El Padre Venancio ingresa en el
confesionario, se sienta y cierra la puerta tras de sí. Casi de inmediato,
escucha unos pasos graves y distantes que se acercan. Alguien se sienta del
otro lado de la ventanilla.
-¿Padre?
-Sí, hijo.
-Antes que nada debe saber quién
soy. Mi nombre es Alan García.
-Lo siento mucho hijo, pero no te
aflijas. No es pecado ser homónimo de un político tan, pero tan…
-No, padre, yo soy el ex
presidente Alan García.
-Ah bueno, Dr. García. ¡Qué
gusto! Es un honor que haya venido a esta humilde iglesia.
-Lo sé, padre. Mire, le seré
sincero. He venido porque he pecado y quiero confesarme.
-Qué bueno hijo, me da gusto que
por fin te acojas a la confesión sincera. Seguro irás a prisión, pero si te
portas bien…
-No, padre, no me entiende. Solo
quiero confesarme.
-¿Crees en Dios?
-Como en mí mismo.
-Pero dime, ¿vas a contarme todos
tus pecados? ¿Cuál será el orden? ¿Cronológico, alfabético? ¿Por el nombre de
las víctimas? ¿Por áreas de interés? Mira que aquí cerramos a las 10 de la
noche.
-No, padre, no todos.
-Primero dime, ¿hace cuánto que
no te confiesas?
-Déjeme ver, hoy es
lunes…mmm…tres años.
-¿Tres años?
-Sí, desde la última campaña.
Sabe padre, creo que mejor me concentro en lo ocurrido estos últimos días.
Luego de que el Poder Judicial anulara lo actuado por la megacomisión, empecé a
sentir algo raro, algo distinto.
-¿Ah sí?
-Sí, padre, algo que nunca había
sentido antes.
-¿Vergüenza?
-No, no, es algo que normalmente
no se asociaría conmigo.
-¿Honradez?
-No, padre, hablo de un
sentimiento, algo nuevo para mí.
-¿Cargo de conciencia?
-Bueno, sí, digamos que algo
parecido a eso.
-Pero hijo, eso es normal
-Puede ser, padre, pero yo nunca
lo había experimentado.
-¿Nunca te has sentido mal por
algo que has hecho?
-No
-¿Nunca?
-Bueno, recuerdo que la noche que
anuncié la estatización de la banca me sentí pésimo.
-La conciencia.
-No, la cena. Me excedí con el
festival de pastas.
-¿Y qué me dices de El Frontón?
-Soy un cero a la izquierda en
deportes.
-No, hijo, me refiero a la
matanza de El Frontón.
-Perdone padre, pero esto no es
la megacomisión.
-Claro que no, aquí sí te voy a
dar una penitencia. Me decías que nunca has sentido cargo de conciencia.
-No. Pero ahora parece que sí.
-Eso está bien hijo. Todos los
mortales tienen conciencia. Seguro que tú también.
-Me preocupa. Es signo de
debilidad.
-No, hijo, es signo de que tienes
consideración por los demás.
-Entonces es peor de lo que
pensaba.
-Vamos hijo, hay que ser
humildes. Recuerda que solo estamos de paso en la viña del señor. Por eso hay
que dejar un legado.
-El mío lo dejé en Gran Caimán.
-No hablo de eso hijo, hablo de
tus acciones.
-¿De las de la bolsa de valores?
El Padre Venancio desaprobó
moviendo la cabeza a los lados. Luego, durante más de tres horas, se puso a
escuchar no solo las preocupaciones y pecados de García, sino también sus
reflexiones históricas, políticas y sociales.
-Bueno, hijo, te he escuchado lo
suficiente.
-Pero tengo más que decir.
-Lo sé hijo, las palabras te
sobran, pero si te sigo escuchando voy a votar por ti, así que mejor dejémoslo
aquí nomás.
-¿Y mi penitencia?
-Mira, por ser el primero en venir
tienes el 10% de descuento. Entonces son 100 padres nuestros y 50 aves marías.
-Esto es un abuso padre. Voy a
presentar un recurso de amparo.
García se levantó, indignado. Y
mientras salía de la iglesia, vociferaba que había una persecución católica,
romana y apostólica en su contra. Dijo también que él era lo mejor que le había
pasado al Perú. En el confesionario, el padre Venancio se quedó pensando lo
contrario: el Perú era lo mejor que le había pasado a García.
Publicado en la revista Velaverde Nº58
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