La vista del sol
muriendo en medio de plácidas nubes lo tranquilizó. A través de la ventanilla
del avión, Humala vio el espectáculo todavía celeste y sintió una paz que lo
arropaba.
-Ollanta –dijo Nadine
sentada junto a él, hojeando un periódico-, ¿puedes creer lo frívola que es la
gente? Dicen que mi vestido no estuvo a la altura y que me perdí de vista en
medio de los reyes.
Humala escuchó la voz
de Nadine, pero pareció no entenderla.
-Ollanta, ¿me estas escuchando? –dijo Nadine, codeándolo.
Humala reaccionó.
Abandonó la vista de las nubes y miró a Nadine.
-Perdona, Nadine,
estaba pensando. ¿No sientes una tremenda paz aquí?
-Lo que siento es que
no me haces caso. ¿Has leído esta nota donde me critican por mi ropa? ¿No te parece
el colmo ya?
El presidente esbozó
una sonrisa.
-¿Puedo saber de qué
te ríes?
-De nada, Nadine. Es
que te molestas por gusto. Ya no les hagas caso.
-Quizá tengas razón. Total
tú no le has dado importancia a la caída de tu aprobación.
-¿Cuál caída? A ver,
pásame el diario –dijo Humala y cogió el periódico del regazo de Nadine.
Humala pasó un par de
hojas y encontró la noticia.
-Ni crean que me van
a hacer caer. Yo voy a terminar mi gobierno.
-Dirás nuestro
gobierno.
-Sí, claro, a eso me
refiero.
-Vamos Ollanta,
olvídate de eso y yo me olvido de lo del vestido.
-Pero no vas comparar
pues. Esto de la encuesta es claramente una mentira para desestabilizarme.
-¿Y acaso lo de mi
vestido no es una mentira? ¿O los que lo critican tienen razón.
Ollanta se reacomodó
en el asiento para voltearse y ver mejor a la primera dama. Respiró hondo, no
solo para tomar aire, sino para demorar y quizá bajar el tono de su
respuesta. Pero no llegó a decir nada.
En ese instante, el avión sufrió un duro remezón. Nadine se puso pálida y cogió
la mano de Ollanta.
-¿Qué pasó?
-Nada –dijo Ollanta.
Quédate tranquila. Esas cosas pasan.
De pronto, el aparato
volvió a sacudirse, esta vez con mayor intensidad. Unos compartimentos ubicados
en el techo se abrieron y dejaron caer unas mascarillas amarillas. Mientras las
aeromozas invocaban a la calma, los parlantes despidieron la voz metálica del
piloto: señores, señoras, estamos atravesando una turbulencia, les rogamos que se
coloquen los chalecos y guarden la…. La voz se cortó de repente y la luz empezó
a oscilar hasta apagarse del todo. En la oscuridad, la gente empezó a gritar y
a todos les abordó la sensación de que el avión estaba cayendo sin control.
-Ollanta –dijo Nadine
aprisionando el brazo de Humala-. Si no salimos de esta hay algo que quiero
decirte.
-Cálmate Nadine. Todo
va a estar bien.
-Escúchame.
-No, no tienes que
decirme nada.
-Caracho, hazme caso,
escúchame.
Los sollozos, lamentos
y hasta rezos se escuchaban entremezclados mientras Nadine, aferrada al brazo
de Humala, empezó a hablar.
-Estamos en este
avión por mi culpa. Pese a lo que tu padre quería, tú no eras para esto. Si no
fuera porque yo te dije que te unas a Antauro en Locumba, no habrías sido
candidato, no habrías sido presidente y no estaríamos aquí. Todo por mi ambición, lo
de Venezuela también. Todo ha sido mi culpa, por mí estamos a punto de
estrellarnos, por eso, Ollanta, por eso yo te pido que me…
Nadine calló
repentinamente, casi al mismo tiempo que la luz se restableció y el rumbo
pareció retomarse. Entonces la calma
volvió casi tan rápido como se había ido.
La primera dama soltó el brazo de Humala y se reacomodó en el asiento. La
voz del piloto se volvió a escuchar: señores, señoras, hemos pasado una fuerte
e inesperada turbulencia, pero ya todo ha pasado.
-Nadine –dijo Humala-
¿Me parece o me ibas a pedir disculpas?
La primera dama,
todavía no recuperada del todo, pareció seguir el mismo tono de la
conversación, pero en seguida sus facciones se agravaron y del todo el semblante.
-¿Yo pedirte disculpas
a ti? ¿Por qué? ¿Por hacerte presidente? Por favor Ollanta, ¿Sabes dónde
estaríamos si no fuera por ti?
Nadine volteó sin
esperar respuesta y retomó la lectura
del diario. Ollanta suspiró y se volvió a entregar a la vista del cielo a
través de su ventanilla. Le sorprendió que en pocos minutos, la oscuridad ya
había empezado a ensombrecer el firmamento.
-Ollanta –dijo Nadine y
Humala volteó sin ganas a verla-. Esto ya es el colmo. Mira, este otro
periodista sugiere que mi vestido lo eligió el fujimorismo. ¿Puedes creerlo?
Publicado en la revista Velaverde Nº123
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