lunes, 28 de septiembre de 2015

Correos revelan plan B


Cuando me disponía a iniciar la redacción de esta columna, mi celular me avisó que un nuevo correo había llegado a mi bandeja de entrada. El remitente tenía el nombre de “Informante” y el asunto decía: “Urgente”. Al abrirlo comprobé, no sin sorpresa, que se trataban de reveladores correos de “las más altas esferas del poder” (siempre quise utilizar esta frase). Decidí entonces posponer mi columna y compartir algo verdaderamente importante.



A continuación, los correos:


Asunto: Prueba

Eduardo:

Acabo de ver que han pedido a Nadine que se haga la prueba grafotécnica. Esto es un cargamontón. Fíjate que ni siquiera le han dicho cuándo será la prueba,  seguro que ni tiempo le darán para que estudie y se prepare como debe ser. Mira Eduardo, te hemos hecho caso en todo y siempre nos aseguraste que los habeas corpus iban a solucionar todo, pero ya ves, ¿y ahora qué hacemos? ¿Cómo vamos a evitar que Nadine haga la prueba?

Saludos,

Ollanta


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Asunto: Plan B

Señor Presidente:         
           
Antes que nada le pido que tome las cosas con tranquilidad, como las estoy tomando yo. Y no crea que estoy tranquilo porque, en último caso, el que se puede ir a la cárcel es usted y yo no. No, no se trata de eso. Estoy bastante tranquilo porque, como buen abogado que soy, ya había imaginado que esto podía pasar. En efecto, siempre supe que, pese a que habíamos rotos los records Guinness por presentación de habeas corpus, podía llegar el momento en que le pidan a la primera dama que pase una prueba grafotécnica. Es un fastidio, pero usted sabe, a veces hay magistrados que se empeñan en hacer su trabajo. He aquí que la mente maestra, o sea la de mi papá abogado que es el que me enseñó todo lo que sé, se planteó este escenario. Yo, en un arrebato de creatividad, lo he llamado: plan B.

Atentamente,

Eduardo.


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Asunto: Agenda

Eduardo:

Ollanta me dice que tienes un plan B. Espero que así sea porque tú me has hecho decir a toda la prensa que mis agendas no son mías, bueno, tú me entiendes. Lo importante es que no puedo quedar como una mentirosa, menos cuando no he dicho la verdad. Confío en que tu plan –el de tu papá- funcione perfectamente porque todo esto en verdad me tiene bastante preocupada y para que te preocupes también, déjame decirte que si Ollanta y yo caemos en desgracia, eso no será nada en comparación a lo que te espera. Pon eso en tu agenda.

Afectuosamente,

Nadine.


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Asunto: Descontrolada

Eduardo:

Le conté a Nadine que va a tener que hacer la prueba grafotécnica y la verdad es que no se puso muy contenta. Al contrario, dijo que eras el peor abogado de todos. Yo le dije que eso no era cierto, seguro habría alguno peor por ahí. Después me dijo que no te habíamos pagado tanto dinero como para que nos falles ahora. Para ser sincero la noté un poco descontrolada. Le ofrecí darle otra tarjeta extendida, pero ni eso la calmó, así que seguro que en cualquier momento te va a escribir. Mira, yo le dije que tenías un plan B y cuando me preguntó en qué consistía pues la verdad no supe qué responderle. Por eso necesito que me digas cuál es ese plan B y cómo nos va a sacar de este problema.

Saludos,

Ollanta.


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Asunto: Tranquilidad


Señor presidente:

En efecto, la primera dama me escribió mostrándome su preocupación, al igual que usted. Entiendo que quiere los detalles del plan B. La cosa es así. Sabemos que hay como 40 peritos judiciales, de lo que se trata es de buscar a cuál de ellos se le puede aceitar o cuál de ellos tiene secretos que no quiere que se sepan. Después solo hacemos que ese sea el perito elegido. ¿Se imagina lo que sería si el peritaje dijera que la letra no es de la primera dama? Claro, sería mentira, pero  ¿se imagina? Toda la oposición tendría que tragarse sus palabras y sería un gran triunfo para ustedes. Y, lo más importante, yo podría cobrar por fin mi honorario de éxito. Por eso le digo que debe tranquilizarse. Este plan no tiene pierde, aunque puede tener cárcel. Usted deje todo en mis manos y verá que todo saldrá bien.

Atentamente,

Eduardo.


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Asunto: Pasaporte

Eduardo:

Me alegra que exista el plan B, pero me va alegrar más que no haya necesidad de un plan C. Demás está decirte, pero te lo digo igual, que si algo de esto se llega a conocer, Nadine y yo alegaremos no saber nada del asunto y que, en todo caso, tú actuaste sin que nosotros sepamos nada. Pero, como dices, vamos a confiar en ti. De todas formas, vamos a seguir con nuestras clases particulares e intensivas de italiano. Uno nunca sabe y quizá vaya a necesitar sacar mi pasaporte italiano.  Fíjate que  algunos del partido me dicen que Nadine y yo deberíamos residir en un lugar  llamado Sicilia. ¿Tú conoces? En fin, veremos qué pasa.

Saludos

Ollanta.



Publicado en la revista Velaverde Nº134


                                                                                       


         

viernes, 25 de septiembre de 2015

Chuponeo S.A. (Humala-Roy Gates)



Ollanta Humala: Aló, Eduardo, ¿qué estás haciendo?

Eduardo Roy Gates: Aquí señor presidente, presentando un habeas corpus.

OH: ¿Y ahora por qué?

ERG: La verdad que ni sé, pero es mejor prevenir que lamentar.

OH: Bueno, está bien. ¿Pero te aceptan un habeas corpus por adelantado?

ERG: Me dijeron que no, pero no se preocupe, ya presenté un habeas corpus para que sí me lo acepten.

OH: Excelente.  Sobre todo ahora que todas las semanas sacan una denuncia contra Nadine.

ERG: Esta semana no.

OH: ¿Esta semana no sacaron una denuncia contra Nadine?

ERG: No, sacaron dos. La de Odebrecht y la de Apoyo Total.

OH: Peor todavía. Felizmente que nuestra estrategia legal está funcionando. Por eso Nadine y yo siempre quisimos contar con el mejor abogado del país.

ERG: Gracias, señor presidente.

OH: Pero tú no lo estás haciendo mal tampoco.

ERG: Mire, tengo una noticia buena y una mala. La buena es que el fiscal Rojas ya no nos molestará más.

OH: Bueno, pero habrá parecido un accidente, ¿no?

ERG: No, señor presidente. Lo removieron.

OH: Vaya, eso debe doler. ¿Y cuál es la mala?

ERG: Que la procuradora Príncipe ha pedido una prueba grafotécnica a las agendas.

OH: Por Dios, ¿y ahora qué hacemos? ¿Vas a presentar un habeas corpus contra las agendas?

ERG: Contra la procuradora mejor.  

OH: Claro, claro, ¿y tú crees que funcione?

ERG: No creo, en este caso no corresponde. Pero yo no me preocuparía.

OH: ¿Por qué? ¿Ya todo está arreglado?

ERG: No, porque el que debe preocuparse es usted.


Publicado en "El Otorongo" (Peru21-25.09.2015)
                                                                                                                                                              

lunes, 21 de septiembre de 2015

Una noche nacionalista


Caminaba pensando en la noche que me esperaba, o, al menos la que yo creía que me esperaba. Entonces la llamé solo para confirmar el encuentro, nuestro primer encuentro en realidad. La había conocido días antes en una librería mientras nos disputábamos el último ejemplar de un libro de Borges. Yo le cedí el libro por caballerosidad y porque la verdad recordé haber visto ese mismo libro a un precio más módico. Ella me agradeció el gesto y yo le agradecí la sonrisa.

-Pucha, sorry, no voy a poder salir ahora–me dijo cuando la llamé- . Tengo que ir a un evento y no la hago.
-Ah bueno –le dije-. No te preocupes. No hay problema.
-Pucha sí pues. A no ser que…
-¿Qué?
-A no ser que me acompañes. ¿Quién sabe? Quizá acabe temprano.



Llegué al cruce de las calles que me indicó en el centro de Lima. La verdad casi no voy al centro y estaba algo inquieto esperándola ahí.  Y, mientras lo hacía, vi bastante movimiento en la calle frente a mí. Había algunos buses, miembros de seguridad y hasta carros de la Policía. Entonces llegó ella. Nos saludamos y empezamos a caminar.

-¿Por aquí es tu evento? –le pregunté y, casi enseguida, adiviné lo que me iba decir.
-Claro, ese es – me dijo señalándome la calle que yo había estado viendo-. Bueno, en realidad el local del partido está a la vuelta.
-¿Del partido?
-Sí, claro, ¿no te dije que soy del partido, del partido nacionalista?
-No, no me dijiste –le dije de una forma que me puso en evidencia.
-¿Por qué? ¿Algún problema?
-No, para nada –le dije mirando sus ojos café, su cabello ondulado y su rostro de ensueño-. Al contrario. Yo también soy nacionalista.
-Ah mira tú. Qué coincidencia, ¿no?
-Sí pues –le dije y apenas lo hice ya me estaba arrepintiendo por la mentira.

Llegamos a la puerta del local. Bastante gente alrededor de la puerta, pugnando por ingresar. En la acera había varios vehículos de la prensa y algunos carros oficiales.

El vigilante la saludó. Ella le hizo un gesto, señalándome y nos dejó entrar. Pasamos un pequeño patio e ingresamos por un lado del local. Apenas entramos, Mónica empezó a saludarse con militantes y dirigentes. Nos detuvimos en una larga mesa donde se estaban acomodando afiches y posters.

-Hazme un favor, agrúpalos de 20 en 20. Los posters de 10 en 10.

Estuvimos así unos minutos, luego me dijo: “Después los vamos a repartir a los dirigentes de las bases”. Un momento. ¿Había dicho “vamos”? ¿Utilizo, acaso, la primera persona del plural? No, creo que había llegado el momento de decirle que no era tan nacionalista como le había dicho. Después de todo, teníamos química y eso no tenía nada que ver con la política, ¿o sí? Entonces, un bullicio mayor se escuchó y, segundos después, vimos a aparecer a la presidenta del partido.

-Ahí está Nadine –me dijo Mónica, apretando mi mano.

Y sí, en efecto, apareció la primera dama, radiante, repartiendo sonrisas a todos. Mónica me hizo pararme. Nadine se acercó primero a la mesa que estaba junto a la nuestra. Les dio la mano a los dos militantes que estaban encargados no sé de qué y luego se acercó hasta donde estábamos nosotros. Primero le dio la mano a Mónica.

-Soy una gran admiradora –le dijo.
-Gracias –dijo Nadine.

Luego me extendió la mano y yo -lo cortés no quita lo valiente- hice lo propio.

-Es valioso el esfuerzo que hacen por el partido –me dijo, sin dejar de sonreír.

Yo me quedé en silencio y, ante una situación tan absurda, una sonrisa casi se asoma en mi rostro, pero no fue así. Mientras tanto, le seguía sosteniendo la mano. En verdad no tenía  intenciones de decirle nada en verdad, pero Mónica me miró y sus ojos café me volvieron a nacionalizar.

-Gracias Nadine –le dije y solo entonces le solté la mano.

Heredia siguió luego por un pasadizo, sin dejar de saludar y sonreír, hasta llegar al pequeño auditorio donde la esperaban los principales dirigentes del partidos, gran número de militantes y, desde luego, las cámaras de los canales de televisión.

Pasaron unos minutos y nuestra labor ya estaba hecha. Afortunadamente, aparecieron otros militantes que insistieron en ser ellos quienes repartirían lo que habíamos acomodado. Entonces, ella y yo caminamos hasta el pequeño auditorio. Pensé que estaríamos mezclados entre los militantes, pero ella me llevó por otra puerta y nos pusimos dentro del grupo de élite de los nacionalistas. De pronto, estaba codo a codo con los congresistas Otárola, Gutiérrez y Gastañadui. Delante de ellos, delante de todos en realidad, estaba Nadine, dispuesta empezar a hablar a sus seguidores.

-Compañeros, compañeras, hermanos nacionalistas, ahora más que nunca es el momento de estar unidos –dijo Nadine-. Hay que revitalizar nuestro partido.

¿Partido? Pero si el nacionalismo no existe. Claro, eso pensé pero no creí necesario decírselo a Mónica. Ella me sonrió y yo a ella. Y cuando creí que me iba a decir algo de Nadine, me dijo, en medio la bulla y los vítores que ya empezaban: “¿Y adónde íbamos a ir hoy? Yo la miré, sorprendido, y cuando le iba a responder Gutiérrez empezó a gritar: ¡Nadine Presidente!, ¡Nadine Presidente! y pronto la frase se multiplicó entre los militantes y retumbó en el recinto.

-Ya tenemos un presidente –dijo Nadine-. Yo acompaño al presidente, pero yo no estoy por encima de él como le quieren hacer creer a la gente.

Pero si ella misma es la que se ha construido esa imagen, pensé. Entonces Mónica me miró y recordé lo que me había preguntado: “No sé. Pensaba que podríamos ir al cine o algo así”. Ella me dijo: “Ya pues. ¿Qué tal si cuando termine esto vamos a ver una pela en mi depa?”.

-Este gobierno nacionalista es un gobierno democrático y respetamos la independencia de los poderes del Estado. No nos metan en el mismo saco. Nosotros no manejamos los hilos del Poder Judicial.

¿Que respetan el Poder Judicial? Claro que sí, porque hasta ahora les han funcionado todos los bloqueos para que no los investiguen, pensé, pero luego pensé mejor, ¿qué me había dicho Mónica? ¿Su depa? Entonces le dije: “Ah ya pues” y le agregué, estúpidamente por cierto: “¿Y tus padres no te dirán nada?”. Ella sonrió y, en medio de los sonoros aplausos nacionalistas, me dijo: “No creo. No vivo con ellos. Vivo con una amiga, pero está de viaje”.  Y yo casi, casi, aplaudo también.

Cuando el evento por fin terminó, Mónica y yo nos tomamos un taxi rumbo a su departamento. En el camino, ella me empezó a hablar del evento, del partido, de su entusiasmo por Nadine. Entonces recibió una llamada de su amiga y le fue contando, feliz, los detalles del evento. Mientras tanto, dejé de ver sus ojos café y miré el cielo recortado por la ventanilla del taxi. Me pregunté entonces si estaba haciendo mal al engañarla, porque no solo yo no era nacionalista, sino que era de quienes pensaban que este gobierno tiene mucho que explicarle a la justicia. ¿Debía o no ser sincero con ella? ¿No podría ser sincero, digamos, al día siguiente? Era, en verdad, una pregunta retórica porque la respuesta la sabía muy bien: estaba éticamente jodido. Apenas terminó de hablar con su amiga, la miré.

-Mónica, no soy nacionalista –le dije, de golpe y sin anestesia.

Ella me miró, me sopesó y finalmente sonrió. La verdad es que lo tomó muy bien. Que de pronto se haya sentido indispuesta, que me haya pedido que, por favor, no la vuelva a llamar y que me haya obligado a bajarme del taxi fue, al parecer, pura coincidencia. ¿O no? De cualquier forma me quedaron dos buenas lecciones: la primera, no hay que mentir –o no hay que decir que uno ha mentido-, y, sobre todo, la segunda, no hay que pagar el taxi antes de tiempo.


Publicado en la revista Velaverde N°133


viernes, 18 de septiembre de 2015

Chuponeo S.A. (Abugattas-Mulder)



Daniel Abugattás: Aló, habla Daniel, ¿con Mauricio, por favor?
Mauricio Mulder: ¿Daniel? ¿No te da vergüenza llamarme?
DA: Un poco sí, aunque a peores personas he llamado.
MM: ¿Qué pasó en el Congreso? ¿Por qué me insultaste cuando empezó la sesión?
DA: Porque no te encontré antes. Igual tampoco es que te haya insultado tanto.
MM: Me llamaste perro.
DA: Ah bueno, eso sí, me excedí con la comparación. Llamaron a quejarse.
MM: ¿Te llamaron de mi bancada?
DA: No, de “Amigos de los Animales”.
MM: Y yo pensando que llamabas para pedirme disculpas.
DA: ¿Disculpas? ¿Qué es eso?
MM: ¿Y entonces para qué me llamas?
DA: Quería hacerte recordar que mañana va a ir a tu casa un adiestrador de animales.
MM: Entiendo, ¿le doy tu dirección?
DA: No, Mauricio, ese adiestrador te va a enseñar a respetar cuando los demás hablan. Eso sí le vas a pagar de tu bolsillo.
MM: Te estás pasando de la raya Daniel.
DA: Está bien, la primera clase la pago yo, pero no te acostumbres.
MM: Sabes qué Daniel, no tengo tiempo para estupideces.
DA: Yo sí, te escucho.
MM: ¿Qué te pasa, Daniel? ¿Por qué estás tan nervioso? ¿Por lo que pueda decir Belaúnde Lossio? ¿Por las cuentas de llán? ¿Por las agendas de Nadine? ¿O simplemente se te acabaron las pastillas?
DA: A ver Mauricio, paremos la mano. Tienes razón, quizá me excedí. Tú sabes que a veces hablo sin pensar.
MM: Sí pues, cuando estás despierto.
DA: Bueno, bueno, ¿qué dices? ¿Te parece si empezamos de nuevo?
MM: Está bien.
DA: Aló, habla Daniel, ¿con Mauricio, por favor?

Publicado en "El Otorongo" (Peru21-18.09.2015)

jueves, 17 de septiembre de 2015

El comandante y la comunicadora

Érase una vez un comandante del Ejército. 
                                               
Érase una vez una comunicadora social.

Érase una vez un comandante y una comunicadora que se casaron y formaron un hogar. Él se esforzaba lo más posible por avanzar en el Ejército; ella por avanzar.




Érase una vez un comandante que decidió levantarse en Locumba contra el gobierno de Fujimori, el mismo día, causalidades de la vida, en el que el asesor Montesinos se embarcaba en sinuosa y oportuna fuga marina.

Érase una vez un comandante que tenía un díscolo e impredecible hermano. Este hermano, que también era militar, atacó a una comisaría pidiendo la renuncia del entonces presidente Toledo. El comandante había sido quien preparó el ataque, aun cuando, detalle menor, en ese momento se  desempeñaba como agregado militar del gobierno del propio Toledo. Cuando la asonada fracasó, el comandante no tuvo inconveniente en negar su participación  y, por el contrario, condenar lo ocurrido.

Érase una vez un comandante y una comunicadora que formaron un partido al que llamaron nacionalista. Henchidos de nacionalismo recibieron la contribución de un conocido gobernante extranjero. Este ilustre hijo de Bolívar les enviaba  miles de dólares para fortalecer el partido y para los gastos de la campaña electoral. La comunicadora le comunicó a su esposo, el comandante,  que primero había que fortalecer el patrimonio de la familia, de la familia de ella.

Érase una vez unas elecciones en las que, en la primera vuelta, un comandante prometió a los más necesitados que haría la revolución si llegaba al poder. En la segunda vuelta, el comandante aseguró al gran público que ya no haría la revolución, pero al mismo tiempo le decía a sus primeros votantes que la revolución iba de todas formas.

Érase una vez un comandante del Ejército que llegó a ser Presidente de la República. Cuando estuvo en campaña, había criticado con dureza los delitos cometidos por Montesinos, al mismo tiempo que uno de sus principales ayudantes era un militar montesinista. Ya instalado en Palacio de Gobierno,  le pareció conveniente para el país nombrarlo asesor presidencial.

Érase una vez en un presidente que había sido comandante.  En campaña, el mandatario había dicho que lucharía contra el narcotráfico. Repitió el discurso por calles y plazas, sin importarle haber llevado al Congreso a al menos una persona relacionada con el tema. Tampoco tuvo reparo alguno en contratar como abogado al defensor de una familia vinculada al narcotráfico. Siendo presidente, consideró imprescindible que tan ilustre personaje se convierta en su asesor jurídico.

Érase una vez una comunicadora que era la esposa de un presidente. La comunicadora había entendido que si la campaña la había hecho junto con su esposo, el gobierno debía tener el mismo tenor. Primero se convenció de ello a sí misma, después al presidente y luego a los demás. Así pues, desde los albores del gobierno, la esposa el presidente cogobernaba. Ante cualquier asomo de crítica a su injerencia, la comunicadora zanjaba el tema asegurando que ella no era quien gobernaba en Palacio y, eso mismo, ya era una orden.

Érase una vez una comunicadora que también era presidenta de un partido llamado nacionalista. La dirigente política criticaba duramente a sus oponentes, con justa razón. Les decía que no debían esconderse tras una serie de enredaderas legales solo para no afrontar la justicia. Eso se llama impunidad decía la mujer, levantando la voz y alzando el brazo.

Érase una vez que esta misma comunicadora y esposa del presidente obtuvo tarjetas milagrosas y perdió agendas imperdibles y, debido a ello, protagonizó sin querer varios informes periodísticos. Y, entonces, cuando los indicios se multiplicaban y las denuncias arreciaban, esta misma mujer,  otrora combatiente incansable de la corrupción, decidió utilizar todas las argucias legales posibles solo para no afrontar la justicia. Pero entonces eso ya no se llamaba impunidad sino derecho a la defensa.

Érase una vez un comandante y una comunicadora que soñaron con cambiar al Perú y su economía, y, lamentablemente, lo consiguieron.



Publicado en la revista Velaverde Nº132

lunes, 14 de septiembre de 2015

Chuponeo S.A. (Alan - Jorge)




Jorge Del Castillo: Aló, Alan, ¿estás bien?

Alan García Pérez: Sí claro, Jorge, ¿por qué preguntas?

JDC: Por lo que ha dicho Pastor de ti.

AGP: ¿Y qué tiene que decir el pastor Lay de mí?

JDC: No, Alan, me refiero a Aurelio.

AGP: Ah no, no sé nada. ¿Qué dijo? ¿La verdad?

JDC: Sí, y en pleno juicio. ¿Puedes creerlo?

AGP: Qué decepción.  Si parecía tan deshonesto. ¿Y qué dijo de mí?

JDC: Que corregiste de puño y letra los narcoindultos.

AGP: Vaya, y yo siempre dije que casi los firmaba sin ver. ¿Y ahora qué les digo a los periodistas?

JDC: Por eso no te preocupes. Yo ya les dije que la verdad era tu letra.

AGP: ¿Qué has dicho?

JDC: Que la verdad era tu letra. Ya sabes, igual que Nadine. Para confundirlos a todos.

AGP: ¿Y resultó?

JDC: Yo creo que sí. Todos creen que te he echado. Los tontos no saben que te estoy ayudando.

AGP: Gracias Jorge. Felizmente que tengo mis contactos en el Poder Judicial. Ahora dime, ¿cómo vamos con la campaña presidencial?

JDC: Estamos definiendo nuestro lema.

AGP: Mira Jorge, debe ser un lema que hable de nuestra mayor fortaleza.

JDC: ¿La corrupción?

AGP: No.

JDC: ¿La impunidad?

AGP: No, tampoco. Tiene que ser un lema que hable del crecimiento económico que tuvimos en el segundo gobierno. Que se entienda que no perderemos nuestro norte.

JDC: Alan, pero el norte ya lo perdimos con Acuña.

AGP: Jorge, te hablo de nuestro objetivo final porque, eso sí, si vuelvo a la presidencia nuestra economía volverá a florecer.

JDC: Qué bueno Alan, pero que nadie se entere.   


Publicado en "El Otorongo" (Peru21-11.09.2015)