viernes, 20 de diciembre de 2013

De Messi, Saturno y el Queso Parmesano

Es posible que no me crean. Total, si yo mismo no hubiese visto las cosas que vi, tampoco lo creería.



Todo empezó con el Big Bang, pero ese es otro tema. Mi historia ocurrió hace dos años, tres meses y cinco días. Estaba viendo el clásico Barcelona - Real Madrid, mientras Martha, mi entonces enamorada, preparaba un plato hecho de pastas, o algo así.

"Amor, me olvidé del queso parmesano", dijo como si no me estuviera pidiendo nada, pero claro yo sabía que era todo lo contrario. "No te preocupes, amor, yo voy", le dije en seguida porque soy todo un caballero, según mis amigas y un mongazo según mis amigos. Pero como el Real parecía estar a punto de empatar al Barza y como yo había apostado a favor del Barza pensé que el queso parmesano, caballero, podía esperar. Sin embargo, Martha no pensó lo mismo y me dijo: "Gracias, amor, pero apúrate amor que tengo que usarlo ahorita, ¿ya amor?". "Ya", le dije y así, abrumado por tanto amor, me fui caballerosamente a comprar.

Salí del depa y calculé que regresaría en unos cinco minutos como máximo. Crucé la pista, caminé una cuadra y llegué a la bodega del chino de la esquina, cuya peculiaridad era que no estaba en la esquina, sino unos metros antes. El chino me preguntó qué marca quería, pero yo andaba pensando más en la marca que el Real entero le hacía a Messi, así que le pedí cualquiera. Pagué y salí con lo comprado. Entonces sucedió.

Empezaba a alejarme de la bodega cuando sentí que una sombra me rodeó y que era elevado a gran velocidad. Entonces, miré hacia arriba y vi que estaba yendo hacia un agujero en medio de una especie de masa, segundos después supe que se trataba de la entrada a una nave espacial, sobre todo cuando vi el letrero que decía: "Entrada a la nave espacial".  Vi luego a un ser que no parecía humano, lo cual no me asustó del todo considerando que tengo un par de amigos subtes. Antes de que pudiera reaccionar, mi cuerpo empezó a perder peso (cosa que no me disgustó). Floté y avancé hasta descender sobre una camilla. De la nada, unas correas pequeñas surgieron y me aseguraron brazos y piernas.

Era un momento particularmente dramático e incierto. Sabía que cualquier cosa podría estar a punto de pasar. "¿Empatará el Real?", fue lo primero que pensé en ese instante.

De pronto, sentí que volvía a flotar, pero esta vez me iba desvaneciendo. Entonces, me empecé a elevar y, en ese momento, fue cuando mirando hacia abajo me vi a mí mismo echado sobre la camilla. Ahí estaba yo. Aterrado, después de ver todo mi cuerpo comprendí que me había desdoblado y que, en verdad, debía empezar una dieta cuanto antes.

Pero entonces empezó el viaje. Noté que el ser no humano que había visto al llegar a la nave ahora flotaba junto a mí, o al menos sentí su presencia. Fue increíble, primero me asusté pero después perdí el miedo. Tuve que amoldarme a no tener cuerpo, a ser solo una especie de alma. Al principio no fue fácil, sobre todo cuando traté, en vano, de rascarme la cabeza. Pero cuando superé eso, todo fue más sencillo.

Segundos después ya estaba viajando en medio del universo. Empecé a viajar por el sistema solar mientras la voz del ser no humano me iba hablando, haciendo de guía, que no te acerques mucho que éste es el Sol, que igual ten cuidado con Mercurio, fíjate que Marte es el planeta que más se parece a la Tierra, perdón me equivoqué, ésa es la Tierra. Así me fue indicando todos los planetas. El único planeta que reconocí fue a Saturno, por los anillos.

El viaje me pareció fascinante, lástima que no vendieran souvenirs, hubiera traído unos llaveros alucinantes. En un momento dado, la voz me anunció que el tiempo del viaje había concluido y, en tono confidente, agregó: es más, nos pasamos cinco minutos.

Entonces volvimos a la nave y sentí que nuevamente me incorporaba en mi cuerpo. Las correas se soltaron y quedé de pie. La voz del ser no humano me dijo que habían analizado mi cuerpo y que me agradecían por mi colaboración. Yo les dije que no había problema, pero que me devuelvan el queso parmesano. Así lo hizo y luego me dijo que nos volveríamos a ver pues era probable que otro día necesiten hacerme otros análisis.

Yo iba a responder, pero no pude. En menos de un segundo me encontraba otra vez, al frente de la bodega del chino de la esquina. Apreté en mi mano el queso parmesano y, aún conmocionado, regresé al depa. Sentí que había pasado horas, pero al ver que el partido continuaba comprendí que no había sido así. El tiempo del partido en el televisor me dio a entender que había pasado unos pocos minutos en realidad.

Martha salió de la cocina. Me sonrió y se llevó el queso parmesano. Yo me detuve a pensar un momento en lo que me había ocurrido, en la vastedad del universo, en el destino de la raza humana y la relatividad del tiempo terrestre, pero detuve mis pensamientos cuando comprendí, anonadado, lo que había ocurrido.

No lo podía creer. El Real había empatado.

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