lunes, 25 de mayo de 2015

Reflexiones en torno a las lentejas y la corrupción

La Asociación de Productores y Protectores de las Lentejas (APPLE, por sus siglas en español), se ve en la obligación moral de hacer público el siguiente texto:

Su aspecto humilde y sencillo nos puede llevar a confusión, pero las lentejas son uno de los productos más importantes en la historia de la humanidad. Desde sus primeros cultivos, hace alrededor de 7000 años,  esta magnífica legumbre ha tenido un periplo que la llevó desde la antigua Mesopotamia hasta la actualmente convulsionada Islay. Sin embargo, hoy, debido a la ambición de un dirigente hambriento y poco afecto a la minería, este milenario alimento se ha visto envuelto en un escándalo de extorsión y traición. Las lentejas están, pues, en boca de todos y no precisamente por ser la hora del almuerzo.


    
Pese a su noble misión alimenticia, las lentejas ya habían sido estigmatizadas mucho antes como objetos de intercambios de naturaleza indigna, incluso deshonrosa. Ello se originó cuando, según la Biblia, Esaú vendió su primogenitura a su hermano Isaac por un plato de lentejas. Lo que fue, sin duda, un gravísimo error, considerando que las lentejas no estaba al dente. Desde entonces, quienes a través de cientos de años han valorado su valor nutritivo y celebrado su sabor -cuando cae en buenas manos-,  han batallado en diversos frentes para devolver el prestigio y el buen nombre al que toda legumbre tiene derecho.

De acuerdo a la red mundial a la que APPLE pertenece, y según los últimos sondeos realizados en  todo el orbe hispanohablante, cada vez era más infrecuente el uso en forma despectiva de la frase “por un plato de lentejas”.  En el Perú, la tendencia era similar. Fieles a una tradición gastronómica que se impone en todos los ámbitos, el habla popular de los peruanos está nutrida de referencias alimenticias. De esta forma, el sondeo nacional indicaba que los peruanos podían utilizar coloquialmente el vocablo “lenteja” para pedirle a alguien, por ejemplo, que sea más rápido y no tan “lenteja”. Otros usos eran menores y ya casi olvidados (“tirar lenteja”).

Lamentablemente, el avance logrado durante tantos años para reposicionar y purificar semánticamente a  estas legumbres quedó deshecho en pocos minutos. Para ser más exactos, en los pocos minutos que duró el audio en el que Pepe Julio Gutiérrez pedía una suculenta porción de lentejas (millón y medio para ser precisos), no para alguna gigantesca olla común, ni para una lentejada de leyenda, sino para detener una protesta que él mismo había alentado.

No es nuestro menester la política, sin embargo, no podemos olvidar la enérgica forma en que la agrupación política Tierra y Libertad defendió al cuestionado dirigente. No vamos aquí a replicar aquello de Tierra y Lentejas porque ya carece de creatividad y porque hemos de reconocer que, aunque tarde, a eso de las 10pm, finalmente expulsaron a Gutiérrez.
       
Retornando al tema del fatídico audio, debemos señalar que desde su difusión se ha reportado una caída estrepitosa del consumo honesto de un buen plato de lentejas. Nuestros investigadores, a quienes –ironías de la vida- no les gustan las lentejas, nos aseguran que si bien los peruanos las siguen consumiendo –sobre todos los lunes- lo hacen con desgano, incluso con ciertas muecas de disgusto, signos inequívocos de que el plato está asociado a la corrupción y al chantaje, o quizá solo esté pasado de sal.

Constituye una profunda pena para nosotros constatar la mala fama que se ha granjeado sin querer nuestro amado producto. En momentos que la gastronomía nacional ha repuntado, las lentejas, que  aspiraban legítimamente a la alta estufa parecen ahora condenadas  a la baja estofa.

Por tanto, escrito todo esto,  quienes conformamos APPLE, en nuestra calidad de defensores de la valía de estas legumbres, hacemos un desagravio público y, por el contrario, alentamos entusiasmados su feliz y distendido consumo.  Después de todo, las lentejas que llegaron a América en el siglo XVI  han sido cultivadas  para terminar en las mesas de las familias peruanas y no –casi- en los infames bolsillos de Pepe Julio.

Lima, 25 de mayo del 2015.


Publicado en la revista Velaverde Nº116

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