lunes, 23 de marzo de 2015

Entendiendo a Castañeda

Pese a las duras y constantes críticas que viene recibiendo, el alcalde Castañeda no se amilana. Al contrario, ciñéndose  a la máxima popular: “lo que no te mata, te hace más fuerte”, ha creado alrededor de sí una gruesa coraza que lo mantiene alejado de los insultos, los agravios y el sentido común. Y aunque cualquier otra persona, menos bondadosa, habría querido devolver los golpes e imponer la Ley del Talión, Castañeda, en cambio, ha respondido con proyectos, obras y varios baldes de pintura amarilla.

Prueba de su febril trabajo son las medidas que ha tomado en menos de tres meses de gestión.  Sin embargo, algunos limeños, basándose en aspectos tan sobrevalorados como la razón y el buen juicio, las han cuestionado con inusitada dureza.



El problema, creo, es que no se han explicado con la debida claridad. Aquí un rápida revisión de algunas de ellas:

Despidos en masa: El origen del repentino desempleo de miles de trabajadores ediles no está en nuestras tierras. Hace más de 100 años, Henry Ford le mostraba al mundo las bondades de la producción en masa. Nuestro alcalde, en una interpolación genial, ha utilizado similar concepto para agilizar la engorrosa –y penosa- tarea de despedir uno a uno a los miles de empleados de la gestión anterior. “Es una venganza contra Susana”, dijeron algunos cuando se dio la noticia. Castañeda descartó de plano esta acusación y luego mostró, documentos en mano, que ninguna de las mujeres despedidas se llamaba Susana. Ello echó por tierra la denuncia y, de paso, la ciencia de las probabilidades.

El correteo de Orión: De forma similar como Castañeda ha sido blanco de un ataque sistematizado, la empresa Orión también ha recibido mala publicidad sin merecerla. A fin de poner las cosas en su sitio, el alcalde le dio a Orión la luz verde –o luz roja, a ellos le da igual- para seguir con el correteo, es decir, le ha dado la oportunidad para que los conductores de cada unidad compitan entre sí por obtener más pasajeros. Ahora bien, que los choferes de Orión suelan confundir el freno con el acelerador no debería ser motivo de alarma, salvo, claro, si ello ocurre cuando uno está de pasajero. Los críticos de nuestro alcalde no entienden que la visión del Municipio es que estos esforzados choferes avancen en sus vidas; que prefieran hacerlo a más de 100 kilómetros por hora es solo un tema de libre albedrío. De manera que afortunadamente quedó descartada la idea de la anterior gestión municipal, según la cual había que formalizar el transporte y eliminar el correteo. ¿Qué estaba pensando la gestión anterior? ¿Qué éramos una  sociedad civilizada? ¿En serio? 
        
Los murales: Iniciada su gestión, Castañeda y su iluminado equipo de colaboradores notaron que diversas paredes de nuestra Lima habían sido intervenidas en el peor sentido artístico de la palabra. Murales coloridos daban vida y alegría a una ciudad cuya tristeza es proverbial, acaso histórica.  No en vano el escritor Herman Melville, a raíz de su paso por la ciudad en el S. XVIII, la calificó como la ciudad más triste que había conocido.  O sino basta recodar el mediodía gris de Zavalita cuando mira la avenida Tacna sin amor y bien podría preguntarse ¿En qué momento se entristeció Lima?  Entonces, sincerémonos, ¿una Lima feliz?, ¿festiva? ¿En verdad queremos ir contra nuestra historia? Castañeda ha sabido ver más allá de lo evidente y ha rescatado, de ese mundo colorido, la real condición tristona de la ciudad. Una actitud valiente sin duda.

Queda entonces demostrado que estamos ante una autoridad que sufre críticas interesadas de parte de gente que –nunca faltan- solo se interesan por  el bienestar de Lima. Castañeda es un hombre pragmático, de acción. Una persona así no tiene por qué sustraerse de la practicidad del cemento para hundirse en conceptos tan banales y etéreos como la transparencia, la tolerancia y la cultura.

Dejémoslo entonces que gobierne…pero no tanto.


Publicado en la revista Velaverde Nº107

No hay comentarios:

Publicar un comentario