian pasaportes, títulos, certificados y cualquier documento que les pidan –dijo Urresti, acercándose al intervenido.

-Mire –dijo el hombre, señalando un cuadro en la pared-. Esa es mi licencia de funcionamiento.

-¿Está vigente?

-Claro, le pusimos hasta el 2015.

Urresti miró al oficial a cargo del operativo y, con la mano, les ordenó que sigan sacando los documentos encontrados.



En ese momento, suena su celular.

-¿Sí? Sí, señorita Premier, dígame. No, no se preocupe, no he dicho nada hoy a la prensa. ¿Cómo? ¿Que quiere que me hagan un reportaje especial? No, no, no me niego, pero no es necesario. Según las encuestas la gente me sigue queriendo, aunque es verdad que la prensa ya no me está tratando tan bien. ¿Que el reportaje me va a ayudar a mantener mi imagen? No, señorita Premier, la verdad es que…¿Cómo dice? Bueno, ya, está bien. Si la primera dama lo ha pedido, yo encantado de hacerlo.


Al día siguiente, muy temprano, Urresti sale de su casa y se topa en la puerta con un reportero.

-Señor Ministro, soy Juan Pérez. Me han enviado para hacerle un reportaje.

-Ah sí, sí, tú dirás.

-Bueno, señor Ministro la idea es hacerle un reportaje de cómo es un día en su vida. Para que la gente sepa todo lo que usted trabaja.

-Ah ya, eso está bien.

-Vamos a resaltar eso de que usted casi no duerme. ¿Es verdad que solo duerme tres horas en el día?

-Es verdad, solo tres horas.

-¿Y no se cansa así?

-Un poco, pero lo compenso con las ocho horas que duermo en la noche.

De pronto, las facciones de Urresti se agravan.

-¿Y dónde está mi seguridad?

-¿Seguro que estaba aquí? – preguntó Pérez.

-¿Me vas a decir que cuando llegaste tampoco estaban?

-No.

Urresti dio un largo suspiro. “Esto no puede ser”, dijo y luego sacó su celular.

-Aló general. Sí, soy yo, el Ministro. ¿Cómo que cual Ministro? El Ministro del Interior. Lo estoy llamando porque quiero me que explique en este momento dónde está mi seguridad. Sí, general, no está. Sí, general, estoy seguro de que no está. ¿Cómo? ¿Que como son del 24x24 seguro que hoy les ha tocado su descanso? ¿A todos juntos? Mire, general, esto no se va a quedar así. ¡Cómo me van a dejar sin seguridad!¿Acaso usted no sabe lo peligrosa que está la calle? En seguida me da de baja a todos esos policías y luego usted mismo se da de baja. ¿Entendido?


Luego Urresti y el reportero llegaron a la sede del Ministerio del Interior. Ambos ingresaron  y caminaron hasta el despacho ministerial.

-¿Ministro? –dijo la secretaria.

-Claro que soy yo.

-¡Qué sorpresa Ministro! Sabe, yo pensé que era más alto. Al menos en la tele se le veía así.

-¿Cómo en la tele? –dijo el reportero-. ¿El ministro no suele venir al ministerio?

-No vengo mucho –respondió Urresti-. Yo soy un hombre de acción, no puedo estar pegado a un escritorio. Eso escapa a mi manejo, no lo puedo evitar, es mi naturaleza.

-¿Ah sí? –dijo el reportero- ¿Pero usted no dijo que cuando estaba en Ayacucho, el día que mataron al periodista, usted estaba en el escritorio?

Urresti le lanzó una mirada fría a Pérez. La secretaria, la asistente y un policía que estaban en el lugar enmudecieron y concentraron su vista en el Ministro.

-A ti no te ha enviado Rospigliosi, ¿no?


Minutos después, Urresti y el reportero salieron en el vehículo oficial. Ambos viajaban en el asiento trasero. Pérez sacó una libreta de notas y un lapiz.

-¿Y tú no usas esas cosas que usan ahora para grabar?

-Sí, claro –dijo Pérez- esto es solo para poner algunos comentarios.

Urresti asiente y da una mirada afuera de la ventanilla.

-¿A dónde estamos yendo Ministro?

-A la debacle total. La delincuencia crece, la economía se enfría, el trabajo…

-No, señor Ministro, no me refiero en general, sino en estos momentos, ¿a dónde vamos?

-Ah ya, bueno, primerito nos vamos a San Jacinto.

-Entiendo, vamos a un nuevo operativo.

-No, en realidad vamos a comprarle un repuesto al auto.

Pérez mira extrañado a Urresti.

-No irás a poner que vamos a San Jacinto para eso, ¿no?


Horas después, Urresti y Pérez se encuentran sentados en un restaurant.

-¿Y cómo va esa nota? –pregunta Urresti mientras espera que los platos ordenados lleguen.

-Bien, Ministro.

-No te noto muy convencido.

-Es que tengo una pregunta que quiero hacerle.

-Dime.

-¿Por qué es usted como es?

-¿Qué pregunta es esa?

-¿Por qué dice las cosas que dice? ¿Por qué se pelea con la prensa? ¿Por qué dice esas frases tan extrañas?

-Extrañas no, es que me sacan de contexto.

-Por ejemplo eso que acaba de decir de los sicarios.

-Ya mira, ese es un buen ejemplo de cómo me tergiversan. Yo dije bien clarito que el sicariato debe preocuparles solo a los delincuentes.

-Eso es pues.

-Pero la prensa que es amiga de estos expertos que siempre me critican dijo que yo había dicho que el sicariato debe preocuparles solo a los delincuentes.

-Pero eso es lo que acaba de decir.

-¿Yo? ¿Cuándo?

-Ahorita Ministro, lo acaba de decir.

-Lo que he dicho es que el sicariato debe preocuparles solo a los delincuentes.

-Ya ve, lo ha repetido.

-Tú también pareces de esos periodistas que me inventan declaraciones.

-Usted no se da cuenta de las cosas. ¿no?

-¿Darme cuenta de qué?


En la noche, en el vehículo oficial, Urresti conversa con Pérez mientras se alejan de Mesa Redonda, lugar del último operativo del día.

-¿Y aprendiz de periodista? ¿Cómo saldrá la nota?

-Bien, se nota que ganas no le faltan a usted.

-Eso sí.

-Lo que le faltan son ideas.

-Lo mismo dicen todos lo que me critican. Se la pasan diciendo que yo no tengo una estrategia.

-¿Y usted tiene una?

-No, pero eso a ellos qué les importa. Yo sé cómo hago mi trabajo. Tú has sido testigo que todo el día estoy tras los delincuentes.

-Pero puros pirañitas y arrebatadores de celulares. ¿Esa es la labor de un ministro?

-Ya ves. Uno te trata bien y me dices lo mismo que me dicen mis críticos.

-Es sentido común nomás Ministro. Es lo mismo del caso de Ayacucho. Es difícil pensar que usted no tuvo nada que ver.

Urresti movió la cabeza a los lados.

-Hasta aquí nomás. Terminemos de una vez con esto.

Luego ordenó detener el auto al chofer.

-El reportaje terminó. Puedes bajarte aquí.

Pérez abrió la puerta y descendió del auto. Antes de cerrar miró a Urresti.

-De todas maneras gracias por la entrevista.

-No te la hubiera dado si no fuera porque la Premier me insistió. Y aunque te haya mandado ella no me confío de nadie. Así que cuidadito con que en tu nota me hagas ver como un si fuera cualquier improvisado.

-No se preocupe, señor Ministro. Usted no es cualquiera.

Publicado en la revista Velaverde Nº86

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