Desde siempre, el ser humano ha querido estar un paso –o dos-
adelante del presente, hurgar el porvenir, asomarse a lo venidero. Hombres
brillantes han sucumbido ante los adivinos y chamanes; Alan García
también.
Ataviada de un vestido largo y colorido, madame Cuchita llegó a la
residencia del ex presidente. La seguridad de García la llevó hasta una pequeña
sala de estar. Ahí la recibió Mulder.
-Buenas tardes. Soy Mauricio. Hablé con usted por teléfono.
-Sí, gracias por llamar.
-De nada. Mire, la verdad yo no creo mucho en este tipo de…
-¿Actividad? ¿Oficio?
-Estafa.
Madame la miró rabiosa.
-Perdone Madame, pero me parece mal eso de ganarse la vida a costa
de los demás.
-¿Está seguro de eso? ¿Señor congresista?
-Vamos –dijo forzando una sonrisa-. Todo el mundo sabe que no se
puede ver el futuro.
-Ya sé que la gente dice esas cosas, pero no les haga caso –dijo
Madame-. La gente también dice que todos
los corruptos tienen carnet aprista y no es así. Seguro que a algunos ya se les
perdió.
Mulder arrugó la frente.
- En realidad la persona que quiere verla es Alan.
-Mejor entonces.
-Solo quiero pedirle un favor. No le diga nada negativo sobre su
futuro político.
-No entiendo. Y si mi bola de cristal me dice algo malo. ¿Qué
hago? ¿Le miento?
-No diga eso. En el partido no mentimos, solo damos una visión
particular de los hechos.
En ese momento, ingresó Alan. La figura grande y robusta se acercó
a ellos y los saludó. Mulder le presentó a la Madame y los dejó a solas.
-Madame Cuchita. Un gusto conocerla. Tome asiento por favor.
Ambos se sentaron.
-Gracias Alan. Igualmente.
-Sabe usted. Me la han recomendado mucho.
-Gracias, ¿y cómo van las cosas?
-Un poco movidas con esto de la megacomisión.
-Sí, te entiendo. Qué injusto que te quieran tratar como a
cualquier delincuente.
-Usted lo ha dicho.
-Tú no eres cualquiera.
Las facciones de Alan se agravaron. Luego recuperó el semblante.
-Mejor empecemos de una vez.
-Antes necesito hacerle unas preguntas algo personales. Necesito primero tener una relación
espiritual con la persona, antes de ver su futuro.
-Claro.
-Dime, ¿eres una persona honesta? ¿eres un corrupto?
Alan la miró extrañado. Luego se puso el dedo sobre la boca para
pedirle silencio y se acercó a ella.
-¿Tienes micrófonos? –le susurró-. ¿Acaso la mandó Tejada?
-No, claro que no. Ni tengo micrófonos ni nadie me mandó.
-Bueno. Está bien. Siga entonces.
-Dime, ¿dijiste la verdad cuando fuiste a la megacomisión?
-Bueno, di mi versión particular de los hechos.
-¿Es cierto que le llegaba la plata sola?
-Es mentira.
-¿Le llegaba con intereses entonces?
Alan se puso de pie.
-Bueno, Madame, para alguien que ve el futuro, le interesa
demasiado el pasado.
Madame Cuchita sonrió. Luego sacó de su maletín una bola de cristal.
-Está bien, Alan, pregúntame lo que quieres saber.
García volvió a sentarse.
-¿El Congreso me va a inhabilitar?
Madame Cuchita frotó la bola. Se inclinó sobre ella y empezó a
verla.
-Esto no se ve bien.
-¿Me van a deshabilitar entonces?
-No, la bola no se ve bien. Me olvidé de limpiarla.
Alan mueve la cabeza.
-¿Y entonces?
-Ahora sí. Lo veo –dijo Madame-. El Congreso no podrá hacerte
nada.
-Qué bueno.
-Ni el Congreso ni el Poder Judicial ni nadie te juzgará.
-Claro, porque no tienen pruebas contra mí.
-No, porque te van a declarar inimputable. ¿Alguna otra pregunta?
-Bueno sí, esta pregunta es la más importante de todas.
-Lo siento, los pronósticos del mundial tienen otra tarifa.
-No, no es nada de eso.
-Pero solo como cortesía te puedo decir que veo a España en la
final.
-Pero si ya la eliminaron.
-En la final de una era, quiero decir.
Alan la miró desconfiado.
-Lo que en verdad quiero saber es si seré elegido otra vez presidente
del Perú.
Madame volvió a frotar la bola de cristal. Aguzó la vista y de
pronto queda absorta.
-Sí, saldrás elegido. Pero eso no es lo importante. Pocos días
ocurrirá un desastre, una verdadera desgracia de la que el país tardará años en
recuperarse.
-No me diga –dijo Alan, lamentándose-. ¿Un terremoto?
-No, tu juramentación.
Publicada en la revista Velaverde Nº69
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