lunes, 22 de junio de 2015

Engaño en Miraflores

Llegué hasta el lugar pactado –un café miraflorino- y a los pocos minutos el hombre misterioso llegó. Se acercó a mi mesa, me hizo un rápido saludo y luego se sentó.

-¿Tú eres el de la revista?
-Sí.

El hombre sacó entonces un USB y lo puso sobre la mesa.

-10 mil dólares y es tuyo –me dijo.
-¿10 mil dólares? Por Dios, ¿de cuántos gigas es?

El hombre se reacomodó en el asiento y dio una rápida mirada al interior del café. Luego me miró con fastidio.

-Lo que te estoy vendiendo es la información que está dentro.
-Pero ¿cómo hacemos? No he traído mi laptop. Me lo llevo, lo copio y después te devuelvo el USB.
-No tienes que devolverme nada, el USB no te lo voy a cobrar.
-¿Es gratis?
-Sí.
-¿Y viene con garantía?



Entonces llegó el mozo y le pedí una taza de café.  Cuando se fue, el hombre me miró con suma seriedad.

-Mira, la información que tengo aquí puede tumbarse al gobierno. Eso sí, no puedo darte detalles.
-¿Y cómo te voy a comprar algo a ciegas?
-Entonces, ¿estarías dispuesto a comprármelo?
-Desde luego que sí.
-¿Tienes el dinero?
-Desde luego que no.

El hombre puso la mano sobre el USB.

-Si no hay dinero no hay trato.
-Pero dime de qué se trata.
-No estoy para perder el tiempo.
-Yo sí. Te escucho.

El hombre cogió el USB, lo puso en el bolsillo de su saco y se puso de pie.

-Espera, siéntate. Dime de qué se trata y veré qué puedo hacer.
-Está bien –me dijo-. Aquí tengo las transferencias a la primera dama entre el  2006 y 2009. El contrato de la Palma Aceitera. Los gastos con la tarjeta de su amiga. La cuenta del Scotiabank y la de París.
-Pero todo eso ya se sabe.

El hombre se puso pálido y por unos segundos quedó en silencio. Luego reaccionó.

-¿Y que la amiga de Nadine le estaría pagando el alquiler de una casa de playa?
-También ya se sabe.

Movió la cabeza a los lados.

-¿Tú no ves noticias? –le pregunté.
-Solo deportes y espectáculos.

El mozo llegó y puso el café delante de mío. Entonces el hombre metió la mano en su bolsillo y sacó el USB.

-¿Entonces esto no vale nada?
-Bueno –le dije-, vale lo que cuesta el USB.
-¿Y cuánto me darías por él?
-Nada. No necesito uno.

El hombre se puso de pie y se volvió a guardarlo.

-Dime y también ya salió a la luz el documento que prueba que el dinero que llegó a las cuentas de Nadine era dinero sucio mandado por Chávez.

Apreté el puño y parpadeé varias veces.

-Ah sí, claro –mentí- ese documento también ya salió.
-Me voy entonces. No tengo nada que ofrecerte.
-Espera, espera. Mira, solo para que no te vayas sin nada, está bien, te compro el USB.
-¿A cuánto?
-Mira, esos están 40, 50 soles. Te doy 100 para que te lleves algo al menos.

El hombre sacó el USB y lo puso sobre la mesa. Recibió el dinero y lo guardó en su bolsillo.

-Muchas gracias –me dijo.
-De nada. Más bien tómalo como un gesto de agradecimiento mío por leer mis columnas.
-Pero yo no leo tus columnas.
-¿No? Por teléfono me dijiste que las leías.
-Te lo dije para que me prestes atención nomás.
-Ah bueno –le dije.
-Ahora sí me voy.
-Antes que te vayas, dime, ¿el documento está en Word o es una imagen en JPEG?
-¿Cuál documento?
-El que demuestra que el dinero era chavista.
-Ah no, ese documento no lo tengo.
-¿Cómo que no lo tienes? ¿No me acabas de preguntar?
-Sí, claro, pura curiosidad nomás. Ni siquiera sé si ese documento existe.
-¿Entonces te pagué 100 soles solo por un USB de 8 gigas?
-Es de 4 nomás.
   
Terminó de decir aquello, arrimó la silla y salió del local. El disgustó no tardó en adueñarse de mí. Le di un sorbo al café y, como no podía ser de otra forma, estaba amargo. Entonces pagué la cuenta y salí.

Mientras caminaba por la calle, bajo la sombra de los árboles miraflorinos, comprendí que la amargura de haber sido engañado no se me quitaría fácilmente. En verdad le había creído que leía  mis columnas. Belaúnde Lossio tiene razón, ya no se puede confiar en nadie.


Publicado en la revista Velaverde Nº120

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