No sé qué extraños
sucesos me llevaron a pasar frente al histórico Bar Cordano, un sábado a las 9
de la mañana, pero ahí estaba yo. Como vi la puerta entreabierta, entré y quedé
sorprendido al ver al presidente Humala en una de las mesas.
-Está cerrado –me
dijo una voz del otro lado de local.
Entonces vi que la
voz venía de un grupo de personas; rápidamente comprendí que eran policías.
-Déjenlo –dijo Humala
y luego me miró-. Ven, siéntate aquí.
Humala arrimó una
silla y me senté.
-¿Cómo te llamas? –me
preguntó y antes de que pudiera responder agregó-. Mejor no, no me digas. Lo
que quiero es saber la opinión de alguien como tú, un ciudadano de a pie, un
cualquiera, un chauchilla, un pelagatos, un…
-Ya entendí.
-Mira –me dijo-. Me
estaba yendo a un evento pero decidí parar aquí y pensar en mi gobierno. Es que
sentí un nudo en la garganta.
-¿La ansiedad?
-No, la corbata. Me
la ajusté demasiado. Dime, ¿cuál crees que ha sido el peor error de mi
gobierno?
-Su esposa.
-Caramba, ni lo
pensaste. Pero ella no es lo que la gente cree.
-¿Es peor?
-No, todo lo
contrario. Es un amor de persona.
-Puede ser pero no
basta con serlo. Usted ya sabe lo que se dice de la mujer del César…
-No sé, hace días no
veo la tele. Lo que pasa es que ustedes son ingratos. A ver dime, ¿cómo hemos
dejado la economía?
-Sigue creciendo pero
a mucho menos velocidad que antes.
-¿Y qué me dices de
la salud?
-Más o menos, hoy
amanecí medio resfriado.
-Te pregunto de la
salud en general.
-Bueno, la mayoría se
queja de la atención.
-Ustedes creen que las
cosas cambian de un día para otro.
-Pero ya pasaron
cinco años.
Entonces Humala me
miró. Dio un leve suspiro y dirigió su mirada hacia donde estaba su seguridad.
-Vamos, mejor cumplo
con los compromisos.
Humala se puso de pie
en el mismo momento que un mozo salió de la cocina trayendo un café y un pan con
lechón.
-Déselo nomás al
ciudadano de a pie –le dijo y se fue con su seguridad.
Publicado en revista Velaverde Nº173
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