Caminando en un
conocido centro comercial me encontré con la esmirriada figura de Ricardo
Gareca, director técnico de nuestra esforzada selección de fútbol. Gareca
estaba parado, solo, mirando una pared cubierta de zapatillas de diversas
marcas.
-Profe –le dije,
siguiendo una vieja tradición según la cual los técnicos son “profes”.
Gareca me miró,
esbozó una sonrisa de artista en decadencia que no quiere ser reconocido y
movió su cabeza como respuesta. Recordé entonces no solo que acabábamos de perder
2 a 0 con la débil selección de Bolivia, sino que el técnico, o sea Gareca, o
sea el profe, dijo que Perú no mereció perder y que solo nos faltó meter el
balón al arco, supongo que en el arco boliviano.
-Profe, ¿qué pasó en
La Paz?
-Mirá, hicimos un
gran partido, merecimos más, pero el fútbol es así, tiene sus cosas. Yo creo
que el problema fue la altura.
-¿Lo dice porque no
estuvieron a la altura?
El técnico argentino
recién volteó a mirarme de verdad. Me lanzó entonces una sonrisa conciliadora.
-Mirá, yo sé que
ustedes están dolidos, pero yo también. Me duele en el alma la derrota. Me
pongo inconsolable.
-¿Y cuándo se le
pasa?
-Cuando cobro a fin
de mes.
Entonces me quedé
observándolo unos segundos. En verdad Gareca siempre me había parecido un tipo
serio y no un vendehumo. ¿Me habré equivocado?
-No puede ser que Perú
esté penúltimo-le dije.
-Pero tranquilo,
faltan varias fechas. Todavía puede quedar último.
Gareca se volteó,
parecía que ya estaba a punto de despedirse y seguir su camino.
-Profe, dígame en
serio, ¿usted cree que todavía podemos clasificar?
El técnico nacional
me miró, parecía sopesarme. Luego miró unos segundos hacia un lugar
indeterminado y en seguida volvió lanzarme una mirada, pero esta vez su mirada
era distinta, parecía iluminada, hasta sabia. Entonces habló.
-¿Qué cosa me habías
preguntado?
Le di una rápida mirada desaprobatoria y le respondí.
-Profe, le pregunté si cree
que todavía el equipo puede clasificar.
-Claro que sí. Sobre
todo ahora que hemos recuperado a Messi.
-No le hablo de
Argentina, sino de Perú.
-Ah, ya, de Perú.
¿tenés una calculadora?
-Asu, sí, tengo una
en mi celu.
-Pero decime, ¿es científica?
Publicado en la revista Velaverde Nº179
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