lunes, 13 de julio de 2015

Volando de Madrid a Lima

La vista del sol muriendo en medio de plácidas nubes lo tranquilizó. A través de la ventanilla del avión, Humala vio el espectáculo todavía celeste y sintió una paz que lo arropaba.

-Ollanta –dijo Nadine sentada junto a él, hojeando un periódico-, ¿puedes creer lo frívola que es la gente? Dicen que mi vestido no estuvo a la altura y que me perdí de vista en medio de los reyes.

Humala escuchó la voz de Nadine, pero pareció no entenderla.

-Ollanta, ¿me estas escuchando? –dijo Nadine, codeándolo.




Humala reaccionó. Abandonó la vista de las nubes y miró a Nadine.

-Perdona, Nadine, estaba pensando. ¿No sientes una tremenda paz aquí?
-Lo que siento es que no me haces caso. ¿Has leído esta nota donde me critican por mi ropa? ¿No te parece el colmo ya?

El presidente esbozó una sonrisa.

-¿Puedo saber de qué te ríes?
-De nada, Nadine. Es que te molestas por gusto. Ya no les hagas caso.
-Quizá tengas razón. Total tú no le has dado importancia a la caída de tu aprobación.
-¿Cuál caída? A ver, pásame el diario –dijo Humala y cogió el periódico del regazo de Nadine.

Humala pasó un par de hojas y encontró la noticia.

-Ni crean que me van a hacer caer. Yo voy a terminar mi gobierno.
-Dirás nuestro gobierno.
-Sí, claro, a eso me refiero.
-Vamos Ollanta, olvídate de eso y yo me olvido de lo del vestido.
-Pero no vas comparar pues. Esto de la encuesta es claramente una mentira para desestabilizarme.
-¿Y acaso lo de mi vestido no es una mentira? ¿O los que lo critican  tienen razón.

Ollanta se reacomodó en el asiento para voltearse y ver mejor a la primera dama. Respiró hondo, no solo para tomar aire, sino para demorar y quizá bajar el tono de su respuesta.  Pero no llegó a decir nada. En ese instante, el avión sufrió un duro remezón. Nadine se puso pálida y cogió la mano de Ollanta.

-¿Qué pasó?
-Nada –dijo Ollanta. Quédate tranquila. Esas cosas pasan.

De pronto, el aparato volvió a sacudirse, esta vez con mayor intensidad. Unos compartimentos ubicados en el techo se abrieron y dejaron caer unas mascarillas amarillas. Mientras las aeromozas invocaban a la calma, los parlantes despidieron la voz metálica del piloto: señores, señoras, estamos atravesando una turbulencia, les rogamos que se coloquen los chalecos y guarden la…. La voz se cortó de repente y la luz empezó a oscilar hasta apagarse del todo. En la oscuridad, la gente empezó a gritar y a todos les abordó la sensación de que el avión estaba cayendo sin control.

-Ollanta –dijo Nadine aprisionando el brazo de Humala-. Si no salimos de esta hay algo que quiero decirte.
-Cálmate Nadine. Todo va a estar bien.
-Escúchame.
-No, no tienes que decirme nada.
-Caracho, hazme caso, escúchame.

Los sollozos, lamentos y hasta rezos se escuchaban entremezclados mientras Nadine, aferrada al brazo de Humala, empezó a hablar.

-Estamos en este avión por mi culpa. Pese a lo que tu padre quería, tú no eras para esto. Si no fuera porque yo te dije que te unas a Antauro en Locumba, no habrías sido candidato, no habrías  sido presidente  y no estaríamos aquí. Todo por mi ambición, lo de Venezuela también. Todo ha sido mi culpa, por mí estamos a punto de estrellarnos, por eso, Ollanta, por eso yo te pido que me…

Nadine calló repentinamente, casi al mismo tiempo que la luz se restableció y el rumbo pareció retomarse. Entonces  la calma volvió casi tan rápido como se había ido.  La primera dama soltó el brazo de Humala y se reacomodó en el asiento. La voz del piloto se volvió a escuchar: señores, señoras, hemos pasado una fuerte e inesperada turbulencia, pero ya todo ha pasado.

-Nadine –dijo Humala- ¿Me parece o me ibas a pedir disculpas?

La primera dama, todavía no recuperada del todo, pareció seguir el mismo tono de la conversación, pero en seguida sus facciones se agravaron y del todo el  semblante.

-¿Yo pedirte disculpas a ti? ¿Por qué? ¿Por hacerte presidente? Por favor Ollanta, ¿Sabes dónde estaríamos si no fuera por ti?

Nadine volteó sin esperar respuesta  y retomó la lectura del diario. Ollanta suspiró y se volvió a entregar a la vista del cielo a través de su ventanilla. Le sorprendió que en pocos minutos, la oscuridad ya había empezado a ensombrecer el firmamento.

-Ollanta –dijo Nadine y Humala volteó sin ganas a verla-. Esto ya es el colmo. Mira, este otro periodista sugiere que mi vestido lo eligió el fujimorismo. ¿Puedes creerlo?


Publicado en la revista Velaverde Nº123


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