Querido diario:
A ver te cuento que vino a verme mi compadre Omar
Chehade. Estaba mudo, con el rostro desencajado y la mirada perdida; parecía
más asustado que Héctor Becerril ante un test de inteligencia. “Compadre”, le
dije, “¿qué pasó? ¿No me digas que reabrieron el caso de Las Brujas de
Cachiche?”. Chehade negó con la cabeza. “Se trata de Humala”, me dijo, “es
increíble, pero resulta que es un asesino en serie”. “¿En serio?”. “No, en
serie”, me dijo.
Yo sé que la mente prefiere no recordar algunas experiencias
terribles –yo, por ejemplo, quisiera olvidar que vi el programa “Conversando
con PPK”-, pero mi compadre no puede haberse olvidado que fue el abogado de
Humala en el caso Madre Mía, ¿o sí puede?
“Compadre”, le dije, “pero usted defendió a Humala”.
Chehade me miró como si le hubiera revelado un gran secreto. Entonces lo
aceptó, pero me juró y rejuró que él no sabía nada, que nunca fue a Madre Mía,
que apenas conoció a Humala y que los únicos testigos con los que había hablado
fueron unos testigos de Jehova –uno de ellos bien parecido a Pochi Marambio- que
una día llamaron a su puerta, hablaron
como gringos y no lo dejaron descansar.
Ayayay, parece que mi compadre quiere cambiar la
realidad. Y yo quisiera ayudarlo, pero cómo ocultar que fue defensor acérrimo
de Humala y que hubiera seguido así si no fuera porque, como Nadine hizo notar,
a mi compadre le fue muy díficil caminar derecho.
“Pero compadre, sincéremonos”, le dije, “¿siempre creyó
que Humala no hizo nada malo en Madre Mía?”. “Bueno, al comienzo tuve ciertas
dudas, pero luego me dijo algo que me convenció”. “¿Le aseguró que era inocente?”.
“No, me aseguró la vicepresidencia”, me dijo.
Ya está. No sigo más,
es hora de comer, dormir e hincar como ninguno.
Don Oto.
Fuente: El Otorongo (Peru21-19.05.2017)
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