Llegué a Italia a las 10 de la mañana. Apenas tuve
tiempo de darme una ducha y hospedarme, aunque no necesariamente en ese orden; luego me dirigí al lugar acordado: el gran parque romano de Villa
Borghese. A la hora exacta, vi como de entre la gente que paseaba surgió la figura del hombre de las agendas: Alvaro Gutiérrez.
Me acerqué a él, me presenté y nos sentamos al
borde de una de la piletas del lugar. Antes de siquiera decir algo, Gutiérrez sonrió.
-¿Pasa algo? –le pregunté.
-Me sorprende que hayas venido hasta aquí. Te dije que en dos días más estaré en Lima. Esta reunión podríamos haberla tenido allá..
-Tenía que venir a hablar con usted en persona.
-Entiendo –dijo borrando la sonrisa del rostro-.
Por rigurosidad periodística.
-No, por los viáticos.
Gutiérrez pestañó y se reacomodó el saco.
-Bueno –me dijo- como te dije, tengo más agendas
para mostrar.
-¿Y por qué no se las mostró a los demás medios?
-La verdad es que los grandes medios me han
decepcionado un poco. Algunos no me han tratado bien. Por eso quería
difundirlas a través de una revista como donde escribes, pero sobre todo
quería darle notoriedad a un periodista joven y valioso.
-Ah, vaya gracias.
-Sí pues, pero no pude contactarlo, así que te llame a tí.
Casi sin darme, cuenta empecé a mover mi pierna
izquierda.
-Bueno, señor Gutiérrez, ¿qué agendas me tiene?
-Todas son de la época de la campaña del 2011.
Tengo la de Siomi Lerner, de Omar Chehade y hasta la de Carlos Tapia.
-¿Y se mencionan gestiones de dinero?
-Solo en las de Siomi, pero muy poco en realidad.
-¿Muy poco dinero?
-No, bastante dinero, pero muy pocas hojas sobre
eso.
-Bueno, de Lerner se sabe que es un empresario
exitoso.
Gutiérrez se alzó de hombros y luego se inclinó
hacia mí.
-A decir verdad, por lo que he visto son cuentas
de su casa nada más.
-¿Y de Nadine? ¿No tiene otra agenda? Por ahí se
dice que hay una quinta agenda que es demoledora.
-¿Que es de quién?
-Que es demoledora, quiero decir, que tiene
información muy valiosa.
El ex congresista me miró, me sopesó. Hizo una
mueca extraña y, por primera vez, miró a la gente que caminaba a nuestro
alrededor. Luego volteó a verme otra vez.
-La quinta es la definitiva -dijo.
-¿La de quién?
-La definitiva –dijo alzando la voz de pronto-. Con
esa nos bajamos al presidente.
-¿Quiere decir a Nadine?
-A los dos, con esa agenda nos bajamos al gobierno
completo.
De repente, mi respiración se aceleró. Era la
ansiedad. Suele ocurrirme cuando estoy cerca de obtener una primicia o de
entrar a Mistura.
-¿Y entonces? ¿Tiene la quinta agenda? ¿Esa es la
que me va a dar?
Gutiérrez volvió a mirar a la gente que,
distraída, atravesaba el gran parque.
-No, pero tengo algo mejor que esa.
-¿Qué puede ser mejor?
-Tengo 3 agendas de Humala.
-Ya pues, ¿a quién le interesa las agendas de
Humala?
-Pero son del actual presidente.
-Sí, ya sé quién es, pero qué puede haber ahí.
¿Cómo gastaba los 800 mensuales que Nadine le daba para el mes?
-Bueno, sabemos que la familia Heredia era la que manejaba
el dinero, pero de todas formas son interesantes las reuniones y comentarios de
Humala.
-Está bien –le dije, después de todo algo se
podría hacer con esas agendas-. Pero usted mismo lo ha dicho, aquí lo principal
es la quinta agenda.
-Yo estoy dispuesto a darte las agendas de Lerner,
Chehade, Tapia y hasta las de Humala.
-Yo solo quiero la de Nadine.
-No vamos a llegar a ningún acuerdo. La agenda de
Nadine está fuera de discusión.
Instintivamente apreté los puños y pestañeé varias
veces. Era la molestia. Suele ocurrirme cuando una primicia se empieza a
esfumar o cuando la cola en Mistura es muy larga.
-Pero no entiendo. Si no hay forma que me dé la
agenda, ¿para qué me la menciona?
-Por seguridad. Nadine sabe que si he tenido esas
agendas, también tengo la quinta, la principal.
-¿Y qué tengo que ver yo con su seguridad?
-Si me pasa algo ya sabes quién y por qué me puede hacer daño.
Moví mi cabeza hacia los lados.
-No puede ser. ¿Entonces solo me está utilizando?
-Ni más, ni menos que la prensa hace conmigo. Además, te estoy
ofreciendo las otras agendas. ¿O no las quieres?
-Sí, algo tengo que llevar a Lima. Pero dime, ¿no
me darás al menos algún dato que aparezca en la agenda de Nadine?
-Está bien –me dijo-. Pero no puedes citarme.
-Pero sabe que todos van a pensar que fue usted
quien…
-No me importa lo que piensen. Tú solo no me
cites.
-De acuerdo.
El ex amigo de los Humala dio una rápida mirada a
nuestro entorno. De pronto, su rostro se agravó y su vista se detuvo en un
hombre situado a varios metros de nosotros.
-Carajo, me han visto. Nos han visto.
-¿Quién?
-Olvídalo, olvídate –dijo y se puso de pie-. Aquí
no pasó nada.
Luego se fue raudo en la dirección opuesta de
dónde venía el hombre misterioso. Yo me quedé quieto. El hombre pasó junto a mí
y siguió camino por donde Gutiérrez se había marchado. ¿Qué había pasado? ¿Era
cierto ese hombre nos vigilaba o Gutiérrez se arrepintió de pronto? Cuando
reaccioné y quise seguirlo ya lo había perdió de vista, a los dos.
De regreso al hotel, me eché en la cama y traté de
entender lo que acababa de suceder. Lo peor era que me iba a regresar sin nada
(bueno, los jaboncitos y la pequeña Biblia de la mesita de noche no cuentan).
Todo lo que había luchado para que la revista me pueda enviar y ahora volvía
sin nada. Bueno, nada, excepto este texto y lo que me quedaron de los viáticos.
Algo es algo.
Publicado en la revista Velaverde N°131
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