martes, 8 de septiembre de 2015

Roma, Gutiérrez y la quinta agenda

Llegué a Italia a las 10 de la mañana. Apenas tuve tiempo de darme una ducha y hospedarme, aunque no necesariamente en ese orden; luego me dirigí al lugar acordado: el gran parque romano de Villa Borghese. A la hora exacta, vi como de entre la gente que paseaba surgió la figura del hombre de las agendas: Alvaro Gutiérrez.

Me acerqué a él, me presenté y nos sentamos al borde de una de la piletas del lugar. Antes de siquiera decir algo, Gutiérrez sonrió.

-¿Pasa algo? –le pregunté.
-Me sorprende que hayas venido hasta aquí. Te dije que en dos días más estaré en Lima. Esta reunión podríamos haberla tenido allá..
-Tenía que venir a hablar con usted en persona.
-Entiendo –dijo borrando la sonrisa del rostro-. Por rigurosidad periodística.
-No, por los viáticos.



Gutiérrez pestañó y se reacomodó el saco.

-Bueno –me dijo- como te dije, tengo más agendas para mostrar.
-¿Y por qué no se las mostró a los demás medios?
-La verdad es que los grandes medios me han decepcionado un poco. Algunos no me han tratado bien. Por eso quería difundirlas a través de una revista como donde escribes, pero sobre todo quería darle notoriedad a un periodista joven y valioso.
-Ah, vaya gracias.
-Sí pues, pero no pude contactarlo, así que te llame a tí.

Casi sin darme, cuenta empecé a mover mi pierna izquierda.

-Bueno, señor Gutiérrez, ¿qué agendas me tiene?
-Todas son de la época de la campaña del 2011. Tengo la de Siomi Lerner, de Omar Chehade y hasta la de Carlos Tapia.
-¿Y se mencionan gestiones de dinero?
-Solo en las de Siomi, pero muy poco en realidad.
-¿Muy poco dinero?
-No, bastante dinero, pero muy pocas hojas sobre eso.
-Bueno, de Lerner se sabe que es un empresario exitoso.

Gutiérrez se alzó de hombros y luego se inclinó hacia mí.

-A decir verdad, por lo que he visto son cuentas de su casa nada más.        
-¿Y de Nadine? ¿No tiene otra agenda? Por ahí se dice que hay una quinta agenda que es demoledora.
-¿Que es de quién?
-Que es demoledora, quiero decir, que tiene información muy valiosa.

El ex congresista me miró, me sopesó. Hizo una mueca extraña y, por primera vez, miró a la gente que caminaba a nuestro alrededor. Luego volteó a verme otra vez.

-La quinta es la definitiva -dijo.
-¿La de quién?
-La definitiva –dijo alzando la voz de pronto-. Con esa nos bajamos al presidente.
-¿Quiere decir a Nadine?
-A los dos, con esa agenda nos bajamos al gobierno completo.

De repente, mi respiración se aceleró. Era la ansiedad. Suele ocurrirme cuando estoy cerca de obtener una primicia o de entrar a Mistura.

-¿Y entonces? ¿Tiene la quinta agenda? ¿Esa es la que me va a dar?

Gutiérrez volvió a mirar a la gente que, distraída, atravesaba el gran parque.

-No, pero tengo algo mejor que esa.
-¿Qué puede ser mejor?
-Tengo 3 agendas de Humala.
-Ya pues, ¿a quién le interesa las agendas de Humala?
-Pero son del actual presidente.
-Sí, ya sé quién es, pero qué puede haber ahí. ¿Cómo gastaba los 800 mensuales que Nadine le daba para el mes?
-Bueno, sabemos que la familia Heredia era la que manejaba el dinero, pero de todas formas son interesantes las reuniones y comentarios de Humala.
-Está bien –le dije, después de todo algo se podría hacer con esas agendas-. Pero usted mismo lo ha dicho, aquí lo principal es la quinta agenda.
-Yo estoy dispuesto a darte las agendas de Lerner, Chehade, Tapia y hasta las de Humala.
-Yo solo quiero la de Nadine.
-No vamos a llegar a ningún acuerdo. La agenda de Nadine está fuera de discusión.

Instintivamente apreté los puños y pestañeé varias veces. Era la molestia. Suele ocurrirme cuando una primicia se empieza a esfumar o cuando la cola en Mistura es muy larga.

-Pero no entiendo. Si no hay forma que me dé la agenda, ¿para qué me la menciona?
-Por seguridad. Nadine sabe que si he tenido esas agendas, también tengo la quinta, la principal.
-¿Y qué tengo que ver yo con su seguridad?
-Si me pasa algo ya sabes quién y por qué me puede hacer daño.

Moví mi cabeza hacia los lados.

-No puede ser. ¿Entonces solo me está utilizando?
-Ni más, ni menos que la prensa hace conmigo. Además, te estoy ofreciendo las otras agendas. ¿O no las quieres?
-Sí, algo tengo que llevar a Lima. Pero dime, ¿no me darás al menos algún dato que aparezca en la agenda de Nadine?
-Está bien –me dijo-. Pero no puedes citarme.
-Pero sabe que todos van a pensar que fue usted quien…
-No me importa lo que piensen. Tú solo no me cites.
-De acuerdo.

El ex amigo de los Humala dio una rápida mirada a nuestro entorno. De pronto, su rostro se agravó y su vista se detuvo en un hombre situado a varios metros de nosotros.

-Carajo, me han visto. Nos han visto.
-¿Quién?
-Olvídalo, olvídate –dijo y se puso de pie-. Aquí no pasó nada.

Luego se fue raudo en la dirección opuesta de dónde venía el hombre misterioso. Yo me quedé quieto. El hombre pasó junto a mí y siguió camino por donde Gutiérrez se había marchado. ¿Qué había pasado? ¿Era cierto ese hombre nos vigilaba o Gutiérrez se arrepintió de pronto? Cuando reaccioné y quise seguirlo ya lo había perdió de vista, a los dos.

De regreso al hotel, me eché en la cama y traté de entender lo que acababa de suceder. Lo peor era que me iba a regresar sin nada (bueno, los jaboncitos y la pequeña Biblia de la mesita de noche no cuentan). Todo lo que había luchado para que la revista me pueda enviar y ahora volvía sin nada. Bueno, nada, excepto este texto y lo que me quedaron de los viáticos. Algo es algo.


Publicado en la revista Velaverde N°131

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