Consideramos
que hablar de política es algo que se debe dejar a los que verdaderamente
conocen del tema, por tanto en esta ocasión hemos cedido este espacio a un
invitado, un nuevo analista político llamado Yuri Rodríguez, quien no solo es homónimo
de nuestro habitual y despistado columnista sino que además tiene,
coincidencias de la vida, el mismo email.
Aquí
su sesuda colaboración:
Cuando
usted lea este texto el Perú tendrá un nuevo presidente democrático y
respetuoso de la libertad de expresión, aunque no hay que descartar que haya
ganado Keiko. Llegará el momento de analizar debidamente por qué los peruanos
votaron en contra de la corrupción y de un posible narcoestado, aunque, como
digo, no hay que descartar que haya ganado Keiko.
En
esta ocasión nos parece oportuno –eufemismo de “no sé me ocurre otra cosa”-
hablar sobre el futuro de la política en el Perú. Pensemos, al menos
intentémoslo, ¿qué tienen en común el fujimorismo, el toledismo, el alanismo y
el humalismo? Pues que no son ideologías propiamente dichas sino formas de
agrupar a los seguidores de un líder, de un caudillo. Y, según los principales
politólogos del país, es una tendencia que continuará en el futuro. Entonces
cabe la pregunta: ¿cuáles serán los nuevos “ismos” en nuestra política?
Después
de meses de estudio sobre la idiosincrasia del peruano, sus filias políticas y
su forma de pensar, no tengo la más mínima idea de qué “ismos” vendrán. Sin
embargo, sugiero algunos posibles.
Galarretismo: Corriente
política en la que sus seguidores se distinguen porque apelan al yo solidario
frente a alguna discapacidad física. Además, punto central de su filosofía, en
un momento dado se cambian al partido que antes habían cuestionado duramente. Su
fundador, Luis Galarreta, apareció por primera vez en unos enormes paneles en
la avenida Arequipa, en los cuales sonreía enigmáticamente y mostraba sin
reparos los garfios metálicos que hacían físicamente imposible que –según
rezaba su propio slogan- le rompan la mano. Era, sin duda, la imagen del nuevo
político ajeno a las bajezas de las corruptelas y negociados. Durante años
mostró una conducta correcta y fue reelegido por la buena imagen mostrada en el
parlamento. En el 2016, cuando su partido PPC estaba naufragando en medio de
peleas intestinas, decidió dar un paso al lado oscuro. Si antes había criticado
duramente al fujimorismo, ahora había llegado el feliz y oportuno momento de la
reconciliación. No hay que pensar mal. No es que Galarreta se haya convertido
en fujimorista solo para poder seguir viviendo de nuestros impuestos. Claro que
no, lo hizo porque de pronto, epifánicamente, comprendió que Keiko era lo que
el país y él necesitaban.
Heresismo: Corriente
según la cual la doctrina política se confunde con la música. Los seguidores de
esta forma de vida pasan por un primer momento de inquietud musical. Por lo
general, forman agrupaciones y procuran alcanzar la mayor notoriedad posible.
Es importante este paso previo, pues sus posibilidades de tener éxito luego en
la esfera política dependen de la fama que hayan logrado. Siguiendo el camino
del heresismo, se puede hacer carrera política y alcanzar cargos de elección
popular sin más méritos que el cantar afinado. El fundador de esta corriente es
Salvador Heresi. Luego de incursionar como cantante del conocido grupo
Revolver, se disparó como candidato a la alcaldía de San Miguel. Así, hizo su
campaña y entre propuesta y propuesta se lanzaba con una canción de Los
Beatles. Cuando le hacían alguna pregunta incómoda, Heresi rápidamente
deleitaba al periodista con la divertida “Help” o, si el cuestionamiento era
mayor, con la nostálgica “Don´t let me down”. Heresi es hoy congresista electo
y fue parte del equipo de asesores que tuvo PPK, aunque este no lo supiera.
Vilcatonismo: Corriente
política fundada en el dicho: si no puedes con el enemigo, únete a él, aunque
según otros politólogos el refrán que mejor calza con esta pensamiento es el
dime con quién te postulas y te diré quién eres. Quienes interiorizan esta
doctrina ejercen durante años una lucha permanente contra la corrupción, o
contra otro algún otro mal nacional. Una vez que se haya convencido a todo el
país de la valía de sus credenciales, entonces, como quien no quiere la cosa,
da el salto al vacío, o, lo mismo, al lado opuesto. Su fundadora es Jeny
Vilcatoma, quien por un breve lapso de tiempo se convirtió en el símbolo de la
lucha contra la corrupción, en este caso, nacionalista. Vilcatoma, casi la
dignidad hecha persona, batalló incansablemente como procuradora y se ganó el
respeto del respetable. Es más, fue arduamente defendida por casi todo el
periodismo cuando tuvo un altercado con el entonces ministro de Justicia,
Daniel Figallo y el asesor presidencial Eduardo Roy Gates. Meses después, cuando anunció que se unía al
equipo de la “lucha anticorrupción” de Keiko y se postulaba al Congreso con el
fujimorismo, la opinión pública quedó partida en dos: quienes pensaban que su
rostro carece de irrigación sanguínea y quienes estaban seguros de ello.
Publicado en la revista Velaverde Nº166
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