Querido diario:
A ver te cuento que
me fui a Paris a ver a mi compadre
Toledo. Lo encontré dando vueltas alrededor de la sala, como cuy en tómbola. No
me aguanté y apenas lo saludé le dije: “Barata ha dicho que entregó 20 millones
para usted”. Mi compadre me miró furioso. “Lo sé y estoy indignado”, me dijo, “yo
solo recibí 11”. Entonces no supe qué decirle y solo moví mi cabeza a los
lados. Toledo me miró y, casi al borde de las lágrimas, me dijo: ¿Acaso ya no
se puede confiar en nadie? ¡Carajo!”.
De pronto apareció
Eliane. “Alejandro, ya olvídate de eso. No seas angurriento”, le dijo, “ahora
debes preocuparte de cómo librarte de la justicia”. Mi compadre se repuso casi
en seguida y, por un momento, pareció tener el mismo temple de siempre, aunque
en realidad lo que tenía era la misma casaca marrón de siempre. “No te
preocupes, Ilián, todo está bajo control. Me voy a acoger a la prescripción”,
dijo y, en el acto, Eliane le contestó: “Ah no, Alejandro, tú no te vas a coger
a nadie”. Varios gritos, arañazos y un
par de bofetadas después, Eliane comprendió. Mi compadre solo quería hacer lo
que hace todo político cuando la justicia lo empieza a acorralar: dejar que
pase el tiempo hasta que ya no pueda ser juzgado.
Después de todo, mi
compadre lo está haciendo por primera vez; otros, en cambio, ya están curtidos
en esto y bien podrían dictar un taller sobre el tema. Por ejemplo, para Alan la
prescripción ya no es un simple recurso legal, sino todo un estilo de vida.
“Compadre”, le dije,
“aquí en confianza. Dígame, habiendo liderado la lucha contra la corrupción
fujimorista, ¿no se sintió mal de recibir ese dinero y traicionar todo lo que
hizo?”. En seguida vi que mi pregunta le llegó al alma. El hombre de Cabana, el
autodenominado “error estadístico”, me miró verdaderamente conmovido y sacudido
en su interior, y entonces, casi temblando, me respondió: “No”.
Ya
está. No sigo más, es hora de comer, dormir e hincar como ninguno.
Don
Oto.
Fuente: El Otorongo (Peru21-10.02.2017)
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