martes, 4 de noviembre de 2014

No me esperen en Locumba

En medio del fuego cruzado de acusaciones de las últimas semanas, el tema del levantamiento de Locumba por parte del entonces comandante Humala volvió  a la luz. ¿Fue  o no una coincidencia que el mismo día que Vladimiro Montesinos se fugó del país a bordo del yate Karisma, los hermanos Humala llamaron la atención de la prensa con su levantamiento en Locumba? ¿En verdad era necesaria una pregunta tan larga? 

Ante tanto barullo, queremos dar nuestra contribución al respecto. Los hechos a continuación descritos han sido totalmente corroborados, aunque no en su totalidad.

La madrugada del 29 de octubre del 2000, el comandante Ollanta Humala salió de su base en Locumba, en Tacna, al mando de una tropa de 57 soldados. Para poder salir con ellos, Humala dijo que realizaría una marcha de campaña a un lugar denominado Alto de la Alianza. Los soldados –todavía amodorrados- no lograban entender por qué el comandante les había hecho salir con todas sus cosas y con suministros para una semana, cuando la salida solo duraría horas.

Más de dos horas después de haber partido, algunas sospechas empezaron a cernirse sobre los soldados. “Algo raro está pasando –pensó uno de los más avispados-, ¿si nuestro destino es Alto de la Alianza por qué ya lo pasamos hace más de media hora?



Entonces, de pronto, Humala pidió la atención de todos. Bajo el cielo despejado, plagado de estrellas, el Comandante miró con emoción a sus soldados.

-Queridos soldados, como ya se habrán dado cuenta, no estamos yendo a Alto de la Alianza.

Los soldados se miraron entre sí.

-Se preguntarán ustedes entonces para qué han salido. ¿Alguien se imagina para qué hemos venido hasta aquí?
-¿Para un partido de paintball?
-No, soldado, es algo más importante.
-¿Un campeonato de paintball?
-No, esto no se trata de ningún juego. Esta noche vamos a hacer historia, vamos a ser los hijos predilectos del Perú, pero no seré yo quien les diga qué hacemos aquí.

En ese momento, desde detrás de unos arbustos, emergió la figura esmirriada de Antauro. Apenas la tropa lo vio, la mitad de soldados rastrilló sus armas.

-Soldados, es mi hermano –dijo Humala-.El mayor Antauro.

Entonces la otra mitad de soldados rastrilló su arma.

Antauro caminó hasta Ollanta. Miro casi de reojo a los soldados que lo miraban y luego se acercó a su hermano.

-Ollanta –dijo casi susurrando- ¿Trajiste las fichas para mi discurso?
-Olvídate de eso Antauro. Di lo todo lo que tengas en mente.
-¿Estás seguro?
-Espérate –dijo, moviendo la cabeza- mejor voy a ver si encuentro las fichas.
-No, tienes razón. En estos casos es mejor dejarse llevar por la inspiración de la historia.

Entonces Antauro dio unos pasos y vio a los soldados. Donde había confusión, desgano y desconcierto, quiso ver entusiasmo, expectativa y militancia.

-Soldados, permítanme presentarme –dijo Antauro-. Con ustedes: yo.

La tropa seguía impertérrita; algunos miraban a Humala buscando una explicación.

-Esta noche –continuó Antauro-.  Vamos a hacer historia.
-Eso ya lo dijo el Comandante –dijo un soldado.

Antauro retrocedió y se acercó otra vez a Ollanta.

-¿Ya dijiste eso?
-Sí.
-Pero eso se suponía que tenía que decirlo yo Ollanta.
-Vamos Antauro, eso es lo de menos.
-Está bien.

El Mayor se colocó otra vez frente a la tropa.

-Soldados, no solo vamos a hacer historia, vamos a ser los hijos predilectos…
-También ya nos dijeron eso.

Antauro se cogió la cabeza y se acercó a Ollanta.

-¿En verdad también dijiste eso ya? Tú sabías que esa era mi parte favorita. Prácticamente me he metido en esto solo para decir eso.
-Vamos Antauro, no exageres. Además, te aseguro que no he dicho nada más.

Antauro volvió a su posición y carraspeó antes de hablar.

-Soldados, hermanos míos, desde los tiempos de Cáceres no se ha visto un gesto como el nuestro.
-Una gesta –dijo Humala.
-Bueno, gesta –dijo Antauro-, pero esta gesta es igual un gesto de valentía, de coraje, de amor por la patria. Cáceres nos mostró el camino hace muchos años y ahora ustedes y nosotros seguiremos por esa ruta de verdadero patriotismo peruano etnocacerista. ¿Alguna pregunta?
-Sí –dijo un soldado-. Ya no vamos a ir a Alto del Alianza, ¿no?

Antauro volteó a ver a Ollanta. Este alzó las cejas y los hombros al mismo tiempo.

-Soldados –continuó Antauro- esta noche…
-Ya está amaneciendo Antauro –dijo Humala.
-Bueno, esta mañana…
-Pero tampoco es de mañana todavía.

Antauro se pasó la mano por la frente.

-Hoy vamos a declarar nuestra segunda independencia, vamos a liberarnos del yugo del dictador Fujimori. Desde aquí, desde Locumba…
-No, Antauro, ya salimos de Locumba…
-¿Entonces? ¿Dónde estamos?
-No sé –dijo Ollanta.

Antauro se frotó las manos en el rostro.

-Soldados, no importa donde estemos, sino a dónde nos estamos yendo.
-¿Al Alto de la Alianza?
-No.
-¿A Locumba?
-No, tampoco, no hablo de eso, me refiero a que estamos yendo hacia el derrocamiento de una dictadura. Nos estamos sublevando en nombre de la constitución de 1979, en nombre de la democracia, de la verdadera democracia donde todas las voces deben ser respetadas.
-Pero mayor…
-Cállese y escúcheme. Desde hoy 29 de octubre, dejaremos de ser soldados de este Ejército corrupto y seremos soldados del país, de los peruanos, del espíritu etnocacerista.

Un murmullo recorría por la tropa. Primero eran voces casi apagadas, luego fueron ganando fuerza, hasta que un soldado lo vociferó con claridad.

-Hemos sido engañados. Nos dijeron que iríamos a una campaña.
-Pero es una campaña por tu país.
-Yo soy arequipeño.

Antauro enmudeció por un segundo.

-Soldados –volvió a dirigirse a la tropa- les prometo que si logramos la victoria serán unos héroes y cuando caiga este régimen corrupto el país los recompensará.

Dos horas después, Antauro, Ollanta y la tropa seguían recorriendo parajes desolados sin aparente rumbo fijo. En un descanso, Ollanta se acercó Antauro.

-Antauro, ¿estás seguro de que es por aquí?
-Mmm, bueno, no sé, creo que debimos doblar a la izquierda en Alburqueque.

Tres horas después de un larga caminata, y sin previo aviso, el comandante Humala ordenó a la tropa detenerse, lo cual  fue bastante sencillo considerando que ya hacía rato que se había desparramado por el suelo.

-Hemos llegado soldados –dijo Humala.

Habían llegado al  campamento minero de Toquepala, en Moquegua. Allí tomaron las instalaciones y se proveyeron de víveres. Mientras los hermanos Humala lavaban manzanas, de pronto, fueron sorprendidos por la llegada de un periodista.

-¿Por qué están haciendo esto?

Antauro le dijo a Ollanta: “Déjame a mí”.

-Te explico –dijo Antauro- la limpieza de las frutas es una de las…
-No, les pregunto ¿por qué se han atrincherado?
-Demandamos que Fujimori deje la presidencia.
-¿Y van a estar aquí hasta que eso ocurra?
-Exacto, estaremos aquí hasta que Fujimori deje de ser presidente, o hasta que llegue el fin de semana, lo que ocurra primero
-¿Y desde un inicio han estado buscando la caída del régimen?
-No, al principio lo que estábamos buscando era el Alto de la Alianza.
-Pero son conscientes que va a ser muy difícil que logren su cometido. Es decir, lo que sigue para ustedes es muy probablemente la prisión.
-Si tengo que ir a prisión lo haré con gusto –dijo Antauro.
-Yo opino lo mismo -dijo Ollanta-. Si Antauro  tiene que ir a prisión, lo hará con gusto.
-¿Y sabían que Montesinos se fugó cuando ustedes estaban distrayendo a toda la opinión pública?
-Bueno…

El relato se corta aquí de forma abrupta. Las respuestas que los hermanos dieron a esta pregunta nos las reservamos porque no pudieron ser corroboradas y, sobre todo, porque ya no tenemos más espacio. Además, como es evidente,  nuestra ética periodística nos impide conjeturar o inventar cosas.

Sin embargo, sabemos que tarde o temprano, la verdad llegará, y los juicios por difamación, también.

Publicado en la revista Velaverde Nº88

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