El
Dr. Medina se encuentra en una sala de espera en Palacio de Gobierno, frente a él
un cuadro de Andrés Avelino Cáceres parece observarlo. En seguida, aparece la
asistente del Presidente Humala e invita al doctor a pasar a la oficina
presidencial.
-Estimadísimo
Sr. Presidente –dijo el Dr. Medina, haciendo una venia.
-Vamos doctor, -dijo Humala sonriendo y palmeándole
el hombro- no necesitamos tanta formalidad, dígame Sr. Presidente nomás.
-Bueno,
Sr. Presidente, antes que nada gracias por elegirme.
-No
se preocupe doctor. Me han hablado mucho de usted, pero igual le tengo
confianza.
El
Dr. Medina se pasó la mano por la frente.
-En
la primera sesión me gusta hablar de la historia personal –dijo el doctor-. Empiece
contándome un poco sobre su vida. ¿En qué año nació?
-En
1962. Recuerdo que nací con un dedo inflamado.
-¿En
Lima?
-No,
en la mano.
-Le
pregunto si usted es de la capital.
-Bueno,
ahora sí un poco, antes al contrario, no podía ni ver a los capitalistas.
El
Dr. Medina pestañeó un par de veces antes de seguir.
-Pero
bueno, ¿y cómo era de bebé? A veces desde muy pequeño se delinea nuestra forma
de vida.
-Bueno,
según me cuentan, hacía lo que sea para no soltar la mamadera.
-Y
dígame, ¿usted fue el mayor?
-No,
yo fui el comandante.
-Me
refiero a si usted fue el primero.
-No,
anteriormente ya habían otros comandantes.
-No
me entiende –dijo el doctor moviendo la cabeza-. Lo que le pregunto es si usted
fue el primer hijo de sus padres.
-No,
yo fui el segundo. Antes de mí nació Ulises.
-Entonces
él fue el primogénito.
-Sí,
la verdad a mí me hubiera gustado serlo. Pero quién sabe –dijo Humala-. Con
empeño todo se puede lograr.
-¿Es
cierto que su padre fue una gran influencia para usted y sus hermanos?
-Sí,
claro. Él nos inculcó el nacionalismo desde muy pequeños. Aunque claro, luego
estudiamos en el colegio Franco-Peruano
y en el Peruano-Japonés.
-¿Y
su madre?
-No,
ella no.
-Hablemos
de su paso por la escuela militar. ¿Diría usted que fue un buen alumno?
-Sí,
creo que bastante bueno. Después de todo, me dieron la espada de honor.
-Eso
es un gran mérito.
-Fue
todo un honor en verdad. Tenía que dejarla limpiecita y brillante para que la
entreguen en la graduación.
-A
ver, este tema es un poco delicado. ¿Qué pasó en Madre Mía, en el Alto Huallaga?
Lo acusaron de, digamos, desaparecer gente.
-Nada
es cierto doctor.
-¿Usted
fue el capitán Carlos?
-Bueno,
yo era capitán y mi apelativo era Carlos, pero de ahí a decir que yo era el
Capitán Carlos es un exceso.
-No
se preocupe, Sr. Presidente. Yo no voy a juzgarlo. Mi interés es solo
profesional.
-Prefiero
hablar de mi gesta contra la dictadura de Fujimori. La que hicimos con Antauro.
-Está
bien, dígame por qué se levantaron en
Locumba.
-Principalmente
porque ahí pernoctamos. Además, era un lugar estratégico para nuestros planes
de derrocar al dictador Fujimori.
-Entiendo.
-Cada
uno de nuestros reservistas cumplió lo que se le había encomendado. Logramos
tomar la instalación militar y luego
leímos un pequeño discurso. No se imagina doctor. Nos tomó varias
semanas de preparación.
-El
levantamiento.
-No,
el discurso. Eran dos párrafos, pero la verdad es que no éramos muy buenos en
redacción. En ortografía éramos mejores, aunque nunca supimos cuándo se tildaban
las esdrújulas.
En
ese momento, la asistente golpea la puerta e ingresa.
-Perdone
la interrupción Sr. Presidente. La primera dama está convocando a un comité de
crisis con urgencia por el caso del ministro de Energía y Minas y la empresa
interoil.
La
asistente cerró la puerta y Humala dio un suspiro.
-Doctor,
disculpe, pero vamos a tener que interrumpir la sesión. Tengo que ir a esta
reunión. Usted sabe, se ha hecho un problema de que el ministro haya renovado
el contrato con la empresa de la que antes era abogado.
-Entiendo,
Sr. Presidente, y perdone que me meta pero yo conozco al ministro y le puedo
asegurar que él solo hizo lo que usted hubiera hecho en su lugar.
-Nos
fregamos entonces.
Publicado en la revista Velaverde Nº61
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