El doctor Medina llega a la residencia e ingresa
por la puerta trasera. Ahí lo recibe Jorge del Castillo.
-Doctor, gracias por venir a estas horas de la
noche –dijo mientras lo guía dentro de la casa.
-No se preocupe –dijo Medina, siguiendo el paso de
Del Castillo-. De modo que se trata de una emergencia.
-Exactamente doctor, ya no sabemos qué hacer. Está
descontrolado.
-Entiendo, están preocupados por su seguridad.
-En realidad nos preocupa más la nuestra.
Del Castillo y el doctor Medina atravesaron la
suntuosa sala y llegaron hasta la puerta de la biblioteca. El expremier la
abrió y ambos ingresaron. El doctor Medina estaba tan impresionado con los
numerosos estantes llenos de libros que apenas se dio cuenta de que estaba
siendo observado con atención.
-Doctor Medina, un gusto conocerlo.
El doctor reacciona y voltea. Entonces vio a Alan
García y le dio la mano.
-Bueno, yo los dejo –dijo Del Castillo.
-Anda nomás Jorge, ya te avisaré cuando el doctor
tenga que irse.
Del Castillo sale de la biblioteca y cierra la
puerta tras de sí. El doctor y García se sientan uno frente al otro.
-Doctor –dijo García- me han hablado mucho de
usted.
-Ah bueno, pero no haga caso. La gente habla
tonteras.
García amagó una sonrisa y luego entrecruzó los dedos
de las manos.
-¿No tiene algo así como un diván? -preguntó el doctor.
-No, ¿es muy necesario?
-No, no tiene importancia.
-¿No tiene algo así como un diván? -preguntó el doctor.
-No, ¿es muy necesario?
-No, no tiene importancia.
-Mire doctor -dijo García- lo he llamado porque no puedo más con
esta situación.
-Tranquilo, todo se va a solucionar.
-¿Usted cree?
-Claro, la cosa es que le ganemos a Uruguay y de
ahí ya nadie nos para.
-Doctor, por favor, le estoy hablando de mi
situación personal.
-Ah bueno, pero es que como todos hablan de la
selección. ¿A usted no le gusta el fútbol?
-Un poco, pero en lo que sí soy bueno es en el
Frontón.
-Bueno, empecemos. ¿Cuál es exactamente el
problema?
-El problema es justamente ese. No sé lo que está
pasando. ¿Ha visto las últimas encuestas?
-Sí, claro.
-Entonces habrá visto que en ninguna paso del
quinto lugar.
-Bueno, en la encuesta de IDICE usted está
segundo.
-Por favor, doctor, las encuestas de IDICE las
hago yo mismo.
-¿Entonces su problema son las encuestas? Creo que
se equivocó de profesional. Yo soy psicoanalista, no asesor político.
García sonríe apenas. Ahora pone sus manos sobre
sus rodillas.
-Doctor, no sabe lo difícil que ha sido para mí
llamarlo.
-Entiendo, no es fácil reconocer que uno necesita
ayuda.
-No, es que no encontraba su teléfono por ningún lado.
-Bueno, ahora necesito que sea totalmente sincero
conmigo.
-¿Sincero? ¿Yo?
-Bueno, tendrá que hacer un esfuerzo si quiere que
lo ayude.
-Está bien.
El doctor Medina se reacomoda en el asiento y,
recién entonces, saca de su maletín un lapicero y una libreta de notas.
-Dígame exactamente qué siente en este momento.
-Calor, doctor. Me muero de calor.
-Pero en el interior cómo está.
-En el interior mal, pero en Lima estamos peor.
-Olvídese por un momento de las elecciones. Le
pregunto que cómo se siente interiormente.
-Mal, me siento mal, incomprendido, ignorado por
la gente.
-Ya veo –dijo el doctor tomando notas-. Y siente
que son injustos con usted.
-Eso mismo. El pueblo es injusto conmigo. Es
cierto que en mi primer gobierno la embarré, pero el segundo fue mucho mejor.
-¿Y los narcoindultos?
-Pero doctor, ¿usted también me va a echar la
culpa por eso?
-No, para nada. Al contrario yo creo firmemente
que los malos hombres se pueden regenerar. Por eso estoy aquí.
-¿Cómo dice?
El doctor Medina abre los ojos y deja de escribir.
-No me malentienda. Lo que digo es que estoy aquí
para entender a las personas en general.
-Voy a creer en lo que dice doctor. Pero siento
que hablamos y hablamos y no hemos logrado ningún avance.
-¿Cómo que no? Ya vamos 15 minutos y yo cobro por
hora.
-Pero no hemos avanzado nada de mi problema.
-¿Y cuál es su problema?
García siente que la sangre se le sube a la
cabeza.
-¡Maldita sea! Otra vez con la misma pregunta.
El doctor Medina lo mira imperturbable mientras
García parece calmarse.
-Perdone doctor, es que ando muy sensible.
-No se preocupe, le volví a preguntar a propósito
para ver qué tan susceptible está.
-¿Y cómo estoy?
-¿Cómo está de qué?
-¡Carajo! ¿De qué va a hacer? De lo que me está
diciendo pues.
El doctor se muestra igual, como si el exabrupto
no tuviera nada que ver con él.
-Perdóneme doctor –dijo García-. Es que me salgo
de mis casillas.
-Tranquilo, lo sé, esa fue otra prueba.
-Vaya doctor, por favor ya no sigamos con sus
pruebitas.
-No, no es necesario. En verdad usted está
bastante mal.
-Es lo que le digo doctor. Estoy tan mal, tan
deprimido que estoy a punto de cometer una locura, ya quiero terminar con esto
de una vez.
-No me diga que está pensando en…
-Sí, doctor, cada vez estoy más convencido de eso.
Además, el pueblo no me va a extrañar.
-Pero, ¿qué dice? ¿Y su familia?
-Ellos serían los más felices.
-¿En serio?
-Claro, si renuncio a mi candidatura podría pasar
más tiempo con ellos.
-Ah ya, usted hablaba de renunciar a ser
candidato.
-Claro doctor. Pero no sé si tenga el valor de
hacerlo.
-Mire, usted está pasando por una crisis de
negación. No quiere aceptar que la gente ya no confía en usted.
-Eso lo sé. Pero lo que no sé es por qué. Si yo
siempre los he tratado casi como si fueran mis iguales.
-Bueno, no se puede tener todo en la vida.
-Eso será para los seres simples, doctor. Yo he
gobernado dos veces este país y quiero hacerlo una vez más.
El doctor Medina lo mira con atención, hasta parece ser una mirada piadosa.
-Mire, tiene que relajarse. Mi consejo profesional
es que abandone la campaña y se tome unas largas vacaciones alejado de la
política.
-Como le dije, lo he pensado, pero no lo puedo
hacer. No puedo doctor.
-Bueno, ese es mi consejo. Hágalo y verá lo bien
que eso le va a hacer no solo a usted.
-¿Habla de mi familia?
-No, hablaba del país.
Publicado en la revista Velaverde Nº156
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