Pese
a las duras y constantes críticas que viene recibiendo, el alcalde Castañeda no
se amilana. Al contrario, ciñéndose a la
máxima popular: “lo que no te mata, te hace más fuerte”, ha creado alrededor de
sí una gruesa coraza que lo mantiene alejado de los insultos, los agravios y el
sentido común. Y aunque cualquier otra persona, menos bondadosa, habría querido
devolver los golpes e imponer la Ley del Talión, Castañeda, en cambio, ha
respondido con proyectos, obras y varios baldes de pintura amarilla.
Prueba
de su febril trabajo son las medidas que ha tomado en menos de tres meses de
gestión. Sin embargo, algunos limeños, basándose
en aspectos tan sobrevalorados como la razón y el buen juicio, las han
cuestionado con inusitada dureza.
El
problema, creo, es que no se han explicado con la debida claridad. Aquí un
rápida revisión de algunas de ellas:
Despidos en masa:
El origen del repentino desempleo de miles de trabajadores ediles no está en
nuestras tierras. Hace más de 100 años, Henry Ford le mostraba al mundo las
bondades de la producción en masa. Nuestro alcalde, en una interpolación
genial, ha utilizado similar concepto para agilizar la engorrosa –y penosa- tarea
de despedir uno a uno a los miles de empleados de la gestión anterior. “Es una
venganza contra Susana”, dijeron algunos cuando se dio la noticia. Castañeda descartó
de plano esta acusación y luego mostró, documentos en mano, que ninguna de las
mujeres despedidas se llamaba Susana. Ello echó por tierra la denuncia y, de
paso, la ciencia de las probabilidades.
El
correteo de Orión: De forma similar como Castañeda ha
sido blanco de un ataque sistematizado, la empresa Orión también ha recibido
mala publicidad sin merecerla. A fin de poner las cosas en su sitio, el alcalde
le dio a Orión la luz verde –o luz roja, a ellos le da igual- para seguir con
el correteo, es decir, le ha dado la oportunidad para que los conductores de
cada unidad compitan entre sí por obtener más pasajeros. Ahora bien, que los
choferes de Orión suelan confundir el freno con el acelerador no debería ser
motivo de alarma, salvo, claro, si ello ocurre cuando uno está de pasajero. Los
críticos de nuestro alcalde no entienden que la visión del Municipio es que
estos esforzados choferes avancen en sus vidas; que prefieran hacerlo a más de
100 kilómetros por hora es solo un tema de libre albedrío. De manera que afortunadamente
quedó descartada la idea de la anterior gestión municipal, según la cual había
que formalizar el transporte y eliminar el correteo. ¿Qué estaba pensando la
gestión anterior? ¿Qué éramos una sociedad civilizada? ¿En serio?
Los murales:
Iniciada su gestión, Castañeda y su iluminado equipo de colaboradores notaron
que diversas paredes de nuestra Lima habían sido intervenidas en el peor
sentido artístico de la palabra. Murales coloridos daban vida y alegría a una
ciudad cuya tristeza es proverbial, acaso histórica. No en vano el escritor Herman Melville, a raíz
de su paso por la ciudad en el S. XVIII, la calificó como la ciudad más triste
que había conocido. O sino basta recodar
el mediodía gris de Zavalita
cuando mira la avenida Tacna sin amor y bien podría preguntarse ¿En qué momento
se entristeció Lima? Entonces,
sincerémonos, ¿una Lima feliz?, ¿festiva? ¿En verdad queremos ir contra nuestra
historia? Castañeda ha sabido ver más allá de lo evidente y ha rescatado, de ese
mundo colorido, la real condición tristona de la ciudad. Una actitud valiente
sin duda.
Queda
entonces demostrado que estamos ante una autoridad que sufre críticas
interesadas de parte de gente que –nunca faltan- solo se interesan por el bienestar de Lima. Castañeda es un hombre
pragmático, de acción. Una persona así no tiene por qué sustraerse de la
practicidad del cemento para hundirse en conceptos tan banales y etéreos como
la transparencia, la tolerancia y la cultura.
Dejémoslo
entonces que gobierne…pero no tanto.
Publicado en la revista Velaverde Nº107
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