En esta ocasión viajaba a Estados Unidos y estaba especialmente entusiasmado. Me esperaban dos semanas de alegría en la casa de mi hermana y en compañía de mis dos pequeños sobrinos Fabrizio y Kamilah. La diversión, y la regresión infantil, estaban garantizadas.
Así, complacido,
entré al avión y ubiqué mi asiento. Me acomodé y revisé mi maleta de mano donde me
cercioré que estaba mi laptop. Me había propuesto escribir la columna para la
revista mientras surcaba los aires. Sin embargo, mis planes cambiaron súbitamente.
Lo vi desde que ingresó al avión y la mayoría de los pasajeros murmuraban y
volteaban a verlo. Uno de ellos se atrevió a gritarle: Vamos Toledo, soy tu hincha. El hombre
de Cabana apenas si esbozó una sonrisa y siguió buscando su asiento hasta que se
paró junto a mí. Me señaló la ventana y por un momento quedé sorprendido. Luego recogí
mis piernas y Toledo pasó hasta sentarse junto a mí.
Varias preguntas
pasaron: ¿Viene solo? ¿Y su comitiva? ¿No viaja en primera clase? ¿Pedirá algo
para beber o su vocación etílica es solo una leyenda urbana?
No dije nada hasta
que el avión emprendió el
vuelo y nos pudimos desabrochar los cinturones de
seguridad.
-Señor Toledo, un
gusto –le dije, estrechándole la mano.
-Gracias, gracias.
-Soy un simpatizante.
-Vaya, qué bueno. Te
agradezco.
Luego de decir eso
Toledo se reacomodó en
el asiento y cerró los ojos. Yo quería precisarle que
tampoco había sido hincha, que en realidad yo había sido su simpatizante, pero ahora ya
no.
En fin, me sentí medio torpe.
-Señor Toledo.
Toledo abrió los ojos
y me miró.
-Dígame.
-Mire, la verdad es
que yo ya no soy simpatizante de usted.
-Caramba, sus
simpatías no duran mucho.
-No, no es eso. Lo
que pasa es que no me expliqué
bien. Yo he sido simpatizante de usted. Y cómo no
serlo si usted lideró la lucha contra la dictadura de
Fujimori.
-Vaya, alguien se
acuerda de eso.
-Claro que me acuerdo
y la gente también, pero,
la verdad es que después de lo de Ecoteva ya todo
cambió.
Toledo inclinó su
rostro y me miró sin molestia.
-Pareces un buen
muchacho. Déjame decirte algo. Yo le tengo profundo respeto y cariño a mi país. Yo
he sido pobre extremo, yo he vendido tamales y lustrado zapatos. ¿Tú crees que
voy a ser capaz de robarle el dinero a los pobres del Perú?
-Con todo respeto
señor Toledo, yo solo le digo lo que la gente piensa.
-La prensa le ha
hecho pensar eso a la gente.
-No, señor Toledo,
usted se enredó en explicaciones.
-¿Sabes de dónde es
el dinero de Ecoteva?
-No, no sé.
-Es dinero de mi
campaña. Es plata que no llegamos a usar, pero no es plata del país ni del Estado.
-¿Entonces lo de
Ecoteva es dinero suyo?
-Sí, pero no es del
Estado. Y mira que te lo digo no sé por qué. Creo que me has inspirado confianza.
-Sí, eso me dicen con
frecuencia.
-Escúchame, yo nunca
le robaría a mi país. ¿Tú crees que voy a luchar contra Montesinos y Fujimori
para hacer lo mismo?
-¿Pero igual eso no
es ilegal?
-Y la prensa tiene la
caradura de ponerme en el
mismo saco de Alán, cuando sabe bien que no me va a quedar.
A Alan debería investigarlo,
pero de verdad. Ese sí se ha enriquecido en el poder y siempre
sale bien librado.
-Bueno, Alan tiene
amigos en el Poder Judicial.
-¿Amigos? Lo que
tiene son compañeros apristas, gente que siempre lo ha protegido. En cambio yo,
¿qué he hecho? Me quedé con dinero de mi campaña. ¿Y? ¿Qué tan grave es eso?
-Lo mismo puede decir
Humala entonces.
-No es lo mismo. El
dinero que le dieron era chavista, era extranjero y eso está prohibido.
-Pero hasta donde sé eso es ilegal. Usted tampoco puede quedarse
con dinero de su campaña.
-Todos lo hacen. No
seas ingenuo. Otra cosa es robarle a tu país como seguro ha hecho Alán. Y ni qué
decir de Montesinos y Fujimori.
-Parece que todos los candidatos
tienen algo por ahí.
-¿Ves? Eso es lo que
quieren. Que al final digas que todos son lo mismo.
-Puede ser.
-Bueno, muchacho, me
disculpas pero estoy muy
cansado. Voy a descansar.
-Siga nomás, señor
Toledo.
Entonces saqué la
laptop de mi maleta y la acomodé para empezar a escribir. Sin duda, ya sabía de
qué iba a escribir.
-Oiga, ¿va a
escribir?
-Sí, pero no se
preocupe. Estas teclas no hacen bulla.
-¿Es usted escritor?
-Trato.
-Pero de qué va a
escribir.
-Adivine.
-Oiga, ¿qué es usted?
¿Periodista?
-Solo soy un
columnista.
-Si escribe lo que le
dije nadie le va a creer.
-Lo sé, señor Toledo.
Cuento con eso.
Publicado en la revista Velaverde Nº128
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