lunes, 23 de diciembre de 2013

Dilemas de un Premierizo

En la oficina central de Palacio de Gobierno, el presi­dente Humala empieza a llenar un crucigrama. Cinco minutos después, el sonido del anexo lo despierta.



–Dígame señorita.
–Lo está buscando el premier.
–¿El premier?
–Villanueva, señor presidente.
–Ah claro, Cesitar.
–En realidad vino a buscar a la primera dama, pero como está de viaje entonces…
–¿Nadine está de viaje?
–Sí, ¿cómo? ¿no lo sabía?
–Sí, sí, claro, cómo no voy a saber. Es un viaje que coordi­namos hace tiempo.
–Pero ha sido un viaje de emergencia.
–Sí, claro, hace tiempo que habíamos previsto esa emergen­cia, por eso se ha ido a… aquí nomás a…
–A Pekín.
–Eso, eso, a Pekín.
–Entonces, señor presidente, ¿hago pasar al premier?
–Claro, que pase.

Villanueva ingresa, saluda al presidente y se sienta.

–Cesitar, ¡qué gusto! Hace tiempo que no te veo. ¿Qué no­vedades? ¿Cómo andan por casa? ¿To
Humala se incorpora, levanta un cofre lleno de caramelos y se los ofrece.
–¿Un caramelito?
–No, gracias.
–Vamos, Cesitar, anímate, tenemos sabores.
Villanueva asiente, escoge uno de limón y se lo lleva a la boca.
–Ahora sí –dijo Humala– de qué quieres hablar.
–Señor presidente, contésteme algo. ¿Acaso no soy el pre­sidente del Consejo de Ministros, su máximo representante?
–Claro, Cesitar.
–Y entonces, ¿por qué todos me ignoran? Por ejemplo, usted no me ha pedido que lo ayude en el caso de López Meneses.
–No te preocupes, eso lo está viendo Fredy (Otárola).
–Pero entonces, déjeme intervenir en los temas sociales.
–No, Cesitar, ya Anita Jara está viendo esas cosas.
–¿Y la economía? Tengo algunas propuestas para repartir mejor el canon.
–Tú sabes que para eso nadie mejor que Castilla.
–¿Y los temas de seguridad?
–Eso lo ve Villafuerte. Y, quién sabe, Albán puede ayudar también.
–¿Villafuerte? ¿Pero no lo había sacado del Gobierno?
–Ay Cesitar, tienes unas ocurrencias. Villafuerte sigue con nosotros.
–Bueno, señor presidente –dijo con voz lacónica–, está claro que no tengo nada más que hacer aquí.
–Claro, Cesitar, tú anda nomás que aquí tenemos todo bajo control.
–Pero señor presidente, ¿no comprende? Le estoy diciendo que no me verá más.
–Vamos, no exageres, tú como premier y yo como presidente nos encontraremos en algunas ceremonias.
–Usted no ha entendido –dijo con rostro adusto–. Estoy re­nunciando.
Humala queda mudo por unos segundos.
–Pero Cesitar, si tú eres casi de nuestra total confianza.
–Lo siento, pero no puedo seguir así. Cuando Nadine me con­vocó me prometió que podría hacer cambios en el Gabinete.
–Y tienes toda la libertad de hacerlos.
–¿En serio?
–Por supuesto. Siempre y cuando Nadine, Villafuerte, Vega, mi secretaria y yo estemos de acuerdo. Después de eso, tú eres el que mandas.
–Ah bueno, si es así ya me quedo más tranquilo. Una cosa más. ¿Mencionó usted también a Vega? ¿Acaso él tampoco salió del Gobierno?
–Ay Cesitar, no hay nada que hacer, hoy has venido con toda la chispa. Pero si aca­bo de nombrarlo viceministro de Defensa.
–Bueno, señor presidente estando todo aclarado, me regreso a la oficina.
–Anda nomás Cesitar, y no te pierdas pues, date una vuelta cuando quieras. ¿No quieres otro caramelito?
–No gracias, señor presidente –dijo tocán­dose el estómago–, creo que me ha caído mal. ¿Qué son? ¿De Ambrosoli?
–No, de Qali Warma.

De regreso a la sede de la PCM, tras tomar una pastilla aliviadora, el premier se dejó caer sobre el sillón. Luego decidió relajarse mi­rando su film preferido de los her­manos Coen. “Caracho, no sé por qué pero cada vez se me hace más familiar esta película”, se dijo mientras empezaba a ver El hombre que nunca estuvo ahí

Publicado en la revista Velaverde Nª41.

No hay comentarios:

Publicar un comentario