La
Asociación de Productores y Protectores de las Lentejas (APPLE, por sus siglas
en español), se ve en la obligación moral de hacer público el siguiente texto:
Su aspecto humilde y
sencillo nos puede llevar a confusión, pero las lentejas son uno de los
productos más importantes en la historia de la humanidad. Desde sus primeros
cultivos, hace alrededor de 7000 años,
esta magnífica legumbre ha tenido un periplo que la llevó desde la
antigua Mesopotamia hasta la actualmente convulsionada Islay. Sin embargo, hoy,
debido a la ambición de un dirigente hambriento y poco afecto a la minería,
este milenario alimento se ha visto envuelto en un escándalo de extorsión y
traición. Las lentejas están, pues, en boca de todos y no precisamente por ser
la hora del almuerzo.
Pese a su noble
misión alimenticia, las lentejas ya habían sido estigmatizadas mucho antes como
objetos de intercambios de naturaleza indigna, incluso deshonrosa. Ello se
originó cuando, según la Biblia, Esaú vendió su primogenitura a su hermano
Isaac por un plato de lentejas. Lo que fue, sin duda, un gravísimo error,
considerando que las lentejas no estaba al dente. Desde entonces, quienes a
través de cientos de años han valorado su valor nutritivo y celebrado su sabor -cuando
cae en buenas manos-, han batallado en
diversos frentes para devolver el prestigio y el buen nombre al que toda
legumbre tiene derecho.
De acuerdo a la red
mundial a la que APPLE pertenece, y según los últimos sondeos realizados
en todo el orbe hispanohablante, cada vez
era más infrecuente el uso en forma despectiva de la frase “por un plato de
lentejas”. En el Perú, la tendencia era
similar. Fieles a una tradición gastronómica que se impone en todos los
ámbitos, el habla popular de los peruanos está nutrida de referencias
alimenticias. De esta forma, el sondeo nacional indicaba que los peruanos
podían utilizar coloquialmente el vocablo “lenteja” para pedirle a alguien, por
ejemplo, que sea más rápido y no tan “lenteja”. Otros usos eran menores y ya casi
olvidados (“tirar lenteja”).
Lamentablemente, el
avance logrado durante tantos años para reposicionar y purificar semánticamente
a estas legumbres quedó deshecho en
pocos minutos. Para ser más exactos, en los pocos minutos que duró el audio en
el que Pepe Julio Gutiérrez pedía una suculenta porción de lentejas (millón y
medio para ser precisos), no para alguna gigantesca olla común, ni para una
lentejada de leyenda, sino para detener una protesta que él mismo había
alentado.
No es nuestro
menester la política, sin embargo, no podemos olvidar la enérgica forma en que la
agrupación política Tierra y Libertad defendió al cuestionado dirigente. No
vamos aquí a replicar aquello de Tierra y Lentejas porque ya carece de
creatividad y porque hemos de reconocer que, aunque tarde, a eso de las 10pm,
finalmente expulsaron a Gutiérrez.
Retornando al tema
del fatídico audio, debemos señalar que desde su difusión se ha reportado una
caída estrepitosa del consumo honesto de un buen plato de lentejas. Nuestros
investigadores, a quienes –ironías de la vida- no les gustan las lentejas, nos
aseguran que si bien los peruanos las siguen consumiendo –sobre todos los
lunes- lo hacen con desgano, incluso con ciertas muecas de disgusto, signos
inequívocos de que el plato está asociado a la corrupción y al chantaje, o quizá
solo esté pasado de sal.
Constituye una
profunda pena para nosotros constatar la mala fama que se ha granjeado sin
querer nuestro amado producto. En momentos que la gastronomía nacional ha
repuntado, las lentejas, que aspiraban
legítimamente a la alta estufa parecen ahora condenadas a la baja estofa.
Lima, 25 de mayo del 2015.
Publicado en la revista Velaverde Nº116
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