Por lo general, la mayoría de nosotros despotricamos
contra el Congreso de la República sin justificación alguna, sin conocimientos
de causa y sin saber qué significa despotricar (significa “criticar”, acabo de
googlearlo).
Sin embargo, tras un minuto –o dos- de meditación,
advertiremos que no hemos valorado como se debe a nuestros esforzados
parlamentarios. Contrario a lo que se pueda pensar, no es nada sencillo desempeñarse como congresista porque, por
ejemplo, uno no siempre tiene ganas de comerse un pollo, robar la señal de
cable o cobrar el sueldo de sus empleados.
¿Y qué hacemos
los ciudadanos en retribución al sacrificio desplegado por nuestros padres y
madres de la patria? Pues los acusamos injustamente. Aquí dos casos recientes:
Manos peruanas se elevan y punto…visual
He tratado, pero no
puedo comprender por qué el cargamontón contra nuestra ex medallista y futura
ex congresista Cenaida Uribe. A ver, se le acusa de haber presionado a un
colegio del Estado para que siga contratando con la empresa Punto visual. Y,
además, dicen que el dueño de esta empresa es su pareja. Pero, si fuera cierto,
¿por qué la necesidad de ensañarse con una persona cuyo único delito ha sido
enamorarse?
El pasado 14 de febrero
los enamorados se han obsequiado de todo, a veces hasta ellos mismos; y, si
bien es muy romántico regalar un ramo de rosas, facilitar cuantiosos contratos
con el Estado es romanticismo puro. Pero, a ver, que levante la mano aquel que
no ha hecho una locura por amor, aunque sea por amor al dinero.
Por eso, he visto con
estupor cómo los reporteros han perseguido a Uribe para que aclare si el dueño
de Punto Visual es o no su pareja. La parlamentaria es una funcionaria pública,
pero que alguien pretenda averiguar a
quién cobija en su corazón nacionalista es, sin duda, un exceso; cómo se atreve
el periodismo a hacer ese tipo de averiguaciones; con qué derecho estos
periodistas pretenden hacer bien su trabajo. La intimidad de Uribe, como
corresponde, pertenece solamente a ella, a su entorno
familiar y al Facebook.
Tú pides mucho, Gagó
Tampoco se puede
entender por qué el ataque contra el congresista Julio Gagó. ¿De qué lo acusa
el Poder Judicial? ¿De que su empresa ha vendido indebidamente cientos de
fotocopiadoras al Estado? ¿De que todas las impresiones están saliendo con un
sospechoso tono naranja fujimorista? El parlamentario, con toda razón, se ha
mostrado indignado porque –fíjense lo injusto que es- de cuándo acá el Poder
Judicial quiere hacer justicia.
Además, el congresista ha
negado rotundamente cualquier vinculación con dicha empresa. “Yo solo soy el
dueño”, ha explicado. Asimismo, mostrando
copias de varios documentos, precisó que desde que es congresista la empresa es
manejada por personas ajenas a él, aunque luego admitió que todas ellas viven
en su casa. Yo creo que no se puede culpar a un político por querer hacer
prosperar a su familia. Porque, a ver, ¿que ahora estamos en contra de los
negocios familiares?, ¿Qué acaso ya nos olvidamos que la familia es la base de
la sociedad…anónima? En este mundo frío e impersonal, ¿se puede criticar a
alguien por preocuparse de los suyos y de la suya al mismo tiempo?
Como se puede ver, los
casos de Uribe y de Gagó, así como de otros parlamentarios, ilustran bastante
bien lo ingratos que somos con nuestros representantes. Por ello, en estos
tiempos aciagos en que el Congreso está siendo cuestionado por enésima vez,
expreso mi solidaridad con estos ilustres congresistas que no merecen, de
ninguna manera, haber sido criticados, denunciados y, mucho menos, elegidos.
Publicado en la revista Velaverde N°54
No hay comentarios:
Publicar un comentario