miércoles, 25 de junio de 2014

El futuro diferente de Alan

Desde siempre, el ser humano ha querido estar un paso –o dos- adelante del presente, hurgar el porvenir, asomarse a lo venidero. Hombres brillantes han sucumbido ante los adivinos y chamanes; Alan García también. 



Ataviada de un vestido largo y colorido, madame Cuchita llegó a la residencia del ex presidente. La seguridad de García la llevó hasta una pequeña sala de estar. Ahí la recibió Mulder.


-Buenas tardes. Soy Mauricio. Hablé con usted por teléfono.

-Sí, gracias por llamar.

-De nada. Mire, la verdad yo no creo mucho en este tipo de…

-¿Actividad? ¿Oficio?

-Estafa.

Madame la miró rabiosa.

-Perdone Madame, pero me parece mal eso de ganarse la vida a costa de los demás.

-¿Está seguro de eso? ¿Señor congresista?

-Vamos –dijo forzando una sonrisa-. Todo el mundo sabe que no se puede ver el futuro.

-Ya sé que la gente dice esas cosas, pero no les haga caso –dijo Madame-.  La gente también dice que todos los corruptos tienen carnet aprista y no es así. Seguro que a algunos ya se les perdió.

Mulder arrugó la frente.

- En realidad la persona que quiere verla es Alan.  

-Mejor entonces.

-Solo quiero pedirle un favor. No le diga nada negativo sobre su futuro político.

-No entiendo. Y si mi bola de cristal me dice algo malo. ¿Qué hago? ¿Le miento?

-No diga eso. En el partido no mentimos, solo damos una visión particular de los hechos.

En ese momento, ingresó Alan. La figura grande y robusta se acercó a ellos y los saludó. Mulder le presentó a la Madame y los dejó a solas.

-Madame Cuchita. Un gusto conocerla. Tome asiento por favor.

Ambos se sentaron.

-Gracias Alan. Igualmente.

-Sabe usted. Me la han recomendado mucho.

-Gracias, ¿y cómo van las cosas?

-Un poco movidas con esto de la megacomisión.

-Sí, te entiendo. Qué injusto que te quieran tratar como a cualquier delincuente.

-Usted lo ha dicho.

-Tú no eres cualquiera.

Las facciones de Alan se agravaron. Luego recuperó el semblante.

-Mejor empecemos de una vez.

-Antes necesito hacerle unas preguntas algo personales.  Necesito primero tener una relación espiritual con la persona, antes de ver su futuro. 

-Claro.

-Dime, ¿eres una persona honesta? ¿eres un corrupto?

Alan la miró extrañado. Luego se puso el dedo sobre la boca para pedirle silencio y se acercó a ella.

-¿Tienes micrófonos? –le susurró-. ¿Acaso la mandó Tejada?

-No, claro que no. Ni tengo micrófonos ni nadie me mandó.

-Bueno. Está bien. Siga entonces.

-Dime, ¿dijiste la verdad cuando fuiste a la megacomisión?

-Bueno, di mi versión particular de los hechos.

-¿Es cierto que le llegaba la plata sola?

-Es mentira.

-¿Le llegaba con intereses entonces?

Alan se puso de pie.

-Bueno, Madame, para alguien que ve el futuro, le interesa demasiado el pasado.

Madame Cuchita sonrió. Luego sacó de su maletín una bola de cristal.

-Está bien, Alan, pregúntame lo que quieres saber.

García volvió a sentarse.

-¿El Congreso me va a inhabilitar?

Madame Cuchita frotó la bola. Se inclinó sobre ella y empezó a verla.

-Esto no se ve bien.

-¿Me van a deshabilitar entonces?

-No, la bola no se ve bien. Me olvidé de limpiarla.

Alan mueve la cabeza.

-¿Y entonces?

-Ahora sí. Lo veo –dijo Madame-. El Congreso no podrá hacerte nada.

-Qué bueno.

-Ni el Congreso ni el Poder Judicial ni nadie te juzgará.

-Claro, porque no tienen pruebas contra mí.

-No, porque te van a declarar inimputable. ¿Alguna otra pregunta?

-Bueno sí, esta pregunta es la más importante de todas.

-Lo siento, los pronósticos del mundial tienen otra tarifa.

-No, no es nada de eso.

-Pero solo como cortesía te puedo decir que veo a España en la final.

-Pero si ya la eliminaron.

-En la final de una era, quiero decir.

Alan la miró desconfiado.

-Lo que en verdad quiero saber es si seré elegido otra vez presidente del Perú.
Madame volvió a frotar la bola de cristal. Aguzó la vista y de pronto queda absorta.

-Sí, saldrás elegido. Pero eso no es lo importante. Pocos días ocurrirá un desastre, una verdadera desgracia de la que el país tardará años en recuperarse.

-No me diga –dijo Alan, lamentándose-. ¿Un terremoto?

-No, tu juramentación.

Publicada en la revista Velaverde Nº69

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