miércoles, 19 de agosto de 2015

Toledo en la ventana

Siempre me ha gustado viajar en avión. Desde niño me acostumbré a toda esa parafernalia de los viajes aéreos: el arranque del avión, el momento que sientes el despegue, el capitán hablando por los altoparlantes, las pequeñas sacudidas y las bolsas de aire, la comida reducida y por lo general insípida y ese momento en el que las aeromozas nos indican, lindas y felices de la vida, dónde están las puertas en casos de emergencia.

En esta ocasión viajaba a Estados Unidos y estaba especialmente entusiasmado. Me esperaban dos semanas de alegría en la casa de mi hermana y en compañía de mis dos pequeños sobrinos Fabrizio y Kamilah. La diversión, y la regresión infantil, estaban garantizadas.



Así, complacido, entré al avión y ubiqué mi asiento. Me acomodé y revisé mi maleta de mano donde me cercioré que estaba mi laptop. Me había propuesto escribir la columna para la revista mientras surcaba los aires. Sin embargo, mis planes cambiaron súbitamente. Lo vi desde que ingresó al avión y la mayoría de los pasajeros murmuraban y volteaban a verlo. Uno de ellos se atrevió a gritarle: Vamos Toledo, soy tu hincha. El hombre de Cabana apenas si esbozó una sonrisa y siguió buscando su asiento hasta que se paró junto a mí. Me señaló la ventana y por un momento quedé sorprendido. Luego recogí mis piernas y Toledo pasó hasta sentarse junto a mí.

Varias preguntas pasaron: ¿Viene solo? ¿Y su comitiva? ¿No viaja en primera clase? ¿Pedirá algo para beber o su vocación etílica es solo una leyenda urbana?

No dije nada hasta que el avión emprendió el vuelo y nos pudimos desabrochar los cinturones de seguridad.

-Señor Toledo, un gusto –le dije, estrechándole la mano.
-Gracias, gracias.
-Soy un simpatizante.
-Vaya, qué bueno. Te agradezco.

Luego de decir eso Toledo se reacomodó en el asiento y cerró los ojos. Yo quería precisarle que tampoco había sido hincha, que en realidad yo había sido su simpatizante, pero ahora ya no.

 En fin, me sentí medio torpe.

-Señor Toledo.

Toledo abrió los ojos y me miró.

-Dígame.
-Mire, la verdad es que yo ya no soy simpatizante de usted.
-Caramba, sus simpatías no duran mucho.
-No, no es eso. Lo que pasa es que no me expliqué bien. Yo he sido simpatizante de usted. Y cómo no serlo si usted lideró la lucha contra la dictadura de  Fujimori.
-Vaya, alguien se acuerda de eso.
-Claro que me acuerdo y la gente también, pero, la verdad es que después de lo de Ecoteva ya todo cambió.

Toledo inclinó su rostro y me miró sin molestia.

-Pareces un buen muchacho. Déjame decirte algo. Yo le tengo profundo respeto y cariño a mi país. Yo he sido pobre extremo, yo he vendido tamales y lustrado zapatos. ¿Tú crees que voy a ser capaz de robarle el dinero a los pobres del Perú?
-Con todo respeto señor Toledo, yo solo le digo lo que la gente piensa.
-La prensa le ha hecho pensar eso a la gente.
-No, señor Toledo, usted se enredó en explicaciones.
-¿Sabes de dónde es el dinero de Ecoteva?
-No, no sé.
-Es dinero de mi campaña. Es plata que no llegamos a usar, pero no es plata del país ni del Estado.
-¿Entonces lo de Ecoteva es dinero suyo?
-Sí, pero no es del Estado. Y mira que te lo digo no sé por qué. Creo que me has inspirado confianza.
-Sí, eso me dicen con frecuencia.
-Escúchame, yo nunca le robaría a mi país. ¿Tú crees que voy a luchar contra Montesinos y Fujimori para hacer lo mismo?
-¿Pero igual eso no es ilegal?
-Y la prensa tiene la caradura de ponerme en el mismo saco de Alán, cuando sabe bien que no me va a quedar. A Alan debería investigarlo, pero de verdad. Ese sí se ha enriquecido en el poder y siempre sale bien librado.
-Bueno, Alan tiene amigos en el Poder Judicial.
-¿Amigos? Lo que tiene son compañeros apristas, gente que siempre lo ha protegido. En cambio yo, ¿qué he hecho? Me quedé con dinero de mi campaña. ¿Y? ¿Qué tan grave es eso?
-Lo mismo puede decir Humala entonces.
-No es lo mismo. El dinero que le dieron era chavista, era extranjero y eso está prohibido.
-Pero hasta donde sé eso es ilegal. Usted tampoco puede quedarse con dinero de su campaña. 
-Todos lo hacen. No seas ingenuo. Otra cosa es robarle a tu país como seguro ha hecho Alán. Y ni qué decir de Montesinos y Fujimori.
-Parece que todos los candidatos tienen algo por ahí.
-¿Ves? Eso es lo que quieren. Que al final digas que todos son lo mismo.
-Puede ser. 
-Bueno, muchacho, me disculpas pero estoy muy cansado. Voy a descansar.
-Siga nomás, señor Toledo.

Entonces saqué la laptop de mi maleta y la acomodé para empezar a escribir. Sin duda, ya sabía de qué iba a escribir.

-Oiga, ¿va a escribir?
-Sí, pero no se preocupe. Estas teclas no hacen bulla.
-¿Es usted escritor?
-Trato.
-Pero de qué va a escribir.
-Adivine.
-Oiga, ¿qué es usted? ¿Periodista?
-Solo soy un columnista.
-Si escribe lo que le dije nadie le va a creer.
-Lo sé, señor Toledo. Cuento con eso.


Publicado en la revista Velaverde Nº128

No hay comentarios:

Publicar un comentario