Estaba preparando las cosas para la parrillada,
cuando en el televisor se anunciaba el inminente fallo del Jurado Nacional de
Elecciones sobre la tacha contra la candidatura de Castañeda.
-No podría votar por él –me dijo Mariela mientras
pelaba unas papas.
-Claro –le dije-. Por falta de confianza.
-Por falta de DNI más bien. ¿No te acuerdas que
se me perdió?
No escuché bien lo que dijo porque estaba
subiendo el volumen.
-Mira, ya van a dar el fallo.
Mariela se acercó.
-Falta mayonesa. Cómprate una por favor.
Me volteé a verla.
-Ya, pero espera. Quiero ver qué dice el fallo.
-Mejor anda de una vez –me dijo-. Además, no te
demoras nada.
-Ya voy, pero antes te apuesto. Van a tachar a
Castañeda.
-Ya te apuesto–dijo Mariela-. Yo digo que no. El
que pierde fríe todo.
-Ya pues.
Salí y calculé que regresaría en un par de minutos como máximo.
Crucé la pista, caminé una cuadra y llegué a la bodega del chino de la esquina,
cuya peculiaridad era que en realidad no estaba en la esquina. Por suerte, me
atendieron rápido. Salí de la bodega y me dispuse a volver a casa. Entonces, sucedió.
Sentí que una sombra me rodeó y, de pronto, fui elevado a gran
velocidad. Entonces, miré hacia arriba y vi que estaba yendo hacia un agujero
en medio de una especie de masa, segundos después supe que se trataba de la
entrada a una nave espacial cuando vi el letrero que decía: "Entrada a la
nave espacial". Vi luego a un ser que no parecía humano, de
apariencia extraña, lo cual no me sorprendió del todo considerando que tengo un
par de amigos emos. Antes de que este ser pudiera
reaccionar, mi cuerpo empezó a perder peso (cosa que no me disgustó). Empecé a
flotar y avancé hasta descender sobre una camilla. De la nada, unas correas
pequeñas surgieron y me aseguraron brazos y piernas.
Era un momento particularmente dramático e incierto. Sabía que
cualquier cosa podría estar a punto de ocurrir. ¿El JNE ya habrá dado el fallo?,
me pregunté angustiado.
De pronto, sentí que volvía a flotar, pero esta vez me iba
desvaneciendo. Entonces, me empecé a elevar y, en ese momento, fue cuando miré
hacia abajo y me vi a mí mismo echado sobre la camilla. Ahí estaba yo. Después
de ver todo mi cuerpo, comprendí que me había desdoblado y que, en verdad,
debía empezar una dieta cuanto antes.
Pero entonces empezó el viaje. Noté que el ser no humano que había
visto al llegar a la nave ahora flotaba junto a mí, o al menos sentía su
presencia. Fue increíble, primero me asusté pero después perdí el miedo. Tuve
que amoldarme a no tener cuerpo, a ser solo una especie de alma, de ser casi
inexistente, casi como la candidatura de Altuve. Al principio no fue fácil ser como un espíritu, sobre todo
cuando en vano traté de rascarme la cabeza.
Segundos después ya estaba viajando en medio del universo. Empecé
a viajar por el sistema solar mientras la voz del ser no humano me iba
hablando, haciendo de guía, que no te acerques mucho que éste es el Sol, que
igual ten cuidado con Mercurio, fíjate que Marte es el planeta que más se
parece a la Tierra, perdón me equivoqué, ésa es la Tierra.
El viaje me pareció fascinante, lástima nomás que no vendieran
souvenirs. En un momento dado, la voz me anunció que el tiempo del viaje había
concluido y, en tono confidente, agregó: es más, nos hemos pasado cinco
minutos.
Entonces volvimos a la nave y sentí que nuevamente me incorporaba
en mis huesos. Las correas se soltaron y quedé de pie. La voz del ser no humano
me dijo que habían analizado mi cuerpo y que me agradecían por mis importantes
servicios prestados a su nación. Yo les dije que no había problema, pero que por
favor me devuelvan la mayonesa.
Entonces, en menos de un segundo, sentí que caía en un túnel y de
golpe me encontré otra vez al frente de la bodega del chino de la esquina, cuya
peculiaridad era que…bueno, eso ya lo dije.
Con el frasco aprisionado en mi mano y aún conmocionado, regresé a
la casa. Sentí que había pasado horas, pero al ver la hora en el televisor
comprendí que no había sido así: apenas habían pasado unos pocos minutos en
realidad.
Mariela salió de la cocina y se llevó la mayonesa. Solo, frente al
televisor, me detuve a pensar un momento en lo que había pasado, en la vastedad
del universo, en la relatividad del tiempo y el destino de la raza humana. Entonces,
de golpe, comprendí anonadado el terrible futuro que nos esperaba.
Castañeda se había salvado.
Publicado en la revista Velaverde Nº81
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