lunes, 8 de septiembre de 2014

Toledo y el caso Ecoteva


En el despacho de Alejandro Toledo, el expresidente acababa de recibir a los congresistas León y Mora. Toledo se había enterado que se pondría a votación el informe sobre el caso Ecoteva.

-A ver, muchachos. José, Daniel. Gracias por venir.

León y Mora asintieron.

-Que lleguen los demás y empezamos.



León y Mora se miraron extrañados.

-Alejandro –dijo León- nadie más va a venir.

-¿Cómo que nadie más? ¿Sheput?

-No –dijo Mora-. Ha tomado distancia de nosotros.

-¿Y Carmen?

-Ella menos –dijo León- desde que es Ministra ya ni se aparece por las reuniones del partido.

Toledo alzó las cejas. Caminó de un lado a otro y mientras mueve los ojos, de un lado a otro. De pronto se detiene.

-¿Entonces solo ustedes están conmigo?

-No te preocupes Alejandro –dijo León- seremos pocos, pero…

-¿Pero qué?

-Pero nada, solo te digo que seremos pocos.

Toledo se sentó, derrotado. Mora y León hicieron lo mismo.

-Bueno, José –dijo Toledo-. Ponme al tanto. ¿Cómo vamos con los votos?

-Hemos avanzado con las conversaciones –dijo León-.Por lo menos ya contamos con el apoyo de una bancada.

-¿Solidaridad Nacional? ¿Acción Popular?

-No, Perú Posible.

-Pero no puede ser que nadie me quiera apoyar. ¿Y los nacionalistas?

-Dicen que como Carmen está en el gabinete ya no nos deben nada –dijo Mora.

-Felizmente que hablé con la Presidenta del Congreso –dijo León.

-¿Y qué pasó?

-Nada, solo te digo que felizmente hablé con ella.

Toledo movió la cabeza. Entonces Mora se puso  de pie y se acercó al barcito que había en el despacho.

-¿Puedo servirme un poco de agua? –preguntó Mora.

-Claro –dijo Toledo-. ¿Me puedes servir de paso un whisky?

-¿En las rocas?

-No, aquí nomás.

Minutos después, Toledo, Mora y León están en silencio.

-Alejandro –dijo León-. Tengo una idea, pero antes debes decirme con total franqueza: ¿es verdad que utilizaste a tu suegra alemana como testaferra y te aprovechaste de su edad para comprar propiedades?

-Es una vil mentira -dijo Toledo-. Ella es belga.

Mora se puso de pie. Miró la hora y se excusa.

-Me disculpan, tengo que ir al Congreso. Tengo que seguir luchando para que se apruebe la ley universitaria.

-Pero Daniel –dijo León- la ley ya se aprobó.

-¿En serio?

-Sí, ya hace semanas.

Mora se sentó y dio un suspiro.

-¿Y entonces? Si ya la aprobaron, ¿ahora qué voy a hacer? ¿a qué me voy a dedicar? ¿Ustedes creen que alguna universidad me quiera contratar?

-Por favor, Daniel –dijo Toledo- concentrémonos en lo importante. Es decir, en mí.

-Escúchame Alejandro, tengo la solución –dijo León-.

-Dime.

-Mira, los fujimoristas te odian, te quieren ver preso, quisieran verte encerrado en la Base Naval, quisieran…

-Ya, ya entendí. ¿Qué más?

-También quisieran verte en la ruina y que tu familia…

-No, José, te pregunto qué más. Me decías que tenías la solución.

-Ah sí, a ver, te decía que los fujimoristas te odian así que con ellos no podemos contar. Con los apristas tampoco porque te odian igual. Si vemos que los nacionalistas no te quieren apoyar, nos quedan los de Acción Popular, los de Solidaridad Nacional y los ex nacionalistas.

-¿Y tú crees que me quieran apoyar?

-No, ni hablar.

-¿Y entonces? ¿Cuál es la solución?

-¿La solución de qué?

Toledo dio un suspiro.

-¿Y se supone que tú eres mi gran defensor? –preguntó Toledo y luego miró a Mora -¿Y tú Daniel? ¿Qué dices? ¿Se te ocurre algo?

-Bueno, quizá ahora pueda dedicarme a hacer una ley para los institutos.

-Pero de qué me hablas. ¿Acaso no entienden que si me hundo, a ustedes nadie los va a elegir para las próximas elecciones?

-Tómalo con calma.

-Tienes razón –dijo Toledo-. Daniel, prepárame otro whisky por favor.

-Lo siento Alejandro. No me quiero complicar más. –dijo Mora, poniéndose de pie-. Mejor me retiro. Gracias por todo.

Mora salió de la oficina. Toledo lo vio irse.

-No me esperaba que Daniel fuera capaz de hacerme algo así –dijo cabizbajo, mirando a León-. ¿Qué le costaba servirme otra copita?

-Tranquilo Alejandro. Te aseguro que moveré todas mis influencias para que salgas bien librado.

-Ojalá José.

-Te veo muy tenso Alejandro. Mira, este fin de semana me voy a Huanchaco. Ahí tengo una casa que le estoy alquilando a un mexicano. Si te animas me avisas porque el mexicano es un gran anfitrión.

-Gracias.

-Nada que agradecer Alejandro. Tú tranquilo. En el Congreso me he ganado un respeto. 

Hablaré con todos los congresistas si es necesario para tener los votos que te salven.

-¿Tú crees que lo logres?

-Claro que sí.  Mi prestigio será tu salvación.

-Te agradezco José.

-Bueno, entonces me avisas si te animas a ir a Huanchaco.

-Te aviso entonces. Más bien dime, ese mexicano.  ¿A qué se dedica?

-Es un empresario. Creo que vende yeso.

-Ah ya, ¿y es bueno?

-Sí –dijo León- es todo un capo.


Publicado en la revista Velaverde Nº80

No hay comentarios:

Publicar un comentario