miércoles, 18 de febrero de 2015

Fin de semana en Punta Sal


Cansado del estrés de la capital y más cansado todavía  de quejarme del estrés de la capital, decidí viajar el fin de semana. Esta vez no quise hacerlo solo así que le dije a mi amiga Lourdes si quería ir a Punta Sal. Claro, me dijo encantada y en seguida le aclaré, por si acaso, que iríamos solo los dos. Ya, normal, me dijo ya no tan encantada aunque tampoco desilusionada, es decir, no íbamos ni bien, ni mal, pero íbamos que era lo importante.

Llegamos a Tumbes, a Punta Sal y luego hasta la casa que unos primos tienen ahí. Yo me había tomado a pecho una de esas invitaciones que se hacen al calor de un domingo familiar: “primo, anda cuando quieras”. Así que muy obediente me presenté cuando quise. Entonces, antes si quiera de golpear la puerta, Lourdes me tocó el hombro.



-Oye, ¿ese no es Toledo?

Volteé a ver hacia donde señalaba y, en efecto, a pocos metros de nosotros, en la entrada de la casa del lado, estaba el hijo ilustre de Cabana.

-Tú crees que quiera tomarse una foto con  nosotros –me dijo.
-Primero pregúntame si quiero tomarme una foto con él.

Lourdes me miró como si no me conociera.

-Es que después de lo de Ecoteva...
-Bueno, pero igual es Toledo, ¿no?  Vamos- me dijo y me jaló de la mano. Caminamos unos cuantos pasos y llegamos hasta el frontis de la casa del expresidente, donde Toledo, con la puerta abierta detrás, miraba hacia la playa.

Apenas nos vio llegar, nos recibió con una sonrisa de candidato.

-Señor Toledo, somos grandes admiradores –dijo Lourdes mientras me presionaba con fuerza la mano.
-Vaya, qué gusto. ¿Y ustedes son de aquí?
-No, somos de Lima –dijo Lourdes.
-Ah qué bien ¿Y son pareja o algo así?
-No –dijo ella y entonces yo le presioné la mano.
-Entiendo –dijo Toledo y luego me miró y me dio una palmada en el hombro-.Tienes que hacer méritos pues.

Lourdes y Toledo sonrieron. Luego ella se puso junto a Toledo y me pidió que le tome una foto. Con desgano, saqué mi celular y traté de encuadrarlos lo mejor posible. En ese momento, justo antes que presionara el botón, se abrió la puerta detrás de ellos y apareció un hombre.

-Ya pues -me dijo Lourdes y tomé la foto, con el desconocido en el fondo.

Tras despedirnos, regresamos a la casa de mis primos. Después de identificarme plenamente, el viejecito que la cuidaba nos dejó entrar. La residencia era mejor de lo que había pensado. La recorrimos y en el segundo nivel entramos a la que, sin duda, era la habitación principal. Luego de abrir una puerta de vidrio, salimos a la terraza y nos dimos con el mar frente a nosotros.

-Linda vista, ¿no? –me dijo.
-Claro –dije yo porque en realidad la estaba viendo a ella.

 Luego, volteó a verme.

-¿Y quién va a dormir aquí? ¿Tú o yo?
-¿Qué tal tu y yo?

Lourdes se sonrío y entonces todo pareció perfecto.

-Recuerda lo que te dijo Toledo.

Entonces, de pronto, como una revelación, supe quién era la persona que había aparecido tras la puerta. Saqué mi celular, adjunté la imagen y se la envié a un amigo editor de política con el mensaje: te puede interesar.

Luego de explicarle a Lourdes, me miró incrédula.

-¿Y acaso importa que ese tal Maiman esté en la casa de Toledo? –me dijo.
-Puede que sí, puede que no. Quizá después lo sabremos- le dije y, luego, en un tono francamente dulzón, agregué-. Pero aquí lo que realmente importa eres tú.

No sé si fue la brisa del mar, o Punta Sal, o la casa de mis primos, o Toledo, o Maiman, pero la frase le encantó a Lourdes. Y, bueno, ahora, a seguir haciendo méritos nomás.

Publicado en la revista Velaverde Nº102

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