Fernando
Zavala llega al despacho de Luz Salgado. Ambos se saludan dándose la mano; la Presidenta
del Congreso luce seria, el Premier muestra una sonrisa impostada. Tras ello,
toman asiento, uno frente al otro. Por algunos segundos se impone el silencio.
-Bueno,
señora Salgado, yo…quería…usted sabe…no le haga caso a PPK, él es un lobista,
digo, un bromista.
-Estoy
esperando sus disculpas.
-¿Mis
disculpas?
-Las
de PPK.
-Ah
bueno, mire, señora Salgado, en realidad el presidente no ha dicho nada malo.
Seguro escuchó mal.
-¿Acaso
no dijo que se iba a jalar a 30 congresistas?
-Ah,
entonces escuchó bien.
Salgado
arquea las cejas y mira fijamente a Zavala.
-Pero
eso tiene su explicación –continuó el Premier.
-No
me digas que ahora estás de traductor de PPK.
-No,
no le digo. Mire, cuando PPK dijo jalar a congresistas se refería que vamos a
hacer una evaluación de todos en el Congreso.
-¿Y
eso qué tiene que ver?
-Está
claro, como vamos a evaluarlos, vamos a aprobar a algunos y a los otros los
vamos a…
-¿Jalar?
-Exacto,
ya ve.
-Caramba,
señor Zavala, no sabía que usted le gustaran las bromas.
-Yo
tampoco sabía.
-No
habrá esperado que me crea ese cuento.
-Bueno,
la verdad es que sí.
Otra
vez Salgado mira a Zavala como queriéndole hablar con la mirada.
-¿Y
las disculpas para cuándo? Acuérdese que tenemos la mayoría en el Congreso y si
queremos no los dejamos gobernar.
Zavala
vuelve a colocar en su rostro la sonrisa con la que había llegado, aunque ahora
esta hace una combinación bastante extraña con el disgusto que muestran sus ojos y cejas. El Premier entonces da un
suspiro, carraspea y aprieta los puños.
-Quiero
expresarle mis disculpas, en nombre mío y del presidente.
La
Presidenta del Congreso apenas si hizo un gesto altivo. Luego, tras unos
segundos, habló.
-Le
acepto las disculpas, pero los vamos a tener vigilados.
Ambos
se dan la mano y se despiden. Zavala sale pensando: cómo me hubiera gustado
preguntarle para qué iba tanto al SIN de Montesinos, pero ni modo, no se puede,
hay que hacer política. Y entonces sale del Congreso llevando, sin querer, la
sonrisa postiza de ocasión.
Publicado en la revista Velaverde Nº175
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