El ministro Mayorga se encuentra en la
antesala de la oficina de la Presidenta del Consejo de Ministros. Luego de haber estado leyendo una revista
se pone de pie y empieza a caminar de un lado a otro. De pronto ingresa el ministro
Pulgar-Vidal. Ambos se quedan mirando, sin moverse, como si sus miradas se
hubieran enganchado.
-Eleodoro-
dice finalmente Pulgar-Vidal.
-Manuel.
-Mira Eleodoro,
apenas si nos hemos visto en los consejos de Ministros y yo quería disculparme
por el correo.
-Te refieres
al correo donde me dices “we-bonn”.
-Nunca pensé
que se fuera hacer público.
-No pues,
nunca pensaste.
Pulgar-Vidal
da un suspiro.
-No pues, tampoco
pensé que tus lobbies y tus intereses se hicieran públicos.
Mayorga da un
paso hacia adelante.
-Yo no he
hecho ningún lobby, ni he tenido conflicto de intereses.
-Cierto, tus
intereses están alineados. No te olvides que trabajaste y fuiste remunerado por
una empresa a la que luego, como ministro, favoreciste.
-No te metas
con mi honor.
-¿Con tu honor
o tus honorarios?
En ese
momento, aparece Jara.
-Eleodoro,
Manuel, qué gusto verlos juntos. Es bueno que hayan pasado la página.
Pulgar-Vidal y
Mayorga quedan en silencio.
-Eleodoro,
pasa por favor, tenemos que conversar.
En el despacho
de la Premier, Jara está sentada en su escritorio. Frente a ella, Mayorga se
reacomoda en la silla.
-¿Todo bien con
Manuel?
-Sí, claro.
-Me alegra.
Sabes, te llamé porque quiero hablarte del Congreso.
-Sí, qué bueno
que nos salvamos y que ya todo pasó. Ahora hay que pasar la página, como acabas
de decir y como dijo el Presidente también.
-Qué más
quisiera yo, pero en el Congreso siguen pidiendo la salida de algunos
ministros, en particular de uno, y tú sabes, acabamos de salir de una crisis y
no es momento de tener otra. ¿Entiendes lo que hay que hacer?
-Claro,
entiendo, hay que permanecer unidos y no dejarse presionar.
-Eso está
bien, pero lo que te quiero decir es que a veces hay que dar un paso al
costado. ¿Ahora sí me entiendes?
-Claro,
entiendo. Hablas de renunciar.
-Exacto, a
veces hay que sacrificarse por el bien de la gobernabilidad.
-Entiendo Ana.
Y sé que será difícil, pero créeme que te vamos a extrañar.
-No, Eleodoro.
¿Será posible que no sepas que te quieren censurar?
-¿Censurar?
Pero en este país se respeta la libertad de expresión.
Jara se frota
las manos.
-Veo que no
entiendes, tendré que ser directa contigo…
En ese momento
suena el celular de Jara. Susurra algunas frases breves y termina la llamada.
-Eleodoro, era
el Presidente. Me ha quitado un peso de encima. Quiere que vayas a verlo enseguida.
Cuando Mayorga
sale del despacho se vuelve a cruzar con Pulgar-Vidal.
-¿Te vas?- pregunta
Pulgar-Vidal.
-Sí, me voy.
-Ana habló
contigo entonces.
-Claro, ¿no
ves que estoy saliendo de su oficina?
-Mira,
Eleodoro, ahora que te vas no tiene caso quedar enemistados. Perdona por
haberme ofuscado y por todo lo que te dije.
Pulgar-Vidal
se acerca y lo abraza efusivamente. Mayorga lo mira extrañado, sin reaccionar. Luego
alza los hombros y sale rumbo a su encuentro con Humala.
Minutos despúes, Mayorga se encuentra en el despacho de Humala.
Ambos se saludan.
-A ver
Eleorodo, has estado hablando con Ana, ¿verdad?
-Sí, vengo de hablar con ella. Gran persona la Premier, pero a veces no la entiendo mucho. Ahora por
ejemplo me quería decir algo, pero creo que se enredó un poco. Aquí entre
nosotros creo que va a renunciar.
-No, ella no
va a renunciar.
-¿La vas a
sacar?
-A ver,
Eleodoro, escúchame bien y perdona que sea tan franco contigo, pero tienes que
irte.
-Bueno, señor
Presidente –dijo Mayorga- me sorprende la verdad.
-Lo sé y lo
siento.
-Acabo de
llegar y ya quiere que me vaya. Ni siquiera sé para qué me pidió venir.
El Presidente
carraspeó y se inclinó levemente.
-No, Eleodoro,
no me has entendido. Tenemos que hacer un cambio. Son cosas de la política.
-¿De Nadine?
-No, de la
política en general. Mira, yo no tengo ninguna duda de tu honestidad ni de tu
capacidad profesional. Pero ya no serás ministro.
-¿Seré
Premier? ¿Por eso va a sacar a Ana?
-No, Eleodoro.
Ana no se va a ir. El que se va a ir eres tú. Quiero que renuncies, que dejes
de ser ministro, que salgas del gabinete. Claro, puedes quedarte con el fajín.
Mayorga
enmudece; se pone de pie, avanza, retrocede y vuelve a sentarse.
-De modo que
ya no seré Ministro.
Humala se
acerca y le palmotea la espalda.
-¿Estás bien Eleodoro?
Publicado en Velaverde Nº79
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