Pocas
veces tan pocos versos han generado tanto revuelo en el mundo literario. La
publicación de un poema escrito por el ex presidente Alan García establece, sin
duda, un punto de quiebre en la literatura peruana y universal. Agentes
literarios de la talla de Carmen Balcells –alrededor de 1,60cm- y críticos tan
exigentes como Harold Bloom se preguntan intrigados:¿quién es este nuevo valor?
¿a quién pertenece semejante pluma?
En
aras de iluminar a quiénes desconocen a tan ilustre personaje, aquí va una
breve, pero sustanciosa biografía:
Alan
García nació en Lima –no en Belén como sostienen algunos de sus partidarios- una
noche clara y sin estrellas de 1949. Sus dotes de orador y su poder de
convencimiento pronto se hicieron evidentes. A
los 10 años ya estaba en una academia de oratoria; enseñaba los sábados por la
mañana. Una noche, cuando era adolescente, tuvo una epifanía. Dios se le
apareció en forma de torta de chocolate, por lo que se puso doblemente feliz. Alan
estaba seguro que esa aparición tendría que ver con su futuro histórico y
también que la torta alcanzaría para varias porciones. “Serás grande” le dijo
Dios “casi de dos metros de altura”. Desde entonces, sintió que era el elegido,
aunque no sabía para qué.
Siendo
ya un universitario, García empezó a creerse personajes históricos. A veces las
crisis le duraban días; alguna vez estuvo todo un mes creyéndose Newton, hasta
que sus propios padres, cansados de recoger las manzanas del suelo, lo hicieron
reaccionar. Entonces, alertados por estos síntomas y por la cuenta del frutero,
sus padres llevaron a Alan a un especialista. “Me dicen que tienes un problema
con tu ego, ¿eso es cierto?”, dijo el doctor. “No, para
nada, yo nunca tengo problemas”, dijo Alan. El
doctor tranquilizó a sus padres y determinó que el joven Alan simplemente tenía
un ego colosal y que solo necesitaba descanso, tranquilidad, comprensión y
urgentes dosis de litio.
Inicios
del año 85. Aburrido de la rutina, decidió buscarse un hobby para el verano;
aunque estaba indeciso si inscribirse en el taller de música o de pintura,
terminó inscribiéndose en el JNE y postuló a la presidencia de la república. De
esta forma, García se convirtió en el presidente más joven del Perú, y el más pelucón. Prometió un futuro
diferente a todos los peruanos, aunque
decidió cumplir primero con su familia. Los primeros dos años fueron los
mejores, incluso podía asomarse por el
balcón de Palacio de Gobierno sin que nadie le dispare. Sin embargo, pronto
todo cambió. Se le vino la noche y la crisis económica. Los precios se
dispararon; algunos empresarios también. El inti, la moneda oficial, perdía
valor cada minuto y no era extraño ver a gente con chequera en mano yendo a comprar
pan. Pese a todo, durante su primer gobierno García redujo el número de pobres,
desde luego se les dio a todos ellos una cristiana sepultura.
Cuando
el gobierno de García llegó a su fin, los peruanos sobrevivientes no querían
saber de su existencia, más bien otros estaban vivamente interesados en su
inexistencia. Entonces García se fue a vivir a primero a Colombia y luego a Francia
como perseguido político. El pobre ex
presidente vivió en una zona exclusiva de Paris y no faltaron los mal pensados
que sugirieron que la fortuna de García era medio sospechosa, cuando es sabido
que él no hace las cosas a medias.
En
el 2001 García volvió, pero no devolvió y fue derrotado por Toledo. Entonces
decidió dedicarse a impulsar a la juventud peruana, empezando por Jesús “patadita”
Lora. Cinco años después volvió a postular a la presidencia. Miles de jóvenes
que no habían tenido el privilegio de disfrutar de su primera gestión, cayeron
rendidos ante el secreto encanto de sus palabras, y ante el spot de la estrella
aprista y reguetonera.
En
la actualidad, García mantiene intactas sus aspiraciones políticas y apenas
puede ocultar su deseo irrefrenable de gobernar por tercera vez porque al
parecer, como dijo, “la plata viene sola”…solamente cuando se está en el poder.
Publicado
en la revista Velaverde Nº48
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