La
salida de César Villanueva del gabinete ha trascendido el simple ámbito
político y ha abierto, en cambio, un debate filosófico: ¿puede una persona
irse de donde no ha estado? Además, en esta misma línea, Nadine Heredia también
nos ha hecho meditar: ¿puede una persona ser omnipresente y nacionalista al
mismo tiempo?
Más
terrenales eran los pensamientos que invadían al presidente Humala la tarde en
que decidió hablar con la primera dama. Estaba esperándola en un ambiente de la
residencia de Palacio de Gobierno.
–Perdona
la demora, estaba hablando con el nuevo premier.
–¿Con
Cornejo?
–Sí
–dijo Heredia–. Me sorprendió verlo tan preocupado por el tema de los sueldos.
–No
me digas que también quiere aumentar el salario mínimo…
–No,
quería saber si el sueldo de 30 mil soles que va a recibir es bruto o neto.
–Definitivamente
es bruto.
–Eso
mismo le dije.
Luego,
Humala se quedó viéndola, como estudiándola.
–Bueno
–dijo Heredia–. Tienes toda mi atención los próximos cinco minutos.
–¿Cinco
minutos?
–Sí,
tengo una importantísima sesión de fotos para la revista Hola.
Humala
dio un largo suspiro.
–Mira,
Nadine, no sé bien cómo decirte esto. Tú sabes lo mucho que valoro tu
participación en el Gobierno, pero esto no está bien. La gente dice que tú
manejas todo y que el único control que yo tengo es el control remoto.
–¿Entonces
tú lo tenías? Porque lo estuve buscando y…
–Escúchame,
Nadine. Lo que quiero pedirte es que tengas un perfil más bajo.
–Pero,
Ollanta, a ver, ¿cuál es el problema? ¿Que algunos hablen tonteras?
–Es
que no son algunos Nadine, ya viste la última encuesta.
–Claro,
tengo 60 % de aprobación.
–Eso
no, me refiero a donde dice que el 70 % sospecha que tú eres la que manda en
Palacio y el 30 % no tiene ninguna duda.
–Vamos,
Ollanta, tú sabes que eso no es cierto.
–La
verdad, ya no sé. A veces creo que algo de razón pueden tener.
–Pero
¿qué estás diciendo? Tú eres el presidente, el que manda. Mira, por ejemplo,
¿quien decidió poner a Cornejo como premier?
–Tú.
–Ah,
bueno. Pero, a ver, ¿quién decidió qué ministros iban a irse y quiénes serían
sus reemplazantes?
–También
tú.
–Sí,
pues. Humm, a ver… –dijo Heredia y meditó unos segundos–. Ya, dime, ¿quién
convenció a Castilla de que no se vaya?
–Yo.
–Ahí
está. Ya ves, tú lo convenciste.
–Sí,
pero por órdenes tuyas. Yo ni si quiera quería que se quede.
–Ya
pues, Ollanta, esos son detalles.
–La
verdad, Nadine, es que no me siento nada bien con esas habladurías.
–Y
no eres el único, yo tampoco. Lo que pasa es que yo trato de ser fuerte, pero
¿cómo crees que me siento cada vez que escucho decir que yo soy la que
gobierna, la que toma las decisiones, la que elije ministros, da luz verde y
define la agenda?
–¿Mal?
–No,
sorprendida por todo lo que hago. Además, ¿sabes algo? Esos opositores hablan
así porque te tienen envidia.
–¿Tú
crees?
–Claro,
ya quisieran ellos tener un cuadro político como yo.
–Ni
me hagas acordar. El otro día me llegó este tuit –dijo Humala, sacando un
celular de su bolsillo–. Mira lo que dice: “Humala dice que Nadine es un gran
cuadro, pero el que está pintado es él”.
–Por
Dios –dijo Heredia mirando el celular y abriendo los ojos–. ¿En verdad esa es
la hora?
Mientras
tanto, los filósofos continuarán abocados al análisis metafísico de nuestra
realidad política y seguirán surgiendo preguntas de hondo contenido
existencial: ¿hace ruido un árbol si cae en medio del bosque y Nadine no lo
escucha?; o, la luz que vemos antes de dejar este mundo, ¿es verde? Y así no
dejarán de escudriñar lo desconocido hasta llegar a la pregunta definitiva y
crucial: ¿habrá llegado Nadine a su sesión de fotos?
Publicado en la revista Velaverde Nº53
Publicado en la revista Velaverde Nº53
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