Octubre del 2013. Desde el lejano oriente, bueno, no tan lejano, César
Villanueva, entonces presidente regional de San Martín, arribó a Lima para
asumir el cargo de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM). Su primera
misión fue hacer olvidar a los peruanos al ex premier, tarea que en verdad
resultó siendo innecesaria. Según una encuesta publicada antes que dejara el
cargo, el 90% no sabía quién era Juan Jiménez Mayor, y eso que el sondeo se
hizo en su propia casa.
Instalado ya en su nueva oficina,
Villanueva decidió que debía coordinar cuanto antes unos temas en Palacio de
Gobierno. Tras saludar a Humala, el Premier le pidió más presupuesto para la PCM porque
solo así podría ejecutar sus proyectos. “Eso tendrías que conversarlo con
Castilla”, dijo Humala. “No”, dijo Villanueva, “prefiero tratarlo directamente
con quien tiene la última palabra”. “Uy, eso sí está difícil”, dijo Humala, “no
sé a qué hora va a regresar Nadine”.
Al día siguiente, en conferencia de prensa, el Premier anunció
que su gestión sería transparente y que evaluaría a los ministros para
determinar quiénes debían quedarse en el gabinete y a quiénes ni siquiera se
les debía responder el saludo. Sin embargo, a tres meses, dieciséis días y tres
horas de iniciada su gestión, el gabinete permanece intacto.
Contrario a los que sus
críticos puedan pensar, a Villanueva no le falta palabra, le falta tiempo. En
efecto, el proceso de evaluación ministerial emprendido por el Premier es tan
obsesivamente meticuloso que no tiene precedentes, ni sentido. Esto explicaría
también, según sus allegados, el por qué ha desaparecido de la esfera pública,
al punto que junto a él Jiménez Mayor parece un "figureti".
Nuestras fuentes, motivadas
por su espíritu colaborador y por 10 nuevos soles, nos confiaron que la
evaluación consta de cuatro fases. En la primera, Villanueva en persona, entrevistó
a todo familiar, amigo, conocido, amigo con derecho, vecino y mascota de cada
uno de los 19 ministros; labor que le tomó tres meses. La segunda fase
afortunadamente fue mucho más corta; le pidió a cada ministro que rindiera una
prueba de conocimientos de opción múltiple y la mayoría optó por no rendirla.
La tercera fase se concretó
luego de uno de los últimos consejos de ministros. Villanueva aprovechó la
ocasión y organizó una dinámica grupal a fin de ver cómo actuaban en equipo. Además,
dictó a los ministros un taller de motivación y valoración personal denominado
“Tú vales más”; media hora después ya se habían aprobado un aumento salarial
del 100%. El Premier se mostró sorprendido por el incremento de 15 mil nuevos
soles. Entonces, la idea de donar ese dinero a los niños
pobres pasó por su mente, pero pasó muy rápido.
La noticia del aumento causó
revuelo incluso dentro de los predios nacionalistas. Dos días después,
Villanueva fue al Congreso y se cruzó con Abugattas quien le increpó por la
medida. El Premier le dijo que el incremento le parecía justo. “Y eso no es
todo” –dijo Villanueva- “a partir de ahora todos van a cobrar de acuerdo a lo
que se merecen”. “Eso sí que no” –respondió Abugattas, exaltado- “a mí nadie me
baja el sueldo”.
Actualmente el proceso de
evaluación se encuentra en la última y decisiva fase. De acuerdo a lo estimado
por la PCM, esta etapa –consistente en cruzar información, datos y resultados
de las pruebas- durará aproximadamente de 2 a 3 años; aunque no se descarta que
requieran mayor plazo. Sin embargo, ha trascendido que los cambios ministeriales
podrían darse mucho antes de lo planeado y que, según información aún no
confirmada, el Ejecutivo no descarta pedirle alguna opinión al Premier.
Pese a todo, nadie puede
discutir que Villanueva se ha esforzado. De la anunciada reorganización del Estado,
se sabe que por lo menos ha empezado por su oficina. Además, ha cumplido a
cabalidad su promesa de ser una persona transparente: casi no se le ve.
Publicado en la revista Velaverde Nº51
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