Viernes,
6 y cuarto de la tarde. Acabo de llegar a una de las librerías más importantes
de esta cuadra. Ingreso con dificultad porque hay varias personas que, sin
querer, casi bloquean el ingreso. Recién adentro veo que se trata de una larga
cola de entusiastas que pugnan por lograr una firma, un saludo, una dedicatoria
del literato del momento: Omar Chehade.
El
libro es “La Gran Usurpación”. En él Chehade cuenta con soltura –algunos dirían
que con frescura- diversos pasajes al interior del gobierno, donde se muestra
que quien llevaba la banda presidencial y ejercía el cargo de presidente era
Nadine, dejando para Ollanta el cargo menos pomposo de “Cosito”.
Un
rápido conteo me dice que hay cerca de 30 personas en la fila. Luego de hacer
un breve sondeo descubro que hay 20 fujimoristas, 5 pepecistas, 4 apristas y un
Daniel Abugattás. Este último había pasado inadvertido gracias a una gorra que
llevaba. Sin embargo, se delató cuando un recién llegado quiso meterse en la
cola y Abugattás lo acribilló a insultos irrepetibles, tan propios de él.
Chehade,
elegido vicepresidente de la República, fue descubierto participando de una
sospechosa cena que presumiblemente se había organizado para favorecer los
intereses de una empresa. El famoso incidente en “Las Brujas de Cachiche” le
costó, además de la cuenta, su cargo de vicepresidente y el favor de la pareja
presidencial. Por esos días, la primera dama acuñó una de sus frases más
conocidas: “Pago con tarjeta”, perdón, la frase es: “¿Tan difícil es caminar
derecho?”.
Casi
cinco años después, a Chehade se le ve feliz de la vida. Sin desdibujar su
sonrisa, hace una dedicatoria y estampa su firma en cada libro.
-Lo
veo feliz, realmente disfruta todo esto.
-Sí,
es verdad, me siento más que feliz, satisfecho, contento conmigo mismo. Y creo
que eso pasa porque he descubierto mi vocación.
-¿Escribir?
-No,
firmar libros.
Saco
de mi morral un ejemplar de su libro. Lo que quiero es comentarle algunas
partes que he marcado, pero él se apresura en arrebatármelo de mis manos.
-¿Tienes
un lapicero?
-¿Un
lapicero?
-Sí,
tenga.
-¿Qué
quieres que te ponga en la dedicatoria?
-Nada,
su firma nomás.
Chehade
igual me pone unas palabras antes de firmar. Me lo entrega y leo: Con mucho
aprecio, para Ollanta.
-Pero
aquí me ha puesto Ollanta.
-¿Ollanta?
-Sí,
mire.
-Es
verdad. Perdona, no es la primera vez que me pasa. Más temprano a una chica le
puse Nadine.
-¿Y
eso por qué?
-No
sé.
-Pero,
¿por qué cree? Digo no hay que ser muy perspicaz.
-¿A
qué te refieres?
-Es
que parece que fuera un cargo de conciencia.
-¿Conciencia?
¿Yo?
-Bueno,
por algo le saltan los nombres de Ollanta y Nadine.
-Debe
ser que llevo meses escribiendo sobre ellos.
El
todavía congresista hace una mueca extraña, quizá de disgusto, o quizá de incomodidad.
Ya no se le ve feliz.
-Mucha
gente me ha criticado por escribir el libro.
-Me
ha adivinado la pregunta que le iba a hacer. ¿No cree que es un error que
ventile las intimidades de la pareja presidencial?
-Yo
no he ventilado ninguna intimidad que no sea de interés político.
-Pero
entonces, ¿qué este libro para usted? ¿Un ajuste de cuentas?
-No,
para nada. Me han pagado todo mi sueldo.
-¿Entonces
no hay…?
-Pensé
que íbamos a hablar del libro, no de mí.
-Pero
usted es el que ha escrito el libro.
-Sí,
pero…
-Está
bien, le pregunto del libro. ¿Cuánto tiempo se demoró en escribirlo?
-Casi
medio año.
-¿Y
qué técnica ha utilizado?
-La
técnica de la venganza.
-Lo
ve. Se trata entonces de un libro de revancha.
-Puede
ser, pero todo lo que digo es cierto.
Chehade
vuelve a sonreír.
-Como
te digo, me siento contento. Creo que fue una buena decisión escribir todo,
descargarme de todo lo que viví.
-El
congresista Teófilo Gamarra lo ha calificado como traidor.
-Esos
comentarios no me afectan.
-¿Entonces
por qué está llorando?
-¿Llorando?
No, solo me entro una pajita a los dos ojos.
-La
palabra traidor es grave.
-No,
más bien es aguda.
De
pronto se queda en silencio y mira hacia un lado. Yo no quiero interrumpir su
digresión y miro de reojo las partes que marqué en su libro.
-Perdona,
me distraje. ¿En qué estábamos?
-Le
quiero preguntar por Humala. En su libro parece que quiere ponerlo como una
víctima de Nadine.
-Bueno,
Ollanta se vio sobrepasado por su esposa.
-¿Y
usted no le advirtió lo que estaba pasando?
-Claro,
en el libro cuento que una vez le dije: “Ollanta, ¿no te parece que le das
mucha importancia a las opiniones de Nadine?” Y me respondió: “No sé, déjame
ver qué opina Nadine”.
-Quiero
tocar otra vez el tema de las críticas. Además del congresista Gamarra otros nacionalistas
han criticado fuertemente el libro.
-Entiendo,
no les gusta mis revelaciones.
-No,
lo que no les gusta es su estilo. Dicen que le falta un mejor manejo narrativo.
También dicen que algunos de sus personajes están a medio construir, sobre todo
Humala.
-Pero
esto no es una novela.
-Igual
lo critican porque dicen que hay cosas que no se deben contar.
-Pueden
decir muchas cosas, pero lo importante es que yo me siento bien conmigo mismo.
-¿Y
qué me dice de Nadine? Hace cinco años ella le puso la cruz. Hoy ella tiene
impedimento de salida del país y usted está firmando libros.
-Es
verdad. Cómo es la vida, ¿no? Ella perseguida por la justicia y yo por mis
admiradores.
Chehade
nos interrumpe porque ya se ha formado otro cola de incautos, perdón, de
lectores que quieren la firma del congresista. Se despide sonriendo y,
entonces, me doy cuenta que se está llevando mi libro, el que firmó y dedicó a
Ollanta.
Ni
modo, me voy. No vaya a ser que se le ocurra devolvérmelo.
Publicado en la revista Velaverde Nº172
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