Si
bien es cierto que los peruanos esperábamos un congreso mediocre, nunca
pensamos que este pudiera superar largamente nuestras expectativas.
Uno
de los signos más visibles de que las cosas estaban cambiando ocurrió en las
elecciones de 1995 cuando a un gran número de peruanos se le ocurrió una idea:
¿Y si votamos por la nalga numerada de Susy Díaz?
Muchos
otros casos llamativos siguieron después. Y aunque no podemos mencionarlos
todos, repasaremos brevemente algunos de ellos. Para no retroceder tanto,
recordemos el Congreso elegido el 2006.
El
entonces desconocido José Anaya había pasado gastos de representación por cerca
de mil soles en consumo de pollos a la brasa. ¿Eso era malo? Pues en esencia
no, pero al Poder Judicial no le gustó mucho que ese dinero haya terminado en
realidad en sus bolsillos. Ello hizo que
Anaya se ganase el apelativo de “comepollo” y, luego, la cárcel.
"Es
que se metía a mi casa y se comía mis gallinas", dijo Miró Ruiz tratando
de explicar por qué había disparado a matar al pequeño perro de su vecina. El
“mataperros” se libró de la cárcel, aunque no del escarnio público, lo que no
le preocupó demasiado considerando que no sabía el significado de “escarnio”.
Cuando
una trabajadora de Rosario Sasieta dijo que esta la obligaba a lavarle los
pies, algunos dudaron de su versión. “Créanme, son pecosos, blancos y con callos”,
dijo la mujer al borde del llanto. El caso de la “lavapies”, sin embargo, no
paso a mayores, aunque no parece ser casual que la trabajadora haya terminado
de pedicurista.
¿Y
qué decir de nuestros actuales representantes? Veamos algunos casos.
El
primero en ser cuestionado fue el brujo de Cachiche Omar Chehade. Al ex
vicepresidente se le descubrió reuniéndose con policiales de alto rango para
organizar un desalojo. Las sospechas se activaron porque antes de ir a la cita
los policías habían hecho sus compras en Wong.
De
otro lado, al poco tiempo de ser elegido, diversas denuncias daban cuenta que Eulogio
Amado Romero era en realidad un minero informal a gran escala. El
“comeoro” fue suspendido por el Congreso
sin derecho a cobrar su sueldo, aunque considerando que el precio del oro siguió
en ascenso, la medida no pareció
importarle.
Un
acápite aparte se requiere para hablar
de Rubén Condori. La primera vez que logró atención mediática fue cuando se le
vio apretando un botón para votar en un escaño que no era el suyo. El
“robavoto” se justificó diciendo: “se me salió el niño”. La segunda vez fue cuando
increíblemente citó a Hitler para justificar su voto en contra de la Unión
Civil. “Se me salió el criterio”, explicó entonces.
Esta
semana, otro miembro del Congreso concitó la atención no solo local sino
también mundial. Juan Carlos Eguren, para sustentar su negativa a que se
legalicen los abortos en casos de violación, sostuvo que una mujer no puede
quedar embarazada si es violada en la calle. “Es que no hay lubricación”, dijo
al concluir con su declaración y, quizá, con su carrera política.
Algunos colegas suyos no
dudaron en expresar su pena y consternación al ver partir tan pronto a una
persona que parecía tan centrada y razonable. “Si hace unos días nomás lo vi y
estaba políticamente tan vivo, tan lleno de salud”, dijo uno de sus allegados.
“No somos nada”, sostuvo sollozando otro de ellos y, francamente, habría que
darle la razón.
Publicado en la revista Velaverde Nº119
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