Grande fue mi
sorpresa cuando la propia Keiko Fujimori fue quien me abrió la puerta de su
residencia. Pasé a través del amplio jardín, donde pude ver casi de soslayo a
su esposo Mark, de pie, junto a unos
arbustos. Cruzamos la sala y la segunda sorpresa de la tarde fue ver a varios
congresistas fujimoristas conversando. Todo indicaba que Keiko se reuniría
luego con su bancada, o parte de ella.
Instalados en una
suerte de estudio, Keiko se sentó frente a mí y me ofreció esa sonrisa tan
típicamente vacía que abunda en campañas electorales. Luego de agradecerle que
me haya aceptado la entrevista, empecé.
En realidad, iba a
empezar pero me llamó la atención una de las fotos que adornaban uno de los
estantes. En ella una joven Keiko, vestida de toga, sonreía –ahora sí de
verdad- junto a su padre Alberto Fujimori.
-Esa foto es cuando
usted se graduó en la Universidad de Boston, ¿no?
-Sí -me dijo Keiko y
su sonrisa impostada empezó a desdibujarse.
-La verdad yo no
pensaba hablarle de estas cosas –le dije y era cierto-. Pero ahora que veo la
fotografía no puedo dejar de preguntarle cómo hizo su padre para pagar sus
estudios y el de sus hermanos.
Keiko me miró seria.
-Pensé que íbamos a
hablar sobre el viaje de los congresistas.
-Bueno, el tema
global es tomar dinero del Estado y usarlo para fines propios, ¿no? Después de
todo recuerdo que su padre decía que solo ganaba 2 mil soles.
La hija de Fujimori
se pasó la mano por la cara. Se puso de pie y salió del estudio sin decir nada.
Un minuto después regresó con el congresista Becerril.
-Mira –me dijo, con
un tono de molestia apenas contenido- aquí el congresista va a responder lo que
quieras sobre los viajes.
Becerril parecía no
saber qué estaba pasando. Empujado por la orden de Keiko se sentó en el mismo
lugar donde había estado su lideresa.
-Lo escucho –me dijo
Becerril.
-Dígame señor…
-¡No le permito!
–dijo de pronto, levantándose del asiento.
-¿Pero qué no me va a
permitir? Solo le he dicho señor…
Becerril respiró
hondo y volvió a sentarse mientras asentía con la cabeza.
-Lo escucho –me
volvió a decir.
-Señor Becerril, a su
bancada se le acusa de…
-¡No le permito!
–dijo poniéndose otra vez de pie.
-¿Otra vez? Pero solo
le estoy formulando una pregunta.
-Si es sobre los
viajes ya hemos dicho que como gesto político devolveremos el costo de los
pasajes.
-Más que gesto eso
parece una mueca–le dije-. ¿O usted cree que devolviendo el dinero se borra lo
que han hecho?
Becerril se puso de
pie.
-¡No le…!
-Sí, sí, ya sé que no
me permite, pero respóndame.
-Espéreme. Yo sé
quién le puede responder eso –dijo y se fue.
Un par de minutos
después apareció el congresista Aguinaga y se sentó en el sitio dejado por
Becerril.
-Señor Aguinaga…
-Doctor –me
corrigió-. Soy el doctor Aguinaga.
-¿El doctor Aguinaga?
Claro, usted fue Ministro de Salud cuando se dieron las esterelizaciones
forzadas.
-Se equivoca. Nada se
hizo contra la voluntad de las mujeres.
-¿Ah no?
-No, fue sin su
voluntad, que no es lo mismo.
-Claro que no, hay
una gran diferencia. ¿Usted prefiere que le roben contra su voluntad o sin su
voluntad?
Aguinaga me miró un
par de segundos. Luego se levantó y se fue. En pocos segundos regresó con la
congresista Chacón y la dejó a solas conmigo.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes
congresista, la veo de muy bien humor.
-Pero claro, todavía
sigo contenta porque me anularon la sentencia que recibí por enriquecimiento
ilícito. De modo que ya nadie va a dudar de mi inocencia.
-Pero congresista, a
usted le anularon la sentencia por un tema de procedimiento judicial. Nada se
dijo sobre el fondo del asunto, es decir, sobre el enriquecimiento ilícito.
La congresista achinó
los ojos y luego, sin despedirse, salió.
Como había ocurrido antes, apareció otro congresista.-Buenas tardes –me
dijo saludándome-. Soy Julio Gagó y estaré encantado de responder lo que
quieras preguntar.
- ¿Me puede explicar
por qué la Fiscalía archivó su caso cuando era evidente que su empresa le
vendía ilegalmente al Estado?
-Tú pides mucho –me
dijo, luego se puso de pie y se fue.
Esperé más de cinco
minutos y nadie más se apareció por el estudio. Así que me levanté y salí hacia
la sala. Ahí pude ver a Keiko frente a un grupo de sus congresistas.
La hija de Fujimori
parecía estar llamándoles la atención sobre el tema de los viajes. “Ya saben,
no hay que volver a aprovecharse de los recursos del Estado en beneficio
nuestro”, aseveró. “Paciencia”, dijo, “ya viene el 2016”.
Publicado en la revista Velaverde Nº112
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