El 26 de enero no pasó nada, pero el 27 de
enero la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) falló. Le dimos la
oportunidad, pero falló y no nos dio la razón en todo. De todas formas nuestro seleccionado,
nuestro equipo de agentes, se dio íntegro; no dio nunca una milla por perdida y
aunque no se obtuvo todo, nos dieron parte de lo demandado; además en
estas giras se gana mucho en experiencia.
Sin embargo, al inicio no todo fue claridad.
Apenas se conoció el fallo de La Haya, el
pánico se apoderó de los peruanos: ¿qué significaba toda esa larga y confusa lectura,
transmitida en vivo y en directo y doblada al castellano por Google Translate?
¿Habíamos ganado o Humala había perdido? ¿Demandamos como nunca, perdimos como
siempre? ¿Arica ya es nuestra? ¿Sagafalabella también?
Al parecer forzado por la prensa insistente,
el primero en declarar fue Alan García. El líder aprista se mostró victorioso; saludó
al país, al fallo y a sí mismo. No es que desconfíe de nuestro ilustre ex presidente,
pero hice mi propio y meticuloso estudio legal, histórico, histriónico y
cartográfico. Entonces creí comprender que, pese a todo, habíamos ganado. El problema fue que luego la incertidumbre se volvió a instalar en
mí cuando escuché al presidente Humala anunciar –con bombos pero sin platillos-
que ganamos una gran extensión de mar, pero ahora tenemos costa seca.
Después observé, desconcertado, cómo los
medios de comunicación -ahora sí
concentrados- nos invadían con el bendito tema las 24 horas del día, y
por la noche también. En la televisión, el interminable desfile de
especialistas explicando el fallo de La Haya. En los diarios, en primera plana
el mapa que nos acompañará en la mente hasta el fin de nuestros días, o al
menos hasta el fin de semana.
Me declaré, entonces, en estado de estrés "hayático". Y, cansado ya del tema, decidí "deshayaizarme", olvidarme de los hitos,
los triángulos externos, las líneas paralelas, equidistantes y perpendiculares,
es decir, de la geometría entera. Pero no pude, así que me dejé llevar por la
corriente de Humboldt e hice una breve lista de lo que nos dejará este fallo
algo fallido. Aquí la relación:
Cebiche de la Haya:
suculento manjar elaborado con peces –si hay alguno- provenientes del nuevo mar
peruano. Precio sugerido: 15 soles. Si Gastón pasa al frente de local: 50
soles.
Cierrapuertas Ripley:
Variación de las conocidas ofertas de (des)cuento, consistente en cerrarle la
puerta a cualquier agente peruano de la Haya, incluidos sus familiares hasta la
tercera generación.
Mapas "hayistas": Conocidos así en el
argot popular. Vienen en diferentes tamaños. Los fabricantes sugieren comprar
los de mayores dimensiones porque así parece que el mar ganado es más grande, y
porque así ellos ganan más también.
Hito de aventura: Se ofrecerá un tour
solo para los amantes de la adrenalina y para cualquiera que pague el ticket.
El reto es partir corriendo desde el Punto Concordia hasta llegar al hito N°1; se
premiará con pasajes de LAN a quienes puedan esquivar las minas antipersonales,
a quienes no lo logren se les recordará con cariño.
Día binacional de La Haya: Se
instituirá el 27 de enero como una nueva festividad en el calendario y se
declarará feriado absoluto para todos aquellos –estatales y privados- que
trabajen en la costa seca. Hasta este lugar –símbolo de la paz- acudirán por la
mañana los jefes de Estado, el peruano con su terno correspondiente y el
chileno en ropa de baño.
Y, bueno, yo creo que terminada esta etapa, y
perdonen la repentina solemnidad, es hora de que Perú y Chile sean en verdad
países hermanos, como Caín y Abel, pero hermanos.
Publicado en la revista Velaverde Nº49
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