lunes, 1 de septiembre de 2014

El destino de Mayorga

El ministro Mayorga se encuentra en la antesala de la oficina de la Presidenta del Consejo de Ministros. Luego de haber estado leyendo una revista se pone de pie y empieza a caminar de un lado a otro. De pronto ingresa el ministro Pulgar-Vidal. Ambos se quedan mirando, sin moverse, como si sus miradas se hubieran enganchado.

-Eleodoro- dice finalmente Pulgar-Vidal.

-Manuel.

-Mira Eleodoro, apenas si nos hemos visto en los consejos de Ministros y yo quería disculparme por el correo.

-Te refieres al correo donde me dices “we-bonn”.

-Nunca pensé que se fuera hacer público.

-No pues, nunca pensaste.




Pulgar-Vidal da un suspiro.

-No pues, tampoco pensé que tus lobbies y tus intereses se hicieran públicos.

Mayorga da un paso hacia adelante.

-Yo no he hecho ningún lobby, ni he tenido conflicto de intereses.

-Cierto, tus intereses están alineados. No te olvides que trabajaste y fuiste remunerado por una empresa a la que luego, como ministro, favoreciste.

-No te metas con mi honor.

-¿Con tu honor o tus honorarios?

En ese momento, aparece Jara.

-Eleodoro, Manuel, qué gusto verlos juntos. Es bueno que hayan pasado la página.

Pulgar-Vidal y Mayorga quedan en silencio.

-Eleodoro, pasa por favor, tenemos que conversar.

En el despacho de la Premier, Jara está sentada en su escritorio. Frente a ella, Mayorga se reacomoda en la silla.

-¿Todo bien con Manuel?

-Sí, claro.

-Me alegra. Sabes, te llamé porque quiero hablarte del Congreso.

-Sí, qué bueno que nos salvamos y que ya todo pasó. Ahora hay que pasar la página, como acabas de decir y como dijo el Presidente también.

-Qué más quisiera yo, pero en el Congreso siguen pidiendo la salida de algunos ministros, en particular de uno, y tú sabes, acabamos de salir de una crisis y no es momento de tener otra. ¿Entiendes lo que hay que hacer?

-Claro, entiendo, hay que permanecer unidos y no dejarse presionar.

-Eso está bien, pero lo que te quiero decir es que a veces hay que dar un paso al costado. ¿Ahora sí me entiendes?

-Claro, entiendo. Hablas de renunciar.

-Exacto, a veces hay que sacrificarse por el bien de la gobernabilidad.

-Entiendo Ana. Y sé que será difícil, pero créeme que te vamos a extrañar.

-No, Eleodoro. ¿Será posible que no sepas que te quieren censurar?

-¿Censurar? Pero en este país se respeta la libertad de expresión.

Jara se frota las manos.

-Veo que no entiendes, tendré que ser directa contigo…

En ese momento suena el celular de Jara. Susurra algunas frases breves y termina la llamada.

-Eleodoro, era el Presidente. Me ha quitado un peso de encima. Quiere que vayas a verlo enseguida.

Cuando Mayorga sale del despacho se vuelve a cruzar con Pulgar-Vidal.

-¿Te vas?- pregunta Pulgar-Vidal.

-Sí, me voy.

-Ana habló contigo entonces.

-Claro, ¿no ves que estoy saliendo de su oficina?

-Mira, Eleodoro, ahora que te vas no tiene caso quedar enemistados. Perdona por haberme ofuscado y por todo lo que te dije.

Pulgar-Vidal se acerca y lo abraza efusivamente. Mayorga lo mira extrañado, sin reaccionar. Luego alza los hombros y sale rumbo a su encuentro con Humala.

Minutos despúes, Mayorga se encuentra en el despacho de Humala. Ambos se saludan.

-A ver Eleorodo, has estado hablando con Ana, ¿verdad?

-Sí, vengo de hablar con ella. Gran persona la Premier, pero a veces no la entiendo mucho. Ahora por ejemplo me quería decir algo, pero creo que se enredó un poco. Aquí entre nosotros creo que va a renunciar.

-No, ella no va a renunciar.

-¿La vas a sacar?

-A ver, Eleodoro, escúchame bien y perdona que sea tan franco contigo, pero tienes que irte.

-Bueno, señor Presidente –dijo Mayorga- me sorprende la verdad.

-Lo sé y lo siento.

-Acabo de llegar y ya quiere que me vaya. Ni siquiera sé para qué me pidió venir.

El Presidente carraspeó y se inclinó levemente.

-No, Eleodoro, no me has entendido. Tenemos que hacer un cambio. Son cosas de la política.

-¿De Nadine?

-No, de la política en general. Mira, yo no tengo ninguna duda de tu honestidad ni de tu capacidad profesional. Pero ya no serás ministro.

-¿Seré Premier? ¿Por eso va a sacar a Ana?

-No, Eleodoro. Ana no se va a ir. El que se va a ir eres tú. Quiero que renuncies, que dejes de ser ministro, que salgas del gabinete. Claro, puedes quedarte con el fajín.

Mayorga enmudece; se pone de pie, avanza, retrocede y vuelve a sentarse.

-De modo que ya no seré Ministro.

Humala se acerca y le palmotea la espalda.

-¿Estás bien Eleodoro?

- Sí, señor Presidente –dice Mayorga- es que todo ha sido tan de golpe.


Publicado en Velaverde Nº79 

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