lunes, 3 de agosto de 2015

Ollanta, Gamarra y la gran transformación

En la oscuridad de la habitación, la primera dama dormía plácidamente cuando, de pronto, un ruido, como un estruendo,  la despertó y la hizo saltar de la cama. En seguida, todavía medio confundida vio que estaba sola. “Ollanta”, pensó. Caminó entonces hasta la puerta de la habitación y escuchó tras de ella. “Un golpe, un golpe”.

Heredia quedó paralizada por un segundo. “No puede ser. Los militares no pueden darnos un golpe. ¿Para qué nombramos entonces a toda la promoción de Ollanta?”. Cuando salió de la habitación, vio a una de las mujeres que forman parte de la seguridad presidencial. “¿Quién dio el golpe? ¿Son solo los del Ejército?”, preguntó Heredia. “¿Militares? No hay ningún militar. El presidente se cayó en la cocina y se golpeó la cabeza”, le dijo. “Vaya, me tranquilizas”, dijo Heredia. “Pero tampoco se tranquilice, el presidente no reacciona todavía”.



Cuando llegaron a la cocina, el doctor estaba revisándole el pulso a Ollanta. 

El presidente abrió los ojos y se encontró en un lugar muy iluminado. No podía ver sus propios pies porque pequeñas nubes circulaban a ras del suelo.  De pronto se le apareció Dios, de larga barba, vestido de lana y con sandalias.

-Yo te conozco –dijo Dios-. Eres Ollanta Humala.
-Yo también te conozco –dijo Humala- Tú eres de los Ataucusi, ¿no? De los israelitas.
-No, yo soy Dios.

Humala demoró unos segundos en reaccionar.

-¿Entonces estoy en el cielo?
-Sí, pero estás en la entrada nomás.
-¿Y eso por qué? Recuerde que soy el presidente del Perú. Tengo mis influencias.
-Aquí las influencias no sirven. Está bien que el poder maree a la gente pero en tu caso parece que ha sido más fuerte.

Humala esbozó una sonrisa y volvió a mirar fijamente a Dios.

-¿Está seguro que no es de los Ataucusi? Me parece haberlo visto tomando esas cousters que van para Cieneguilla.
     
Dios movió la cabeza a los lados.

-Te repito que soy Dios. ¿Y tú has sido presidente del Perú? Qué pena ah. Tantas riquezas que le di a ese país y todavía hay millones de pobres.
-Bueno, tampoco me va a echar la culpa de todo la historia del Perú.
-Claro que no Ollanta. Pero dime, ¿qué pasó con las ideas de cambiar las cosas para ayudar a los pobres?

El presidente bajó la mirada. Luego volvió a ver a Dios y se alzó de hombros.

-Bueno, a veces las cosas no salen como uno quiere, ¿no? ¿Lo mismo no le pasó con Gamarra?
-¿Gamarra?
-Claro, ¿Gamarra y Sodoma no era?

Dios juntó las manos hacia él mismo.

-Perdónalo porque no sabe lo que dice.
-Bueno, ¿cómo funciona esto? No voy a estar de pie todo el día.
-Entrar al cielo no es fácil. Hay gente que demora años en entrar.
-¡Por ti! ¿Tan complicado es? ¿Por las penitencias?
-Aquí entre nos, me he llenado de burocracia y la cosa anda lentísima.
-Entiendo.
-Mira, Ollanta, te queda un año de presidente. No quiero generar estabilidad en el Perú, así que voy a dejar que regreses, pero no pierdas esta oportunidad.

Ollanta estiró su  mano y Dios la estrechó.

-Le prometo que en este año haré todo lo que no hice en estos cuatro años.
-No te pido tanto, Ollanta. Con que dejes a tu país estable y te alejes de las tentaciones todo estará bien. No lo olvides Ollanta..., Ollanta..., Ollanta...

El presidente sintió que sus ojos se cerraron y siguió escuchando su nombre, pero esta vez en la voz de Nadine. Entonces volvió a abrir los ojos y advirtió que lo habían llevado hasta su cama. La primera dama se acercó a él.

-Ollanta, me tenías preocupada.

Humala recordó todo lo que le acababa de pasar. Se levantó de la cama y aseguró sentirse bien. Le agradeció al doctor, pero le pidió que salga de la habitación que necesitaba hablar a solas con Nadine.

-¿Qué pasa Ollanta? ¿De qué me quieres hablar?
-Vamos a volver a la Gran Transformación. Vamos a hacer todo lo que debimos a hacer desde el inicio. Voy a llamar a Marisol a pedirle disculpas. ¿Todavía tienes el número de Siomi, de Tapia y de los demás? Todavía podemos hacer las cosas bien. ¿Qué dices?
-¿Estás hablando en serio?
-Claro, Dios mismo me dijo que debía volver a la Gran Transformación.
-¿Dios te habló?
-Claro, me habló. Él me entiende, lo mismo le pasó con Gamarra.
-¿Gamarra?
-Sí, mira, lo que pasa es que…
-¿Estás seguro que Dios quiere que vuelvas a la Gran Transformación? ¿Así te lo dijo exactamente?

Humala quedó pensativo.

-Bueno, no exactamente así.

Nadine le sonrió.

-Ya decía yo. Mejor descansa por ahora y cuando vuelva me sigues contando.
-De acuerdo. Pero desde ya te digo que este año será distinto Nadine. Voy a gobernar como siempre debí hacerlo.
-Claro Ollanta, cómo no.


Publicado en la revista Velaverde Nº126

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