martes, 16 de septiembre de 2014

De Castañeda, tachas y estrellas

Estaba preparando las cosas para la parrillada, cuando en el televisor se anunciaba el inminente fallo del Jurado Nacional de Elecciones sobre la tacha contra la candidatura de Castañeda.

-No podría votar por él –me dijo Mariela mientras pelaba unas papas.
-Claro –le dije-. Por falta de confianza.
-Por falta de DNI más bien. ¿No te acuerdas que se me perdió?

No escuché bien lo que dijo porque estaba subiendo el volumen.

-Mira, ya van a dar el fallo.

Mariela se acercó.

-Falta mayonesa. Cómprate una por favor.

Me volteé a verla.

-Ya, pero espera. Quiero ver qué dice el fallo.
-Mejor anda de una vez –me dijo-. Además, no te demoras nada.
-Ya voy, pero antes te apuesto. Van a tachar a Castañeda.
-Ya te apuesto–dijo Mariela-. Yo digo que no. El que pierde fríe todo.
-Ya pues.

Salí y calculé que regresaría en un par de minutos como máximo. Crucé la pista, caminé una cuadra y llegué a la bodega del chino de la esquina, cuya peculiaridad era que en realidad no estaba en la esquina. Por suerte, me atendieron rápido. Salí de la bodega y me dispuse a volver a casa. Entonces, sucedió.




Sentí que una sombra me rodeó y, de pronto, fui elevado a gran velocidad. Entonces, miré hacia arriba y vi que estaba yendo hacia un agujero en medio de una especie de masa, segundos después supe que se trataba de la entrada a una nave espacial cuando vi el letrero que decía: "Entrada a la nave espacial".  Vi luego a un ser que no parecía humano, de apariencia extraña, lo cual no me sorprendió del todo considerando que tengo un par de amigos emos. Antes de que este ser pudiera reaccionar, mi cuerpo empezó a perder peso (cosa que no me disgustó). Empecé a flotar y avancé hasta descender sobre una camilla. De la nada, unas correas pequeñas surgieron y me aseguraron brazos y piernas.

Era un momento particularmente dramático e incierto. Sabía que cualquier cosa podría estar a punto de ocurrir. ¿El JNE ya habrá dado el fallo?, me pregunté angustiado.

De pronto, sentí que volvía a flotar, pero esta vez me iba desvaneciendo. Entonces, me empecé a elevar y, en ese momento, fue cuando miré hacia abajo y me vi a mí mismo echado sobre la camilla. Ahí estaba yo. Después de ver todo mi cuerpo, comprendí que me había desdoblado y que, en verdad, debía empezar una dieta cuanto antes.

Pero entonces empezó el viaje. Noté que el ser no humano que había visto al llegar a la nave ahora flotaba junto a mí, o al menos sentía su presencia. Fue increíble, primero me asusté pero después perdí el miedo. Tuve que amoldarme a no tener cuerpo, a ser solo una especie de alma, de ser casi inexistente, casi como la candidatura de Altuve. Al principio  no fue fácil ser como un espíritu, sobre todo cuando en vano traté de rascarme la cabeza.

Segundos después ya estaba viajando en medio del universo. Empecé a viajar por el sistema solar mientras la voz del ser no humano me iba hablando, haciendo de guía, que no te acerques mucho que éste es el Sol, que igual ten cuidado con Mercurio, fíjate que Marte es el planeta que más se parece a la Tierra, perdón me equivoqué, ésa es la Tierra.

El viaje me pareció fascinante, lástima nomás que no vendieran souvenirs. En un momento dado, la voz me anunció que el tiempo del viaje había concluido y, en tono confidente, agregó: es más, nos hemos pasado cinco minutos.

Entonces volvimos a la nave y sentí que nuevamente me incorporaba en mis huesos. Las correas se soltaron y quedé de pie. La voz del ser no humano me dijo que habían analizado mi cuerpo y que me agradecían por mis importantes servicios prestados a su nación. Yo les dije que no había problema, pero que por favor me devuelvan la mayonesa.

Entonces, en menos de un segundo, sentí que caía en un túnel y de golpe me encontré otra vez al frente de la bodega del chino de la esquina, cuya peculiaridad era que…bueno, eso ya lo dije.

Con el frasco aprisionado en mi mano y aún conmocionado, regresé a la casa. Sentí que había pasado horas, pero al ver la hora en el televisor comprendí que no había sido así: apenas habían pasado unos pocos minutos en realidad.

Mariela salió de la cocina y se llevó la mayonesa. Solo, frente al televisor, me detuve a pensar un momento en lo que había pasado, en la vastedad del universo, en la relatividad del tiempo y el destino de la raza humana. Entonces, de golpe, comprendí anonadado el terrible futuro que nos  esperaba.

Castañeda se había salvado.

Publicado en la revista Velaverde Nº81

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