En
uno de los jardines del Palacio de Miraflores, Nicolás Maduro contemplaba con
ávido interés a un pajarillo. De pecho negro y cuerpo amarillo, el ave volaba de un lado a otro de la gran jaula sin decidirse a posarse en un lugar y, en apariencia, sin ganas de trinar. Maduro no se amilanó, se cargó de paciencia y continuó mirándolo por varios minutos más.
Desde
la primera vez que Maduro había escuchado, en el dulce silbido de aquella
ave, las sabias palabras del ex presidente revolucionario y bolivariano Hugo
Chávez, se obsesionó con ubicarla, capturar y conservarla. “Cónchale, ¿se
imaginan tener el consejo de nuestro comandante todos los días?
En el más estricto secreto, se ordenó un enorme operativo para ubicar el ave en cuestión. Maduro había ofrecido una jugosa recompensa entre sus fuerzas del
orden a quien le llevé al ave. Pronto Palacio de Miraflores se vio lleno de
agentes quienes, aves en mano, afirmaban sin duda alguna que el pajarillo que
llevaban era el mismísimo Chávez. Luego de largas y tediosas audiciones, en las
que Maduro tuvo que escuchar el silbido de decenas de aves, por fin, el
mandatario dio por terminada la búsqueda.
-Pero
Comandante, ¿dónde se había metido? –le dijo al ave que silbaba frente a él-
Usted no se preocupe que desde ahora vivirá aquí en Palacio y se le rendirá los
honores correspondientes.
Desde
entonces, sobre todo en tiempos difíciles, Maduro solía salir al jardín y buscar
algún consejo del ave chavista.
Esa
tarde, Maduro llevaba ya casi una hora esperando que el ave se digne en silbar,
pero nada. Entonces, un asistente del
presidente llegó y se detuvo juntó a él.
-Presidente
–dijo y de pronto su voz pareció rasgarse- tengo que darle una noticia.
Maduro,
que ni siquiera había volteado a verlo, alzó su mano.
-Espera,
espera –dijo- ya se posó. Nuestro Comandante parece que ya va a hablar.
En
efecto, el ave silbó; era una melodía alegre, lúdica, de súbitos quiebres.
-¿Y qué dice el Comandante?
-¿Y qué dice el Comandante?
Maduró
se agachó, se pegó más a la jaula y se concentró en escuchar. Luego se volvió a
enderezar.
-Dice
que quiere alpiste.
Maduro
volteó, dándole la espalda a la jaula.
-Vaya
inmediatamente y traiga alpiste para el Comandante.
-Pero
Presidente –dijo- antes de eso déjeme contarle qué ha pasado.
-Oiga,
¿usted me está desobedeciendo? ¿Quiere que el Comandante muera de hambre?
-Pero
el Comandate ya está…no, no quiero el Comandante muera de hambre.
-Entonces
vaya y haga lo que le digo.
El asistente miró a Maduro y luego suspiró.
El asistente miró a Maduro y luego suspiró.
-EE.UU.
y Cuba han anunciado el reinicio de sus relaciones diplomáticas –dijo de golpe.
-¿Y
tú crees que eso es más importante que la vida de…?
De
pronto Maduro enmudeció. Sus ojos se abrieron más y durante unos segundos quedó
así, con el rostro paralizado, como suspendido.
-Presidente.
¿Está bien?
Entonces
Maduro reaccionó.
-Pero
cónchale, ¿que tú me estás diciendo?
-Lo
que oyó, Presidente. Obama lo acaba de anunciar.
-Pero
debe ser un error. Tiene que serlo, coño. Cuba no puede rendirse ante el
imperialismo yanqui.
Maduro
volteó y miró al ave, que otra vez estaba revoloteando.
-Comandante, ¿ha escuchado eso? ¿Qué vamos a hacer ahora? Necesito su consejo.
-Comandante, ¿ha escuchado eso? ¿Qué vamos a hacer ahora? Necesito su consejo.
Como
obedeciendo, el ave se volvió a posar y empezó a silbar.
-¿Y
ahora qué dice? –dijo el asistente.
-Dice
que, por favor, también le cambien el agua.
El
asistente asintió.
-Bueno,
parece que el Comandante no está de humor de hablar. Tendré que enfrentar este
problema solo por ahora.
-¿Qué
quiere que haga Presidente?
-Convoque
a una junta de emergencia con todos mis consejeros.
-Pero
usted no tiene consejeros.
-¿Cómo
de que no?
-Usted
los despidió a todos porque dijo que ahora el que le daba consejos era el
pajarito.
-No
es un pajarito, es el Comandante Hugo Chávez.
-Claro,
eso mismo.
-Entonces
convoque a una junta de ministros.
-Tampoco
se va a poder.
-¿Cómo
de que no?
-Nunca
se ha podido. Acuérdese que tiene 27 ministros y nunca hemos podido encontrar
una mesa tan grande.
Maduro
se pasó la mano por el rostro.
-¿Y
entonces con quién me reúno?
-¿Qué
le parece con su vicepresidente y con el Ministro de Relaciones Exteriores?
-De
acuerdo, vaya entonces. Pero antes que nada, no se olvide: alpiste y agua para
el Comandante.
En
un salón de Palacio de Miraflores, Maduro preside la mesa. A su lado derecho,
está el vicepresidente y, en el otro, el Ministro de Relaciones Exteriores.
-Bueno
–dijo Maduro- En estos momentos estoy abierto a las sugerencias de ustedes.
Ambos
funcionarios asintieron.
-Pero
cónchale, dígame –dijo dirigiéndose al Ministro- ¿Qué me aconseja que haga?
-Camine
todos los días. Esa vida sedentaria lo va a matar.
-¿Pero
qué dice de Cuba?
-Creo
que es una buena opción. Con 10 minutos diarios que camine por el malecón,
suficiente.
Maduro
movió la cabeza y luego miró al vicepresidente.
-¿Y
tú qué opinas?
-Creo que 15 minutos sería mejor.
-Creo que 15 minutos sería mejor.
-Pero
será posible que no me puedan dar algunas ideas sensatas, coño. Les pido
consejo sobre los yanquis y los cubanos, no sobre mi salud. Esto ya parece una
casa de locos.
Lástima que le faltó alpiste al Comandante si no ya nos hubiera silbado lo que teníamos que hacer.
Lástima que le faltó alpiste al Comandante si no ya nos hubiera silbado lo que teníamos que hacer.
En
ese momento ingresa el asistente sosteniendo un celular.
-Perdone
Presidente que interrumpa.
-¿Qué
pasa?
-Fidel
está en la línea.
-¡Vaya!
Mi hermano Fidel me llamó.
-En
realidad, yo conseguí la llamada.
-Bien
pensado muchacho.
El
asistente esbozó una sonrisa de satisfacción y le dio el celular a Maduro. El
mandatario se levantó de la mesa y empezó a caminar por el salón.
“Hermano
Fidel, hermano bolivariano ¿qué pasó con ustedes? ¿Cómo han podido negociar con
estos traidores yanquis imperialistas?...¿Aló? ¿Aló Fidel?”
-Háblele
fuerte que no escucha bien. –dijo el asistente.
Maduro carraspeó y elevó la voz.
Maduro carraspeó y elevó la voz.
“Fidel,
hermano, ¿me escuchas? Fidel, coño, ¿me estás escuchando?”.
-Toma
–le dijo al asistente, alcanzándole el teléfono- es inútil. Este viejo ya ni
escucha. Solo queda una cosa por hacer.
Minutos
después, en el jardín, Maduro, el vicepresidente, el ministro y el asistente se
encuentran reunidos frente a la gran jaula del pajarillo.
-Vamos
Comandante. Ya le trajimos el alpiste y ya le cambiamos el agua. Tiene que
silbar, coño. Tiene que decirnos qué hacer.
El
ave revoloteaba con más ímpetu. Y, tras un par de minutos, finalmente se posó
sobre un maderita. Maduro y los demás se acercaron más a la jaula. Todas sus
miradas estaban puestas en el pico del pajarillo.
-Sílbenos
Comandante-dijo Maduro-. Sílbenos el camino a seguir.
El
ave movió su cuerpo y sacudió sus alas.
Entonces finalmente silbó; silbó con bríos. Fue una melodía larga, cadenciosa y
feliz.
Cuando
el ave calló, Maduro se apartó de la jaula; los demás también.
-¿Y
qué dijo el Comandante? –preguntó el asistente.
-Nada
– dijo Maduro decepcionado- Justo hoy le dio por cantar.
Publicado en la revista Velaverde N°95
Publicado en la revista Velaverde N°95
No hay comentarios:
Publicar un comentario