miércoles, 23 de abril de 2014

De aprobaciones, gobernadores y mezquinos

En un salón de Palacio de Gobierno se encuentran Humala, Nadine y Otárola.

-Bueno, empecemos –dijo Humala-. Lo que…¿y Daniel?

En ese momento, Abugattás ingresa al salón.

-Disculpen la demora es que un amigo tuvo un accidente. El pobre estaba en una fiesta, salió y chocó su carro. Todo por falta de alcohol.

-¿No será por exceso de alcohol? –dijo Otárola.

-No, por falta. Justo se estaba yendo a comprar más.

Nadine ahora mira con severidad  a Abugattás.



-Bueno, bueno, vayamos a lo nuestro –dijo Humala-. Como saben he subido cuatro puntos en mi aprobación. Eso es bueno, pero la verdad no he hecho nada especial para que eso ocurra. ¿A qué podemos atribuir esta recuperación?

-Según mi parecer –dijo Abugattás-. La aprobación ha subido por inercia.

Humala alzó las cejas y abrió más los ojos.

-¿Y esta Inercia es tu asistente?

-No.

-¿Un familiar entonces? Parece un nombre árabe.

-No, Sr. Presidente, no me entiende, lo que quiero decir es que ha subido por sí sola.

-¿Quién?

-Su aprobación.

-¿La aprobación de Inercia?

Abuggatás dio un gran suspiro.

-Creo que lo mejor es ver el presente –dijo Nadine-. ¿Qué vamos a hacer para no volver a descender y para seguir subiendo?

-Ahorita el problema es el caso de los gobernadores que trajimos para celebrar el fallo de La Haya –dijo Abugattás-.

-Cierto –dijo Nadine.

-¿Y eso no estaba resuelto? –preguntó Humala.

-No –dijo Otárola- ha habido muchas versiones.

-Eso mismo –dijo Abugattás- primero salió Dacia Escalante a decir que los gobernadores habían venido a Lima a recoger materiales, después salió usted Sr. Presidente y dijo que habían venido por una invitación a celebrar lo de La Haya y después salió Albán a decir que no sabía nada.

-¿Y quién es ese Albán?

-Albán es el Ministro del Interior.

-¿Estás seguro?

-Claro.

-¿O sea que ya juramentó, ya lo nombramos?

-Hasta fajín le dimos Sr.Presidente.

Humala eleva el mentón y niega con la cabeza.

-Ni modo. Y yo que creía que no teníamos ministro. Incluso estaba pensado darle el puesto a Escalante.

Un asistente toca la puerta del salón y, luego de recibir el permiso, ingresa.

-Disculpen la interrupción –dijo y prendió el televisor- la directora de Gobierno Interior está dando declaraciones, pensé que les interesaría.

En la pantalla el periodista acaba de hacerle una pregunta a Escalante. Todos miran atentos.

-No hay ninguna contradicción con el presidente. Es cierto que él los invitó, pero aprovechando que ya estaban en Lima –dijo Escalante-. Lo digo por última vez. Los gobernadores vinieron voluntariamente a Lima para darles material de trabajo y todos quisieron ir a celebrar nuestra victoria en La Haya.

-Mire, hemos investigado al respecto. ¿Realmente está segura que todo es cierto?

-Sí, claro…bueno en realidad  no vinieron voluntariamente, los amenazamos con botarlos…y bueno, la verdad es que no les dimos material de trabajo, les dimos polos nacionalistas, pero aparte de eso…ah me olvidaba, en realidad tampoco querían ir a Palacio, querían ir a Larcomar…y, claro, la verdad es que ni siquiera había motivos para celebrar, al contrario, La Haya le había quitado mar a Tacna, pero eso sí señor periodista, aparte de estas cosas, todo lo demás es cierto.

Nadine apaga el televisor.

-Bueno, al menos sabemos que Escalante no será ministra.

-Lo mejor será ya no hablar de eso –dijo Abugattás-. Hay que dejar que el tema se extinga por inercia.

-¡Pero por Dios! –exclamó Humala-. ¿Quién es esta Inercia?

 -Olvídalo Ollanta –dijo Nadine- aquí lo importante es que de ahora en adelante hay que cuidarse mucho de cómo responder ante las denuncias.

-Por eso no te preocupes –dijo Humala-. Siempre voy  a responder como hice en este caso de los gobernadores. Los llamaré a todos mezquinos y listo. ¿No vieron cómo dejé mudos a los reporteros?

-Cierto –dijo Otárola.

-Hablé como el militar que soy, con la autoridad de ser el que manda en el país.

-Sí –dijo Nadine-. Y hasta parece que se lo creyeron.

-Qué bueno. Ya es hora que dejen de pensar que soy un tonto –dijo Humala-. No entiendo por qué me sobreestiman tanto.

Publicado en la revista Velaverde N°60

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