Humala
llega corriendo a uno de los salones de Palacio de Gobierno. La primera dama
está sentada, esperándolo alrededor de una mesa.
-Perdona
la demora –dijo Humala.
-La
cosa está fea –dijo Nadine-. Nuestra aprobación sigue cayendo, la sombra de la corrupción
nos sigue acechando. Y ahora están recordando que le dijiste al prófugo
expresidente regional de Madre de Dios que converse con Belaúnde Lossio sobre
las obras. Yo te dije Ollanta, debes tener cuidado con tus palabras.
-El
único que se salva del gobierno es Urresti.
-Pero
él no nos va a salvar. Ahora que es popular ya tiene sus propios intereses.
-¿Tú
crees?
-Claro,
mejor que ni venga ya a Palacio. Con lo agrandado que está por las encuestas,
de repente ya no va a querer salir.
-Oh
–exclamó Humala-. ¿Y ahora quien podrá ayudarnos?
Entonces,
de entre las larguísimas cortinas que cubren uno de los ventanales, se escuchó:”Yoooo”.
Nadine
elevó la vista y parecía no dar crédito a lo que veía.
-¿El
Chapulín Colorado? –preguntó.
“No
contaban con mi astucia”, dijo y, en seguida, la figura de traje rojo,
zapatillas amarillas y antenitas de vinil cayó aparatosamente.
Humala
y Nadine se acercaron y lo rodearon, sorprendidos.
-¿Estás
bien? –preguntó Nadine.
-Sí,
claro –dijo incorporándose-. Todos mis movimientos están fríamente calculados.
Humala
dio un pase más hacia él. Lo miró absorto unos segundos.
-Tú no
serás uno del grupo Terna, ¿no? –preguntó Humala– Seguro te ha mandado Urresti.
El Chapulín
inclinó la cabeza a un lado.
-No
–dijo Nadine-. ¿No te das cuenta que es el verdadero Chapulín Colorado?
Al volver
a oír su nombre, el Chapulín adquirió una posición solemne, parecía estar
posando para una sesión de todos. Humala se le acercó todavía un paso más y lo
observó incrédulo. Alargó la mano y con suma cuidado, como si tuviera miedo de
desintegrarlas, tocó las antenitas.
-¿Esto
es un sueño? –se preguntó Humala.
-No
–dijo el Chapulín- son mis antenitas de vinil.
Humala
retrocedió y luego llamó a un lado a Nadine.
-Nadine
–dijo susurrando- ¿Qué está pasando?
-Tranquilo
Ollanta, lo importante es que el Chapulín Colorado está aquí. ¿Te imaginas lo
que podemos hacer ahora que está aquí?
-Claro,
podemos pedirle su autógrafo y tomarnos un selfie con él.
-No
–dijo Nadine- podemos aprovechar su presencia para ganar puntos en las
encuestas.
-¿Pero
tú crees que el Chapulín quiera ayudarnos con eso?
-Claro.
El
Chapulín se acercó.
-¿Puedo
saber para qué me han convocado?
-Fíjate
Chapulín que nuestra aprobación presidencial sigue cayendo y queremos que nos
ayudes a levantarla. Tenemos hacer algo antes que baje tanto que se ponga en
peligro la gobernabilidad y la democracia.
-¿La
gobernabilidad y la demo qué?
-Cracia.
-¡Chanfle!
Humala
intervino.
-Entonces
queremos que salgas en la televisión y hables bien de nosotros.
-Esperen,
esperen –dijo el Chapulín, mientras se paseaba por el salón- ustedes quieren que me meta en cosas
políticas. No, de ninguna manera.
-Pero
Chapulín –dijo Nadine-. Yo tenía entendido que tú ayudabas a todas las personas
necesitadas, fuera lo que fuera.
El
Chapulín dio un suspiro.
-Yo
opino…
-Mucho
Chapulín –dijo Ollanta-. Eres lo máximo. Sabíamos que podíamos contar contigo.
-Se
aprovechan de mi nobleza. Bueno, está bien, los voy a ayudar. Pero conste que
lo hago porque el Chapulín Colorado ayuda lo mismo al rico que al pobre, al
alto que al bajo, al flaco que al gordo, al inteligente que…¿cómo te llamas?
Humala
se pone serio. Voltea a ver Nadine.
-Eso
sí –dijo el Chapulín- yo no los voy a salir a apoyarlos abiertamente en la
televisión
-¿En
la radio? –dijo Humala, mientras el Chapulín lo miraba con desaprobación.
-Está
bien, Chapulín –intervino Nadine- pero dime, si no nos vas a ayudar así,
¿entonces cómo?
-¿Vas a comer?
-No,
me refiero a cómo nos vas a ayudar.
El
Chapulín se inclinó levemente hacia ellos.
-¿Quieres
saber si ya se me ocurrió una idea para ayudarlos?
-Sí.
-La
respuesta es muy sencilla.
-¿Cuál?
-No
se me ocurrió nada.
Humala
se acercó a Nadine.
-Creo
que hubiéramos llamado mejor a Batman.
-No,
el Chapulín nos sale gratis y ese Batman nos cobra en dólares –dijo Nadine-. Y
acuérdate que por tu culpa el dólar está subiendo.
-Déjense
de hablar tonterías. Primero muéstrenme las encuestas.
Todos
se sentaron alrededor de una mesa y el Chapulín puso frente a sí los
documentos.
-Estos
son los últimos sondeos –dijo Nadine.
-¡Chanfle!
¿Ya no va a haber más?
-No
Chapulín –dijo Humala, empezando a impacientarse- Nadine se refiere a que son
los de más reciente aparición.
-Ah
menos mal –dijo el Chapulín luego achinó los ojos, concentrándose en una parte
del documento-. ¿Qué número es este?
-¿Cuál?
–dijo Humala, acercándose. ¿El tres?
-Sí.
-Es
el seis.
-Ah
ya, ¿y este otro número?
-¿Cuál?
-El cuatro.
-Ah,
ese es el nueve.
Luego
de estar mirando las cifras durante un par de minutos, el Chapulín se puso de
pie. Con pasos lentos, camino alrededor del salón, con una mano en el mentón y
con la mirada al vacío.
-Ya
sé cómo ayudarlos –dijo de pronto-. Lo que tienen que hacer es…
-No,
Chapulín –dijo Nadine- eso no.
El
Chapulín dio unos pasos más.
-Ya
sé, qué tal si salen y dicen…
-No,
tampoco –dijo Nadine.
El
Chapulín volvió a quedar pensativo.
-Ya
sé, van a anunciar que…
-Eso
menos Chapulín.
-Y
si ustedes…
-Eso
es Chapúlín.
-Ahí
está.
-¿Ahí
está qué?
-Ahí
está lo malo que ya me olvidé qué era.
Entonces,
unos repentino sonidos como de señales electrónicas empezaron a sonar y el
Chapulín cambió de semblante.
-Silencio,
silencio, mis antenitas de vinil están detectando la presencia del enemigo.
El
edecán ingresa.
-Señor
presidente –dijo- Lo busca el ministro Urresti.
-¿Está
solo? –preguntó Humala- ¿Ha venido con tanques?
-Está
solo señor presidente.
-Calma,
calma. Que no panda el cúnico –dijo el Chapulín- Cuando entre lo voy a fulminar
a golpes con mi chipote chillón.
-Pero
Chapulín –dijo Nadine-. No has traído tu chipote.
-Ah
bueno –dijo el Chapulín, con la voz temblorosa-. Entonces que sí panda el cúnico.
-No
pasa nada Chapulín. –dijo Nadine y luego miró al Edecán-. Dígale al señor
Urresti que va a tener que esperar.
El
edecán asintió y se retiró.
-¿Ese
es el Urresti que aparece mucho mejor que ustedes?
-¿Y
cómo no va estar mejor? Si todos los días sale en la televisión preparando su
campaña.
-Bueno,
como les dije, yo no me meto en cosas de política.
-Pero
¿entonces cuál es tu consejo? –preguntó Nadine.
-Es
muy sencillo. No les debe importar las encuestas. Solo no se olviden de la
gente que votó por ustedes, que les dio su confianza. Si todavía pueden luchar
por esas personas, háganlo.
-Vaya
Chapulín, te pusiste serio –dijo Humala -¿Y tú crees que nos quede tiempo?
-Claro
que sí. Ya lo dice el viejo y conocido refrán: no por mucho madrugar te sacarán
los ojos.
Nadine
y Humala voltearon a mirarse.
Publicado en la revista Velaverde Nº92
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