lunes, 18 de mayo de 2015

Con Tía María en Palacio

En uno de los salones de Palacio de Gobierno, Ollanta Humala estaba sentado a la cabeza de una mesa larga, Pedro Cateriano y Daniel Abugattás se encontraban cada uno a un lado.

-Bueno –dijo Humala- que venga Nadine y empezamos con la reunión.

Abugattás y Cateriano intercambiaron miradas.



-Nadine está en China –dijo Abugattás.
-¿Cómo dices?
-Que se fue a Asia.
-¿Hacia dónde?
-No, te digo que se fue a Asia. Nadine está en la China.
-Ah verdad. Me había olvidado. Bueno, entonces empecemos.
-Señor presidente –dijo Abugattás-. Es momento que usted tome una decisión sobre lo que está ocurriendo con Tía María.
-Yo te aprecio mucho Daniel, pero prefiero no meterme en temas familiares.
-No, señor presidente –intervino Cateriano-. Daniel se refiera a la protesta en Islay contra el proyecto Tía María.
-Exacto –dijo Abugattás- el país no puede esperar más.
-¿Y si almorzamos primero? –preguntó Humala.
-No, señor presidente.

Humala se levantó. Elevó el mentón y se quedó mirando al vacío.

-Está bien –dijo Humala, sin perder la postura-. Si el país necesita que mi gobierno se muestre firme y tome decisiones trascendentales, así será.
-Excelente, señor presidente –dijo Cateriano-. Pero, ¿qué hora será ahorita en China?
-¿Qué hablas, Pedro? –dijo Abugattás-. El señor presidente puede afrontar esta difícil situación sin el auxilio de Nadine.
-¿Puedo? –preguntó Humala, ya con los brazos caídos.
-Claro que puede –dijo Abugattás-.
-¿Estás seguro?
-Claro que sí. Usted puede tomar decisiones importantes. Dígame sino ¿quién tuvo la idea de lo de Locumba?
-Nadine.
-Bueno, ¿y lo del Andahuaylazo?
-Antauro.
-Ya, pero, ¿quién tuvo la idea de lanzarse a la presidencia?
-Mi padre.
-Pero señor presidente, ¿usted solo no ha decidido nada durante estos años?
-Claro que sí.
-Ahí está. ¿Y qué decidió?
-Que Conga va.

En ese momento, el edecán de Cateriano ingresó y le entregó una nota.

-Señor, el último reporte de la situación en Islay –dijo el edecán antes de retirarse.

Cateriano cogió el papel, lo puso delante de sí y lo recorrió con la mirada.

-¡Dios mío! Esto no puede ser.
-¿Qué pasó? –dijo Humala.
-Me olvidé mis lentes.

Abugattas se estiró hacia Cateriano y le quitó el papel. Luego de leerlo enmudeció.

-¿Qué dice Daniel? ¿Cómo están las cosas?
-En cuestión de horas la situación será realmente inmanejable.  Tiene que tomar una decisión y dar un mensaje a la Nación hoy mismo.
-De acuerdo. A ver, veamos. La primera opción que tenemos es declarar el Estado de Emergencia y así podemos enviar a las Fuerzas Armadas a la zona.
-Ya hemos enviado a las Fuerzas Armadas –dijo Cateriano.
-¿Ya la enviaron?
-Sí, claro.
-Pero ¿por qué nadie me informa de estas cosas?
-Salió en las noticias.
-Yo soy el presidente de la República –dijo Humala, en tono enérgico- ¿tú crees que me da el tiempo para saber qué está ocurriendo en el país?
-Bueno, entonces descartamos el Estado de Emergencia –dijo Abugattás
-Descartado -dijo Humala-. ¿Qué más tenemos?
-Podemos suspender el proyecto -dijo Cateriano.
-Pero si hacemos eso la empresa nos puede enjuiciar por millones –dijo Abugattás.
-Ni hablar –dijo Humala-. Entonces no podemos suspenderlo.
-Claro que no –dijo Abugattás.
-Bueno, señores –dijo Humala levantándose-, entonces así quedamos. Daré el mensaje a la Nación hoy mismo.
-Pero, ¿en qué hemos quedado?
-En que no podemos hacer nada –dijo Humala.
-¿Y eso le va a decir a la nación? –preguntó Abugattás.
-Pero se lo diré con absoluta firmeza.

Abugattás movió la cabeza a los lados.

-Insisto. ¿Le va a decir al país que el gobierno no va a hacer nada?
-No te preocupes, Daniel –dijo Humala-. Voy a decir también que la empresa debe encargarse de todo. Quizá tengamos suerte y se les ocurre cancelar el proyecto.
-Pero, señor presidente, ¿no es mejor que hable primero con la empresa, llegue un acuerdo con ella y luego lo anuncia? Así quedaría como que usted está dando solución al problema y no quedaría como si fuera Pilatos.
-¿Con túnica y sandalias?
-No, como si se estuviera lavando las manos.
-Mira Daniel, yo hablaría con la empresa, pero me han dado muy malas referencias de ella.
-¿Ah sí?
-Sí –intervino Cateriano- un informante que tenemos nos ha dicho que la gente de esta empresa no es de fiar.
-¿Y quién les ha dicho eso?
-Un tal Pepe Julio –dijo Cateriano-, ¿lo conoces?


Publicado en la revista Velaverde N°115

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