domingo, 17 de abril de 2016

¿Amor a primera vuelta?

Uno siempre dice “a mí nomás me pasan estas cosas”, pero creo que, en verdad, a mí nomás me pasan estas cosas. Resulta que me fui temprano a votar. Dicho sea de paso, gracias a la ONPE solo tengo que caminar media cuadra para ejercer mi derecho a sufragio, es decir, para que no me multen. Decía que me estaba yendo a votar cuando de pronto la veo. A ella. La chica más linda y bien puesta que había visto no sé si en toda mi vida, pero sí en muchos años, bueno, quizá decir años es exagerado, quizá hayan sido meses…o por lo menos varias semanas.

Lo cierto es que quedé prendado de ella en seguida. Entonces le seguí los pasos pero a unos cuantos pasos, ya saben, tampoco quiero parecer un acosador. Lo que quería era encontrar la forma de hacer contacto con ella, es decir, de hablarle, de iniciar una conversación, de saber si quería ir conmigo a comer un helado o a ver una película o algo así. Pero como suele ocurrir, no siempre se me hace fácil abordar a la chica que me gusta. Entonces Houston, ya sabes, tenemos un problema. Por lo general, en esas circunstancias he podido iniciar una conversación solo cuando el azar, o sea esa cosa que llaman destino, jugó a mi favor. Pero si el asunto depende solo de mí, pues la cosa se complica.



Decía que estaba siguiendo a cierta distancia a esta chica y veo que entra al mismo colegio donde me corresponde votar. Entonces, raudo, ingreso también, pero creo que el militar que estaba en la puerta encontró algo raro en mi DNI -digo, aparte de mi foto- porque lo miró durante algunos  segundos, es decir, en tiempo mental, algunas horas. Cuando me devolvió el DNI, recién pude entrar y pasó lo que temía. No había forma de encontrarla en medio de tanta gente. Después de escudriñar con la mirada y forzar el zoom natural de mis ojos, me di por vencido. Derrotado, de pronto votar ya no era un derecho si no un deber. 

Casi arrastrando los pies, llegué hasta el salón que me correspondía. Casi no había cola, solo un par de señoras que se quejaban porque nuestra mesa de votación todavía no se había instalado. Me asomo por la puerta y entonces la veo. A ella. A la chica más linda y bien…bueno, bueno, eso ya lo dije. Estaba feliz, es decir, yo estaba feliz. La verdad nunca había tenido tantas ganas de votar. Pero veo que la demora había surgido porque faltaba un miembro de mesa. Entonces supe lo que tenía que hacer. Cuando la democracia está en peligro, somos sus hijos quienes debemos acudir a su llamado, y si la democracia tiene unos ojos verdosos, un short ajustado y un pelo ensortijado, pues con mucho más razón.

Diez minutos después ya estaba sentado al lado de ella, de Mónica, la presidente de mesa, y todo gracias a eso que llamamos destino y a Daniel Rosas Pérez, mi nuevo mejor amigo, o sea, el ciudadano que tuvo a bien zurrarse en eso del deber cívico y no se apareció nunca por ahí. Mónica resultó siendo de lo más divertida. Congeniamos rápidamente y lo mejor de todo es que el otro miembro de la mesa era una señora mayor que casi no hablaba. Entonces nos pasamos casi toda la jornada conversando y hablando, bueno, al menos todo lo que se podía en medio del ajetreo que era recibir a los votantes y guiarlos en la votación. Las cosas fluyeron mejor de lo que hubiera pensado y hasta me estaba dando pena que se acabe la votación. Y aunque no fue nada premeditado, apenas si comentamos de los candidatos. Pero bueno, después de casi siete horas se cerraron las mesas. Eso quería decir que empezaba el conteo.

En nuestra mesa estaba ganando claramente Fuerza Popular. “Caramba”, dije, “cómo la gente puede votar por Keiko”. “Yo voté por ella”, me respondió en el acto y en el acto enmudecí. “Keiko de hecho es la mejor opción y no soy militante ni nada, pero las cosas son como son”, me dijo y de pronto ya no parecía tan linda y sus ojos ya no eran tan, tan verdosos. Seguía el conteo y yo no había vuelto a decir nada. Entonces se formó un debate en mi mente: ¿qué diablos importa si es fujimorista o aprista o goyista? Déjate de estupideces y haz como si nada hubiera pasado. Pero otra voz me decía: ¿Fujimorista? ¿En verdad vas a poder salir con una fujimorista? 

Entonces, aparte del miedo que dos voces me hablen en mi cabeza, medité bien y sí, era una estupidez juzgar a la gente solo porque era de tal o cual partido. Había que ser tolerante, total todos somos peruanos, bueno, todos menos Fujimori. “Sorry por lo que dije de la gente que vota por Keiko, cada quien puede votar por quien quiera”, le dije y ella sonrió y aquí no había pasado nada. 

Al final, Fuerza Popular de Keiko ganó en nuestra mesa. “Qué bien”, dijo ella, “de repente hasta ganamos en primer vuelta”. Yo seguí con mi sonrisa puesta, al mejor estilo de Guzmán. La señora tan amorosa que casi no hablaba habló por fin: “Va a haber segunda vuelta y la china no va a ganar”. Entonces Mónica me miró esperando que yo diga algo y dije algo, dije: “Bueno, bueno, lo importante es que quien gane haga lo mejor para el país”. Entonces vi que Mónica se distendió y me regaló una sonrisa de aprobación, y luego miré a la señora que antes no hablaba  y también estaba sonriendo, pero en seguida frunció el ceño y me soltó: “Qué rápido te volviste fujimorista”. Y, bueno, no pude más, y le dije: "¿Yo? ¿Fujimorista? Ni que estuviera loco". Y loco debí haber estado de decir eso delante de Mónica. Parece que se ofendió o algo así porque cambió rádicalmente conmigo. Durante los pocoso minutos que faltaban para terminar nuestra labor, apenas si me habló lo necesario. ¿Te pasa algo?, le dije y ella no, nada, que no pasaba nada. Y era cierto, ya no pasaba nada. Nos despedimos sin que me diera su celu, o su whatsapp o su facebook. 

Regresé a mi casa pensando en qué había sido un idiota total, casi profesional. Las elecciones iban a pasar y todo este ambiente crispado se iba a tranquilizar, y bueno, no valía la pena perder o enrarecer amistades o, mucho menos, truncar posibles escenarios felices solo porque hay gente no piensa como uno, incluso solo porque no piensa. Ahí está, otra vez se me escapa. Es difícil entender a los fujimoristas, pero algunos lo son de buena fe, bueno, eso quiero pensar.  

Con mi mente dando vueltas llegué a mi casa. Me preguntaron que cómo me había ido, les dije que bien, aunque hubiera podido decirles que muy bien porque había conocido a una linda chica, pero muy mal porque resultó que era fujimorista y resultó también que no pude manejar algo tan manejable, es decir, o sea, en fin. La verdad que también yo me pongo cabe solito. Ribeyro hablaba de la tentación del fracaso y yo creo que estoy sufriendo el gusto del autosabotaje.

Cuando estuve relativamente más tranquilo, vi las noticias. Keiko había obtenido casi un 40% y PPK algo más de 20. De todas maneras, como ya era previsible, iba a ver una segunda vuelta. Entonces recién comprendí lo que eso significaba: volvería a verla. Tendría que ir ese día antes de las 9am para asegurarme que me pidan formar parte de la mesa de votación. Sí, ya sé, eso suena medio desesperado, creo que basta con que vaya a las 9 y 15am. Tengo que esperar que mi nuevo amigo Daniel Rosas Pérez vuelva a zurrarse en todo y no vaya tampoco en esta segunda vuelta. 

En fin, veremos si el destino se apiada de mí, o de Mónica, o de ambos; o quizá hasta se apiada del país y no gana Keiko. Mmm...digo nomás. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario