Esta
semana el Consejo Técnico Penitenciario denegó la visita por unidad
conyugal e íntima al exalcalde de Chiclayo, Roberto Torres
Gonzales y a su joven amada Katiuskha Del Castillo Muro. No ha trascendido
quién de los dos ha sufrido más con esta noticia, aunque no han faltado
comentarios al respecto.
Como
se recuerda, ambos cumplen 18 meses de prisión preventiva por
presuntamente pertenecer a una organización criminal llamada –y esto es cierto-
“Los Limpios de la Corrupción”. Pero, ¿quién es realidad esta pareja de desdichados?
¿Acaso son solo culpables de sucumbir al amor? ¿O solo son víctimas del
sistema…judicial?
Hace
menos de un año que estalló este escándalo, pero, dada la rapidez con la que
desfilan las noticias, quizá convenga recordar de quiénes estamos hablando.
Él
Pocos
casos tan incomprendidos como el de Roberto Torres, quien tuvo la desdicha de
haber sucumbido ante los encantos de Katiuskha del Castillo, una chiclayana
casi 30 años menor que trabajaba con su madre ofreciendo menús norteños. Quiso
el destino –y al parecer la madre también- que el burgomaestre se enamorara
perdida pero, sobre todo, perdedoramente de la joven entre arroces con pato,
secos de cabrito y espesados.
Y
aunque a Torres se le acusa de organizar y liderar una red de corrupción, todo
indica que no lo hizo con un fin crematístico sino sentimental: complacer a su
amada, conocida como “La jefa”, obsequiándole viajes, autos y departamentos.
Que este derroche afectivo se diera a expensas de los recursos de los
chiclayanos es, visto en perspectiva, un hecho anecdótico. Que Katiuskha y su
familia hayan vivido a cuerpo de rey mientras las alcantarillas de toda la
ciudad colapsaban, es, si acaso, una lamentable coincidencia.
Nos
apena que alguna prensa –ajena a los entresijos del corazón- quiera comparar a
Torres con personajes tan nefastos como Gregorio Santos o César Álvarez,
cuando, en todo caso, se encuentra más cercano al amoroso burgomaestre de Surco
y sus osos panda. Por ello, invocamos al Poder Judicial a que considere los
delitos imputados al alcalde –peculado, cohecho y colusión- como lo que
realmente son: una entrañable e inspiradora historia de amor.
Ella
Nos
parece injusto el trato que viene recibiendo Katiuskha del Castillo, chiclayana
sin par, cuyo único pecado fue el haber aceptado el cortejo, la galantería y
las dádivas del alcalde de Chiclayo, Roberto Torres.
¿Podemos
culpar a la joven Katiuskha de que Torres –casi 30 años mayor- la haya tratado como
a una reina? ¿Puede ser culpa de ella que las arcas municipales hayan servido
para tal fin? ¿Acaso, como chiclayana, no tenía derecho a ser beneficiada por
la comuna?
A
Katiuskha, conocida como “La jefa”, la acusan de haber participado en la red de
corrupción liderada por el burgomaestre. Sin embargo, Katiuska ha negado los
cargos e incluso ha dicho que desconocía que Torres tuviera solvencia económica;
tampoco encontró digno de sospecha que, en su primera cita, el alcalde le
regalara 64 pares de zapatos y dos kilos de oro en joyas. En todo caso, aseguró
que todo lo demás –viajes, autos y departamentos- lo había solventado ella
misma gracias a sus ahorros y a los consejos de una asesora financiera cuya
identidad no quiso revelar, pero a quien llama afectuosamente Lucianita.
Queda
en evidencia, entonces, la inocencia judicial y moral de Katiuskha. Si ella correspondió al maduro alcalde fue porque
encontró en él al padre del padre que siempre quiso tener. Y, por ello, no dudó
ni un momento en hacer suyos los problemas de Torres, sus preocupaciones, sus males y, desde luego, sus
bienes.
Publicado en la revista Velaverde Nº118
No hay comentarios:
Publicar un comentario