Cansado
del estrés de la capital y más cansado todavía de quejarme del estrés de la capital, decidí viajar
el fin de semana. Esta vez no quise hacerlo solo así que le dije a mi amiga
Lourdes si quería ir a Punta Sal. Claro, me dijo encantada y en seguida le
aclaré, por si acaso, que iríamos solo los dos. Ya, normal, me dijo ya no tan
encantada aunque tampoco desilusionada, es decir, no íbamos ni bien, ni mal,
pero íbamos que era lo importante.
Llegamos
a Tumbes, a Punta Sal y luego hasta la casa que unos primos tienen ahí. Yo me había
tomado a pecho una de esas invitaciones que se hacen al calor de un domingo
familiar: “primo, anda cuando quieras”. Así que muy obediente me presenté cuando
quise. Entonces, antes si quiera de golpear la puerta, Lourdes me tocó el
hombro.
-Oye,
¿ese no es Toledo?
Volteé
a ver hacia donde señalaba y, en efecto, a pocos metros de nosotros, en la
entrada de la casa del lado, estaba el hijo ilustre de Cabana.
-Tú
crees que quiera tomarse una foto con
nosotros –me dijo.
-Primero
pregúntame si quiero tomarme una foto con él.
Lourdes
me miró como si no me conociera.
-Es
que después de lo de Ecoteva...
-Bueno,
pero igual es Toledo, ¿no? Vamos- me
dijo y me jaló de la mano. Caminamos unos cuantos pasos y llegamos hasta el
frontis de la casa del expresidente, donde Toledo, con la puerta abierta detrás,
miraba hacia la playa.
Apenas
nos vio llegar, nos recibió con una sonrisa de candidato.
-Señor
Toledo, somos grandes admiradores –dijo Lourdes mientras me presionaba con
fuerza la mano.
-Vaya,
qué gusto. ¿Y ustedes son de aquí?
-No,
somos de Lima –dijo Lourdes.
-Ah
qué bien ¿Y son pareja o algo así?
-No
–dijo ella y entonces yo le presioné la mano.
-Entiendo
–dijo Toledo y luego me miró y me dio una palmada en el hombro-.Tienes que
hacer méritos pues.
Lourdes
y Toledo sonrieron. Luego ella se puso junto a Toledo y me pidió que le tome
una foto. Con desgano, saqué mi celular y traté de encuadrarlos lo mejor
posible. En ese momento, justo antes que presionara el botón, se abrió la
puerta detrás de ellos y apareció un hombre.
-Ya
pues -me dijo Lourdes y tomé la foto, con el desconocido en el fondo.
Tras
despedirnos, regresamos a la casa de mis primos. Después de identificarme
plenamente, el viejecito que la cuidaba nos dejó entrar. La residencia era
mejor de lo que había pensado. La recorrimos y en el segundo nivel entramos a
la que, sin duda, era la habitación principal. Luego de abrir una puerta de
vidrio, salimos a la terraza y nos dimos con el mar frente a nosotros.
-Linda
vista, ¿no? –me dijo.
-Claro
–dije yo porque en realidad la estaba viendo a ella.
Luego, volteó a verme.
-¿Y
quién va a dormir aquí? ¿Tú o yo?
-¿Qué
tal tu y yo?
Lourdes
se sonrío y entonces todo pareció perfecto.
-Recuerda
lo que te dijo Toledo.
Entonces,
de pronto, como una revelación, supe quién era la persona que había aparecido tras
la puerta. Saqué mi celular, adjunté la imagen y se la envié a un amigo editor
de política con el mensaje: te puede interesar.
Luego
de explicarle a Lourdes, me miró incrédula.
-¿Y
acaso importa que ese tal Maiman esté en la casa de Toledo? –me dijo.
-Puede
que sí, puede que no. Quizá después lo sabremos- le dije y, luego, en un tono
francamente dulzón, agregué-. Pero aquí lo que realmente importa eres tú.
Publicado en la revista Velaverde Nº102
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